05aa1cul Olga Harmony Un año difícil /y II Espero que en mi entrega anterior haya quedado claro que es la nueva gerencia la que crea los problemas de operatividad del Centro Cultural del Bosque y dificulta la labor del coordinador de Teatro del INBA. Porque Otto Minera es un teatrista que como funcionario sabe escuchar las demandas de la comunidad, y el teatro mexicano institucional es mucho más que lo que se realiza en la capital. Y si en un principio muchos manifestamos nuestra preocupación por el nuevo diseño del Programa de Teatro Escolar en los Estados, Minera ya ha prometido que los seminarios que tomen los teatristas de provincia se van a diversificar entre algunos grupos muy consolidados que los impartan. Por otra parte, parece que ejercerá un control acerca de lo que se ofrezca a los escolares de los estados, a diferencia del experimento que se realizó en el año que acaba de terminar. Ojalá y así sea, porque se trata, junto a los comodatos, de la oferta más generosa que Bellas Artes ha impulsado en largo tiempo. Y esperamos que así sea, porque amén de la necesidad de que los alumnos de primaria y secundaria se acerquen, muchos por primera vez, a un teatro muy digno, está el impulso a la profesionalización de los teatristas de provincia. Este último es un camino muy largo porque en cada Muestra Nacional de Teatro nos llevamos nuevas decepciones: en la última hubo muy poco digno de verse. Quedan algunos pendientes, como la distribución de los presupuestos de la Compañía Nacional de Teatro, en la que se puede correr el peligro de que alguna escenificación absorba mucho del presupuesto del no tan adinerado INBA, dejando poco para otros montajes. Partiendo del principio de que no hay todo para todos y que el arte no puede ser democrático, estableciendo siempre jerarquías de trayectorias y proyectos, sería prudente un mayor equilibrio de las asignaciones, por un principio de justicia y para evitar los descontentos. Aunque la afluencia de público siga siendo un problema para muchas muy dignas escenificaciones y aunque un proyecto de producción privada tan interesante como Argos Teatro haya desaparecido, no todo son malas noticias. También las hubo buenas. La UNAM -a través de Ignacio Solares, director de Difusión Cultural; y de Antonio Crestani, titular de Teatro y Danza- logró ganar un viejo litigio acerca de un predio y el Teatro de Santa Catarina pudo ser remodelado siguiendo el antiguo diseño de Alejandro Luna, dotado por fin de los necesarísimos camerinos y con tecnología de punta. La gente de teatro en todo el país ha sentido la necesidad de aglutinarse y establecer redes de comunicación. En los estados, se consolida la Red de grupos independientes, lo que sin duda coadyuvará a un mejor teatro en las diversas regiones de la nación. En el centro se conformó la Academia Mexicana de Arte Teatral, AC, en que por primera vez se encuentran representadas todas las disciplinas del quehacer teatral: dramaturgos, directores, actores, escenógrafos, músicos y sonidistas, iluminadores, vestuaristas, coreógrafos y críticos e investigadores. La mesa directiva está conformada por el director escénico Germán Castillo como presidente; la crítica Luz Emilia Aguilar Zinser como secretaria; la actriz Ana Ofelia Murguía como tesorera; el escenógrafo e iluminador Gabriel Pascal como primer vocal y el director Carlos Corona como segundo vocal. Quien esto escribe preside el comité de vigilancia de la Academia y son vocales los dramaturgos Víctor Hugo Rascón Banda y David Olguín, también director escénico. Entre sus miembros se cuentan dos premios nacionales (Vicente Leñero y Alejandro Luna), y muchos de los grandes maestros en toda las disciplinas, que conviven en su seno con teatristas jóvenes aunque ya con trayectoria. Me toca de cerca, pero no me recato en pensar que se trata de un logro de la comunidad teatral.
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