MARTES Ť 11 Ť DICIEMBRE Ť 2001

Ť Néstor de Buen

Me cuentan

Estos son tiempos de chismes, de informaciones de baja voz, de rumores que tienen pretensiones de ser reflejo de una verdad oculta de quienes se consideran con el derecho a saber lo que realmente pasa y, con presumida discreción, bajo el compromiso de guardar el secreto, lo dicen a quien quiere oírlo.

He recibido en estos días, de muy buena fuente, una información que me preocupó de verdad. El tema es petrolero y tiene que ver con empresas coreanas y, al parecer, chinas, que emplean mano de obra de sus países para realizar trabajos por cuenta de Pemex. Pero, a veces, también en maquiladoras.

Al parecer, siempre la duda, esas empresas han traído a México a sus propios trabajadores. En ello encontraríamos una primera objeción: Ƒpor qué si estamos en una pavorosa crisis de empleo, se autoriza que los contratistas de Pemex utilicen mano de obra de sus países, en este caso de Corea y China, y no utilizan trabajadores mexicanos?

En ese punto todo parecería indicar que Pemex se abstiene de exigir, en los contratos que celebra, que la mano de obra sea nacional. Pero, además, cabe la duda de si esos trabajadores extranjeros están realmente legitimados para trabajar en México.

Recordemos que la LFT dispone en su artículo séptimo: "En toda empresa o establecimiento el patrón deberá emplear un 90% por ciento de trabajadores mexicanos, por lo menos..." No se trata, por cierto, de una disposición chovinista, sino de una elemental medida para que no se desplace a los mexicanos de las tareas que pueden, sin la menor duda, realizar.

Pero, además, según la información recibida, estos coreanos y chinos viven de tiempo completo en las instalaciones de la empresa proveedora y nadie podría garantizar que respecto de ellos se cumplan las normas mínimas de la legislación laboral. Se trata, por lo visto, de un mundo cerrado a los inspectores, de un espacio del que los trabajadores no salen y para el que están contratados por dos años, ignoro si con la capacidad del trabajador de retirarse del servicio antes de ese plazo (la Constitución en su artículo quinto prohíbe que la duración de la contratación de un trabajador sea por más de un año), al parecer con un compromiso de repatriación al cabo de ese término.

El porcentaje del artículo séptimo no se aplica, por supuesto, a los directores, administradores y gerentes generales, de manera que sólo cuentan los subordinados. Pero, además, se señala que los trabajadores extranjeros están obligados a capacitar a trabajadores mexicanos en la especialidad de que se trate. ƑCómo podrían hacerlo si no se reciben trabajadores mexicanos?

Me da la impresión de que volvemos a vivir los tiempos del porfiriato. Hace muchos años leí, entre tantas cosas, el México bárbaro del periodista estadunidense John Kenneth Turner, quien hizo una descripción desgarrante de la condición en que vivían los trabajadores yucatecos y los yaquis que fueron expulsados de sus tierras norteñas para trabajar en los campos henequeneros. Turner escribía sobre "los esclavos de Yucatán", y decía que se levantaban a las 3:45 de la mañana para empezar a trabajar en el mismo momento en que llegaban a la labor para concluir la jornada, se puede uno imaginar en qué condición, cuando la oscuridad impedía la visibilidad. A veces, obligados a seguir laborando en el casco de la hacienda durante la noche. Allí vivían y seguramente también morían.

Decía Turner: "Los esclavos son: 8 mil indios yaquis, importados de Sonora; 3 mil chinos (coreanos) y entre 100 y 125 mil indígenas mayas que antes poseían las tierras que ahora dominan los amos henequeneros".

Quizá me domina la idea de que estos nuevos chinos o coreanos son el remplazo de los antiguos trabajadores de las haciendas henequeneras. El hecho de que laboren en la sonda de Campeche o en el estado mismo, que no es otra cosa que una fracción del antiguo Yucatán, probablemente me inclina a la comparación y al recuerdo de Turner.

A lo mejor se trata sólo de un rumor. A lo mejor estos contratistas coreanos y chinos emplean mano de obra nacional salvo, como es lógico y lo permite la ley, en los puestos de mando relevantes. A lo mejor... Pero algo me dice que no es así. Que la comparación con los tiempos del porfiriato es correcta. Que las viejas historias de razas y ambiente, se repiten.

La respuesta tendrá que darla una cuidadosa inspección de trabajo y, si sirve, de Gobernación. Entre tanto la presunción cobra fuerza. No faltan razones.