Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Martes 15 de enero de 2002
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Política
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Alberto Aziz Nassif

Maltrato a los investigadores

De pronto el Sistema Nacional de Investigadores (SNI) falló. Desde su creación, en 1984, se ha convertido en un modelo que ordena y jerarquiza, quizá, la parte más sustantiva de la actividad científica del país. Pertenecer a este sistema es formar parte de la elite científica mexicana. Al paso de los años, lo que empezó como un estímulo económico para evitar la "fuga de cerebros" en épocas de crisis económica, se ha transformado en una pieza clave del ingreso de los investigadores de todo país. Pero ese sistema dejó de funcionar por primera vez en diciembre pasado, porque no se hizo el pago correspondiente a 8 mil investigadores; nadie supo por qué y tampoco hubo ningún aviso.

El SNI logró concentrar los recursos necesarios para imponer un modelo de evaluación de la actividad científica, que los más optimistas dicen que pasó del amiguismo y los compromisos políticos, al rigor autónomo de los méritos de cada investigador. Lo que se inició como una compensación económica para completar el salario ha llegado a ser prácticamente otro salario, pero este segundo se logra mediante una rigurosa evaluación de comisiones de pares que poco a poco ha mejorado en su calidad de evaluación.

Hace unos años esas comisiones eran impunes, repartían favores a los "amigos" y castigaban a los "enemigos". Incluso se dio el caso de un investigador que interpuso su situación ante la Comisión Nacional de Derechos Humanos, lo cual sirvió, entre otras cosas, para crear una instancia de apelación. Lo que fue un estímulo económico en una lógica neoliberal -contraria al alza general de salarios-, llegó a ser un modelo con credenciales de prestigio y reglas de legitimidad científica.

La falla que el SNI quiere minimizar como un problema administrativo de "falta de liquidez", según palabras de un tardío mensaje del doctor Alfonso Serrano, secretario ejecutivo del SNI, tiene también un perfil simbólico y político.

En primer lugar se puede ver lo administrativo: se trata de un error grave que ha despertado una pugna interburocrática entre la Secretaría de Hacienda y el Conacyt; el aparato que controla el dinero dice que el consejo se sobregiró (La Jornada, 10/1/02); el presidente de la Academia Mexicana de Ciencias, René Drucker, señaló que a Hacienda "le vale verdaderamente un sorbete la ciencia" (La Jornada, 9/1/02).

Este problema administrativo expresa notables deficiencias en la administración del aparato científico (Conacyt): resulta extraño que el nuevo director general, ingeniero Jaime Parada, reclutado de las filas de la empresa, no haya previsto que los recortes afectarían su presupuesto y no tramitó a tiempo algún tipo de ampliación. ƑMaltrato, menosprecio, falta de sensibilidad, ineficiencia?

En segundo lugar está el nivel político y las cosas se complican. Desde que se inició este sexenio escuchamos un discurso gubernamental de apoyo a la ciencia y a la tecnología, se quieren tener más doctores y más investigadores; sin embargo, hace meses los posgrados sufrieron la amenaza de un severo recorte en las becas, recurso básico de la formación; ahora el SNI se queda sin fondos. Hay compromisos del presidente Fox en esta materia que no se pueden eludir. Hasta los más neoliberales saben que un país sin un desarrollo científico importante no podrá salir del subdesarrollo por más maquilas que se instalen en México; eso lo entendió muy bien Corea del Sur, ejemplo al que deberían mirar los que hoy administran la ciencia y la tecnología.

En tercer lugar están los impactos simbólicos, los negativos mensajes que se mandan con estas actitudes. Los investigadores se someten a evaluaciones rigurosas; los criterios del SNI son hoy en día, correcta o incorrectamente, el parámetro de las carreras de investigación; los plazos para informar, ingresar, reportar, son fatales y el que falla sale del sistema. Cualquier persona sensata puede aceptar una razón sobre una falla como la falta de pago, pero en este caso no hubo ninguna explicación. Además de todo viene la actitud de menosprecio. Tal vez a los directivos de Conacyt, con sus altos salarios y bonos, se les hizo una cosa menor y pequeña no pagar al SNI cuando la realidad es que ese pago ya constituye una parte del salario de los investigadores. A todas luces se trata de malas señales para los científicos del país, a quienes suelen defender y alabar en los discursos.

Llegó la hora de que este gobierno asuma definiciones claras y cumpla compromisos con la comunidad científica del país. Por si acaso todavía no termina de entenderse, la comunidad científica funciona mediante el diálogo y la exposición de razones, y este gobierno se ha dedicado a tomar decisiones al margen de los investigadores. Así no van a funcionar las cosas.

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