JUEVES Ť 22 Ť NOVIEMBRE Ť 2001
Carlos Fazio
El juego de los reformismos. Fox, Aznar y la DC
Con el apoyo del primer ministro italiano, Silvio Berlusconi, el protofascista magnate de los medios masivos peninsular, y bajo la mirada cómplice de su "socio" y anfitrión, Vicente Fox, el jefe del gobierno español José María Aznar logró alzarse con la presidencia de la Internacional Democristiana, agrupamiento de partidos que intentará impulsar un humanismo centrista reformista de cara a los desafíos del siglo XXI.
Un centrismo que, como el que encarnaron los partidos de las democracias cristianas fundacionales, con eje en la doctrina social de la Iglesia, mantendrá intacta la propiedad privada, absolutizada como valor y, por lo tanto, freno para cualquier tipo de reformas estructurales. Como dijo el diputado Iñaki Anasagasti, portavoz del Partido Nacionalista Vasco (PNV), la nueva internacional de la DC es "un traje a la medida" para el "autoritario" Aznar.
En el marco de la reunión, que por primera vez se celebra en México, la Internacional de Partidos Demócrata Cristianos y Populares (IDC), surgida en 1961, pasará a llamarse Internacional Demócrata de Centro (tal vez con los complementos de Humanista y Reformista), nombre fallido que intenta desmarcar de su herencia totalitaria a los dos conspicuos representantes de la nueva derecha popular europea -y a sus patrocinadores socialcristianos alemanes, que fueron radicalizándose hacia un antirreformismo extremo que tiene características fascistoides-, embarcados todos en la "cruzada antiterrorista" de George W. Bush.
Surgidos con el franco apoyo del Vaticano, los partidos de la DC europea, hijos de la Rerum Novarum ("De las cosas nuevas", la encíclica social de León XIII, de 1891), abrevaron en los partidos confesionales de los años 20 y 30 del siglo pasado y tomaron como fuente de inspiración la doctrina social de la Iglesia católica; partidos confesionales corporativistas que expresaron apoyo ideológico católico a los movimientos fascistas de la época. Otra fuente directa de inspiración fue el pontificado de Pío XI (1922-1939). Desde la Santa Sede, Achille Ambrosio Ratti, prelado ultraconservador, enemigo acérrimo del liberalismo y del socialismo, creyó ver en Mussolini y Hitler el ariete que destrozaría a esas tendencias. Con el primero concluyó el Tratado de Letrán y con Hitler firmó un concordato. Y acorde con los vientos de la época, también apoyó la sublevación de Franco en contra de la República Española.
Pío XI simpatizó de manera manifiesta con el Duce y su ideología fascista -desdén por la democracia, anticomunismo zoológico, chovinismo, prédica de la colaboración entre las clases, defensa del gran capital-, y creyó que en Mussolini se personificaba el ideal del hombre de Estado. Según el Papa ese dictador fascista estaba destinado por la providencia divina a gobernar Italia. En su encíclica social Quadragesimo anno (publicada en 1931 con motivo del 40 aniversario de la Rerum Novarum), Pío XI recomendó establecer un sistema corporativo de colaboración de clase de los trabajadores con los capitalistas y los terratenientes.
En México, mientras tanto, de acuerdo con el principio de la Quadragésimo anno, respecto a que "los primeros e inmediatos apóstoles de los pobres han de ser los pobres" y "los apóstoles de los ricos tendrán que ser los ricos", surgirían dos partidos confesionales: la Unión Nacional Sinarquista (1937) y Acción Nacional (1939). Ambos actuarían al influjo de sendas encíclicas de Pío XII (el Papa Pacelli), la Divini Redemptoris y la Firmissimam Constantiam (ambas de 1937), la primera condenatoria del "comunismo" imperante en México (el de Lázaro Cárdenas) y la segunda destinada a incitar el espíritu de resistencia de los católicos mexicanos contra "las leyes impías" de la Constitución de 1917. Acción Nacional adoptó la consigna del "orden social cristiano" y el lema del "bien común", tan identificado con el llamado derecho natural de la propiedad. Los sinarquistas asumieron un franco carácter antiliberal, hispanista y contrarrevolucionario, y el estilo nazi en su organización místico-militar, en sus concentraciones llenas de banderas, en su saludo, en su vestimenta uniformada y en la cabeza dirigente, a cuyos cuadros llamaron jefes y que desempeñaban el papel de Führer. Salvador Abascal, que se soñaba el führer mexicano, llegó a decir que Hitler era "el brazo armado de Dios".
Luego de la derrota del Eje, en la inmediata posguerra, la democracia cristiana -con sus cuadros divididos entre una resistencia cimarrona y un colaboracionismo vergonzante con el fascismo-, emergió gracias al apoyo de la Iglesia católica y las autoridades aliadas de ocupación. Por aquellos días, en Alemania Federal, el tribunal de Nüremberg llevaba a cabo una depuración de criminales de guerra nazis, aunque el filtro funcionó de tal manera que dejó impunes a ciertos sospechosos de complicidad hitleriana. Entre ellos se habló de Konrad Adenauer, quien limpio de culpas, según los jueces de Nüremberg, se dedicó a reconstruir el antiguo Partido del Centro (Zentrum spartei), ahora con el nombre de Unión Cristiano Demócrata.
La reconstrucción de Europa se encerró en la breve fórmula Plan Marshall (economía) más democracia cristiana (política), como fuerza idónea para la contención del comunismo. La DC actuó en ese periodo bajo la mampara de ser una "tercera fuerza", entre el capitalismo tradicional (representado por Estados Unidos) y el socialismo (encarnado por la Unión Soviética). Pero el colaboracionismo de los democristianos con los aliados anglosajones fue evidente. Como señala Manuel Vázquez Montalbán, la DC actuó como una "fuerza de choque" de Estados Unidos en la guerra fría, para contener la fuerza emergente de los partidos comunistas en Europa.
Con base en la doctrina social de la Iglesia, como cuerpo doctrinario, la responsabilidad social de la propiedad privada delimitó claramente desde un principio el marco de la aceptación de reformas en términos absolutos, y circunscribió ese marco como bien común. Es decir, con la propiedad privada como un derecho natural, las reformas quedaron siempre entre paréntesis. Con lo que muy pronto, la "tercera posición" quedó desnudada como una cuestión táctica. Así lo demostrarían las expresiones latinoamericanas de la DC: Eduardo Frei, en Chile (el de la "revolución en libertad" patrocinada por John F. Kennedy ante la emergencia del socialismo cubano) y el venezolano Rafael Caldera, hombre fuerte de COPEI e impulsor de la Organización Demócrata Cristiana de América (ODCA), quien en 1946 ya había visitado México y cultivado la semilla de la democracia cristiana entre algunos militantes del PAN.
Detrás de los partidos gobernantes de la DC en Europa hubo un hombre clave: Spellman, el poderosísimo arzobispo de Nueva York, eclipsado en Roma con el advenimiento de Juan XXIII. El democristiano Frei, quien como Caldera llegó a la presidencia de su país, tuvo como ideólogo al jesuita belga Rogers Vekemans, desde cuya plataforma, el DESAL, en Santiago de Chile, se planeó una estrategia continental destinada a frenar el fantasma del comunismo irradiado por la revolución cubana. Vekemans recibió millones de dólares de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) para desestabilizar al gobierno constitucional del socialista Salvador Allende. Y el Partido Demócrata Cristiano de Frei, que había impulsado una reforma agraria radical en los años cincuenta, terminó apoyando el golpe de Estado del general Augusto Pinochet, en 1973. Seis años después, en El Salvador, otro partido democristiano participó en la Junta de Gobierno llevada al poder por un golpe de Estado bajo patrocinio estadunidense. La DC, como una de las fuerzas de legitimación ideológica del Estado de Seguridad Nacional, que aplicó el Plan Cóndor en América del Sur y el terrorismo de Estado.
Paradojas de la historia. Más de medio siglo después, dos discípulos y herederos del nazi-fascismo europeo, Silvio Berlusconi y José María Aznar intentan -como Adenauer en su tiempo- ponerse la careta de "centro" para disimular su extremismo derechoso. Ambos apoyan con entusiasmo la "tercera vía" de Blair y Clinton, y están en la primera fila en la cruzada de Bush contra los "malos" del Islam, que quieren destruir la civilización occidental y cristiana. Aznar, quien a mediados de mes recibió en Granada (la de Lorca) al Cavaliere -apodo con el que se le conoce a Berlusconi en Italia- a hecho de la lucha contra el "terrorismo" el eje de la nueva concertación permanente con Italia. El gobierno italiano aceptó el argumento de que organizaciones como Batasuna, Haika, Gestoras pro Amnistía o el diario Gara son meros instrumentos de la organización separatista armada vasca ETA, según el vicepresidente del gobierno español y ministro del Interior, Mariano Rajoy. Una declaración de Rajoy exhibe de manera palmaria el pensamiento de los "demócratas" españoles: "Se trata de que a la libre circulación de capitales se añada la libre circulación de policías y resoluciones judiciales" (El País de Madrid, 13/11/2001).
Los nexos de Vicente Fox con Aznar son más conocidos. Durante su reciente gira por España, el Partido Nacionalista Vasco acusó a Fox de actuar "como Cantinflas" y denunció su "pragmatismo grosero". A su vez, el "pacto antiterrorista" del Presidente de México con el jefe de gobierno español, antecedido por una sucesión de extradiciones ilegales de vascos residentes aquí -iniciadas durante el gobierno de Ernesto Zedillo-, recibió una queja de Batasuna, quien le reclama a Fox la falta de apego a los principios constitucionales mexicanos en materia de política exterior. Fox tiene en su gabinete, como secretario de Trabajo, a un católico confesional, Carlos Abascal, hijo de aquel jefe sinarquista que quería ser un fhürer mexicano. Con Abascal hijo reapareció en México la ideología social de la Rerum Novarum, la encíclica que al analizar las cuestiones del trabajo propugnaba la armonía entre los individuos y la colaboración de clases; donde los pobres, proletarios, debían obedecer, y se pedía a los patrones y oligarcas ser magnánimos.
El círculo se cierra. Con el apoyo del neofascista Berlusconi, Aznar quiere romper con los principios de subsidiaridad y solidaridad, que son conceptos cristianos, que al español no le interesan. Se reclama de centro y reformista además de humanista, y necesita una internacional a su medida. Pero como dice Iñaki Anasagasti, del PNV, la Internacional Demócrata de Centro es una "mascarada", porque Aznar "es un hombre de la derecha dura española". Y Fox, un "sumiso". La coincidencia entre las políticas del régimen foxista y el pensamiento de Rajoy no se discute. Como es sabido, la libre circulación de capitales y policías van juntas. En eso no hay fisura. Iniciativa privada y contraterrorismo. La vía idónea tal vez, para que, como sugiere Soledad Loaeza, se ingrese al siglo XXI con un proyecto de restauración del inmovilismo social, con eje en el fatalismo y la autocompasión.