jueves Ť 29 Ť noviembre Ť 2001
Adolfo Sánchez Rebolledo
Creel: "fragmentación" y gobernabilidad
El secretario de Gobernación planteó un problema muy importante al cuestionar el sistema político-electoral vigente, pero equivocó el diagnóstico y las recetas. Según Santiago Creel, la parálisis gubernamental tiene su origen en un régimen electoral que propicia la fragmentación en los órganos representativos e impide hacer alianzas para la gobernabilidad. El argumento no es nuevo, pero en sus labios sorprende. Ahora resulta que las reformas electorales que nos llevaron a la alternancia fueron útiles como palancas contra el PRI, pero son inservibles para gobernar un país en democracia.
Según la reseña de La Jornada, el funcionario considera que "el sistema electoral propicia la fragmentación de la representación política, lo cual ha sido muy favorable en el periodo de transición democrática del país. Sin embargo, esta estructura dificulta la generación de consensos y de mayorías, pues en México la ley sólo permite alianzas en materia electoral, pero no en el gobierno, lo que obstaculiza la aplicación de políticas públicas".
No deja de ser curioso cómo razonan algunos políticos, según la banda del poder donde les toque jugar. Me pregunto: Ƒen qué cajón del cambio quedó enterrada la idea de que, justamente, los Congresos sin mayorías fijas ofrecían incentivos para la formación de alianzas democráticas en torno a puntos específicos de la agenda nacional? ƑNo era justamente la asimetría en el reparto del poder una de las claves para entender la vitalidad del pluralismo (y la consistencia) de un proceso perfeccionable, pero irreversible?
Como sea, no parece un acierto comenzar a "repensar el Estado", poniendo en la picota el sistema electoral, cuando éste, en verdad, apenas comienza a funcionar normalmente, dando resultados concretos positivos, sin la carga de la prueba de credibilidad que se le impuso hasta el 2 de julio.
Puede ser, pues no me caso con la negativa, que en el futuro próximo, a la luz de una remodelación a fondo de las instituciones, fueran necesarias determinadas reformas para afianzar los mecanismos electorales y las formas de representación en la dirección de un régimen parlamentario que permita alianzas en el gobierno, pero no es una buena frase salir diciendo que los problemas de la gobernabilidad se deben a la "fragmentación" actual cuando, en rigor, sólo existen tres grandes partidos, a menos que se sueñe con el bipartidismo que es la fantasía histórica del panismo o, peor, con la vuelta a la aplanadora mayoritaria, pero sin el PRI.
No se olvide que los partidos minoritarios que abultan la nómina del Congreso llegaron allí gracias a las alianzas oportunistas que establecieron con el PAN y el PRD y no por sus propios méritos en campaña, de modo que si hay sombras sobre la gobernabilidad éstas no provienen de la "fragmentación", sino de la política o, mejor, de la falta de ella para crear los escenarios de entendimiento, sin apresuramientos ni golpes de efecto que cada día convencen a menos espectadores. Lamentablemente, unos no saben ser gobierno y los otros no entienden cómo se puede y se debe estar en la oposición sin perder la identidad o los principios.
Reformar las instituciones para que sirvan mejor a la sociedad en el contexto de la democracia, es un paso obligado para sustituir con eficacia al presidencialismo -o la caricatura que queda de él, como apuntó la diputada Paredes-, pero esa operación seguramente exigirá mucho más que una cláusula de gobernabilidad a la medida del Ejecutivo, el fin de la representación proporcional o la segunda vuelta que por ahí algunos defienden.
Creel tiene razón cuando implícitamente acepta que estamos en el peor de los mundos parlamentarios, pues ni se discuten a fondo las diferencias estratégicas sobre el futuro del sistema ni tampoco se buscan acuerdos políticos particulares, con responsabilidad y sin mala conciencia... En verdad sigue imperando la lógica de la confrontación en vez de la búsqueda de acuerdos que satisfaga a la mayoría del Congreso, no sólo a los jefes de las bancadas. Naturalmente, los partidos -estos partidos y estos diputados, pues no tenemos otros- tendrán que hacer un profundo examen de conciencia para buscar fórmulas que permitan, sin coacciones legales artificiosas ni chantajes oficiales, hallar la vía de la gobernabilidad: acordar libremente entre ellos, no un pacto formal que a nadie engaña, sino un plan mínimo para enderezar el barco antes que todos nos hundamos con él. Ojalá y la sensatez se imponga para que partidos y gobierno dejen fluir la política, concebida aquí como el arte de la negociación para llegar a acuerdos. Urge más política y menos ingeniería electoral. Mucho ojo con echar por la borda el agua sucia de la bañera con todo y niño.
P. D. Se abre una puerta para aclarar la guerra sucia que avergüenza a la nación. Ojalá la investigación fortalezca el respeto a la ley y nos devuelva un país más tolerante y respetuoso de la dignidad humana. Veremos.