jueves Ť 29 Ť noviembre Ť 2001
Sergio Zermeño
El machismo ultrajado
Han sido encontradas en Ciudad Juárez otras ocho mujeres jóvenes, salvajemente asesinadas. En ocho años 250 cuerpos ultrajados, estrangulados, violados, torturados, han sido descubiertos en esta patria de la maquila, avanzada laboral de un modelo globalizador que ha sido capaz de concentrar a un millón y medio de jóvenes en la frontera; en 80 por ciento de los casos eran mujeres entre 15 y 25 años, cuerpos en plena juventud, miradas de lince capaces de coser, atornillar, soldar, ensamblar pequeñísimos objetos en la electrónica, en el vestido, en tantas actividades que realizaba las manos de obra sumisas y baratísimas, que eran nuestro orgullo competitivo.
El resto de los mexicanos concurrimos azorados a estos informes mórbidos y desde hace mucho tiempo le damos vuelta a la noticia con resignada indiferencia en busca de olvido, con la esperanza de que alguien encontrará al culpable, que las autoridades harán algo o, al menos, un especialista nos explicará este fenómeno que constituye -no puede ser de otra manera- una excepción, algo extraordinario de nuestro entorno que por ningún motivo queremos que nos involucre o nos califique.
Pero las hipótesis y las pistas de investigación van y vienen sin que ni autoridades ni especialistas se responsabilicen por su jerarquización: primero surgió el escenario de un "asesino serial", a la manera de los desequilibrados mentales de las series negras estadunidenses. Se detuvo, entonces, al egipcio Sharif (un individuo de origen árabe que no ha logrado demostrar su inocencia). Como todos sabemos los asesinatos siguieron. Luego se levantó la hipótesis que Víctor Quintana escribió en estas páginas: se trata de "una red del crimen organizado, un cártel fronterizo, que con la complicidad de los agentes policiacos produce videos, recrea el escenario de las drogas, el sexo, la tortura y la muerte".
Y, sin embargo, han venido apareciendo datos desconcertantes: una serie inconexa de malhechores, difícilmente ligados al maquiavelismo del narco, desorganizados, pero que se encuentran muy lejos de demostrar su inocencia: pandillas de choferes de tráilers (Los Ruteros), que ni son de adentro ni son de afuera; otras pandillas conocidas como Los Toltecas, y tantos sospechosos más que vuelven el asunto extremadamente complejo.
Entonces, sin exonerar a las autoridades ni a la policía de Juárez, y a pesar de lo dramático de los escenarios anteriores, contamos hoy con los elementos para construir un escenario aún más tremendo.
En la Edad Media la cacería de brujas se desató cuando las mujeres comenzaron a tener un rol protagónico, haciendo imperar una racionalidad instintiva que ponía en cuestión la jerarquía y el papel preponderante de las instituciones y del orden: fueron entonces juzgadas y quemadas.
Hoy, en nuestra realidad mexicana, esas mujeres jóvenes de Ciudad Juárez y de toda la frontera norte son las que tienen un empleo, las que tienen la disciplina y sin duda la resignación para trabajar por ese salario, con esas cadencias infernales, con esos horarios... Pero, dígase lo que se diga, son las que al final de la semana reciben un salario, llegan a los bailes con algo que se llama capacidad de pago (de las bebidas, de los tacos a la salida... son las que en ciertos momentos del bailongo en el galerón se dan el lujo de escoger con qué tipo quieren bailar y salir y seguir). Los hombres están ahí, esperando cruzar la frontera y desempeñar el rol más heroico de ganar en dólares. Pero mientras eso no se logra -y eso no se logra fácilmente (y parece que cada vez menos)-, los varones se reúnen en los espacios públicos para beber o jugar futbol (con mucha dificultad para encargarse de los hijos y del hogar). Al terminar la semana son las mujeres las que tienen recursos, por modestos que sean. Son ellas las que tienen el "poder" social y eso no es fácilmente asimilable. Aparece entonces un machismo "ultrajado" en todas partes.
Los medios de comunicación y la frecuencia de los asesinatos confieren a esta agresión de género cierta "normalidad" en el ambiente cotidiano (en términos estrictamente sociológicos a eso se le llama una "moda" y abre un espacio a la impunidad: "si otros matan mujeres, el que lo haga yo no puede ser tan grave"). Esta es quizá una hipótesis que hay que analizar en el caso de las asesinadas de Juárez.
Nuestro más exitoso enganche a la globalidad tiene el rostro horrendo del desorden, de la degradación, de la ruptura de los balances seculares y, entonces, del asesinato y la cacería de brujas.