PRI: LA CRISIS, RENOVADA
La
18 asamblea nacional del Partido Revolucionario Institucional culminó
ayer, 20 de noviembre, fecha emblemática para ese instituto político,
sin una propuesta clara de reforma política e ideológica
y con un paquete de modificaciones estatutarias que reflejan las luchas
intestinas por el poder y el control del partido, pero que sólo
en un exceso de imaginación --o de demagogia-- podrían ser
calificadas de democratizadoras.
Por principio de cuentas, el encuentro --cuyas mesas se
realizaron en diversas ciudades del país-- eludió el problema
de la ausencia, en el tricolor, de un proyecto de nación. En tanto
se mantuvo en el poder, el PRI logró prescindir de ese elemento,
central en cualquier otra formación política, y pasar, sin
mayores remordimientos, del nacionalismo revolucionario al neoliberalismo,
bautizado como "liberalismo social" en tiempos del salinato.
Pero ahora, en la oposición, este partido no debiera
seguir prescindiendo de tal proyecto porque de ello depende su sobrevivencia
y, si es que pretende disputar el poder presidencial algún día,
su capacidad para convencer al electorado.
Algunas reformas a los estatutos son cosméticas,
como la conseguida en Veracruz para otorgar a las mujeres y a los jóvenes
cuotas hasta de 40 por ciento de las candidaturas, en supuesto detrimento
de los tradicionales sectores corporativos priístas. La modificación
podría significar un avance real si no fuera porque las organizaciones
correspondientes a tales sectores --principalmente CTM, CNC y CNOP-- se
encuentran en una situación de ruina política y carecen,
a estas alturas, de relevancia.
Otras, como la concentración de poderes y de prerrogativas
del IFE en la presidencia partidaria, constituyen un giro centralista y
verticalista que favorece, ciertamente, las aspiraciones de poder de Roberto
Madrazo y su corriente, pero que no pueden llamarse, sin rubor, democráticas.
En términos generales, el cónclave de priístas
evidenció la capacidad de liderazgo del madracismo y exhibió,
con ello, el drama de un partido que requiere, con urgencia, de una democratización
interna, pero cuya única opción de mando parece ser, por
desgracia, una corriente encabezada por lo más representativo de
las tradicionales lacras antidemocráticas, de la alquimia electoral
y el mapachismo: el ex gobernador de Tabasco, en cuyo historial político
figuran varios y documentados fraudes comiciales.
La otra gran paradoja dolorosa es que, como telón
de fondo de la 18 asamblea del PRI, un presidente no priísta encabezaba,
por primera vez en la historia, la conmemoración del 20 de noviembre,
fecha que el tricolor tenía casi como patrimonio propio y que sigue
siendo, en todo caso, uno de los fetiches centrales del discurso priísta.
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