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Marco Rascón
Gremlins fiscales
La incógnita de esta legislación fiscal era la posición que asumiría el PRD, una vez que ésta quedó en manos del Poder Legislativo. Vicente Fox necesitaba una ley peor que su propuesta: la de los Gremlins, es decir, un espejo bizarro, y la encontró en el PRD.
Pesaba en el debate la falta de autoridad del PRI y del PAN que habían utilizado los recursos recaudados en años recientes para rescatar ineficiencias bancarias, quiebras sospechosas y a empresarios subsidiados con el Fobaproa. Los meses de estancamiento y falta de acuerdo llevaron a la desesperación y eso derivó en la tercera vía, de la cual el Partido de la Revolución Democrática dio paternidad dictando el rumbo del acuerdo sustancial y mayoritario en el Congreso, entre PAN y PRD.
Sin embargo, la idea original de gravar las ganancias de los ricos, que pareció razonable, terminó en algo diferente: gravar la vida privada y el gasto personal y marginal de los ricos dejando intacto e incluso reduciendo de manera general el pago de impuesto sobre la renta (ISR), lo cual beneficiaría proporcionalmente más a los más ricos por el simple volumen.
La falacia de "gravar a los ricos" gravando algunos de sus consumos considerados suntuarios, por razones naturales es una frontera entre las aspiraciones de la clase media y los sectores populares bombardeados diariamente por los medios y convocados al consumismo como reafirmación del status social. ƑCómo gravar como suntuaria la única aspiración de una sociedad consumista, alejada de otros valores y que impuso el mismo modelo económico?
Debido al rápido proceso de desproletarización de los legisladores perredistas, aún no hay conocimiento entre ellos de lo que significa "ser rico" en México. Sólo así se explica la idea de gravar como artículo de lujo las televisiones de pantalla plana que se venden hasta en Elektra o el salmón ahumado, que se da en torterías populares bajo el nombre de baguette, o simplemente la comida en un restaurante-bar de los que hay para todos los niveles económicos.
La aprobación fiscal que hizo el PRD pareciera ser parte de esta idea exterminadora de credibilidad; no bastó con el impacto negativo por la aprobación de la ley indígena, sino que ahora le aumenta una reforma fiscal dirigida principalmente contra los sectores medios y populares que medianamente consumen y sostienen el mercado y la economía interna.
Lo que también se observa es que en este proceso el PRD aprendió algo muy importante de la vieja clase política: a chantajear y a negociar beneficios particulares. La aprobación que dieran el PRD y el PAN a las disposiciones fiscales tiene varias connotaciones y una de ellas es haber dado el voto a cambio de que se aprobara el aumento al monto de contratación de deuda para el gobierno del Distrito Federal y mayores recursos para el gobierno de Tlaxcala, no así para el de Ricardo Monreal, de Zacatecas, quien ya se perfila de regreso hacia el PRI con Roberto Madrazo.
Esta negociación pareciera que fue en beneficio de casi todas las corrientes internas, sin importar el costo: colocar al PRD en el descrédito frente a sectores productivos reales que generan y consumen bienes y servicios y que deben de soportar una carga fiscal mucho mayor en proporción a los ricos a quienes se les gravaron las lanchas de fin de semana y la membresía del club privado, afectando desde luego a los deportivos populares con cuota de 200 pesos.
En el contexto de la sucesión interna de la dirigencia del PRD la negociación con el panismo será determinante y habrá complicidad, pues el acuerdo está muy lejos de toda política de principios. Además crece la certeza de que el uso de Gremlins en la estrategia foxista sirvió para desacreditar al Congreso como referencia de buen gobierno salvando así la imagen del Ejecutivo.
En un año la propuesta de Fox será aprobada sin obstáculos, gracias al entuerto perredista mediante el cual renunció a su proyecto original de gravar las ganancias para dejar caer todo el peso fiscal sobre los sectores medios y populares, pero eso sí, a nombre de ellos.
Queda claro que la confusión es una política elaborada y no producto de las circunstancias, así como que la transición se va trenzando gracias a los servicios que prestaron al foxismo tanto la actual dirección como los legisladores perredistas de manera simple y pragmática.
El contubernio fue claro: la propuesta que presentaron ante Fox es radicalmente distinta de la que fue aprobada; las leyes talibanes permitirán al Ejecutivo imponer su propuesta como algo simplificado y liberal, recuperando así el prestigio perdido con lo que logrará finalmente que ganen los impuestos contra medicinas, libros y alimentos.
Los caminos torcidos del fisco llevaron a los más ingenuos a su laberinto. Las disposiciones actuales no son el final, sino el camino de la eliminación de resistencias, pues Fox y lo que representa sí tienen visión sexenal y saben que una reforma fiscal no es resultado de un albazo, sino de un proceso.
Los Gremlins fueron el instrumento de ese albazo y una tregua entre la oligarquía mientras se construye la verdadera estructura fiscal que les proteja y beneficie.
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