Espejo en Estados Unidos México, D.F. miércoles 21 de noviembre de 2001
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Editorial

PRI: LA CRISIS, RENOVADA

SOLLa 18 asamblea nacional del Partido Revolucionario Institucional culminó ayer, 20 de noviembre, fecha emblemática para ese instituto político, sin una propuesta clara de reforma política e ideológica y con un paquete de modificaciones estatutarias que reflejan las luchas intestinas por el poder y el control del partido, pero que sólo en un exceso de imaginación --o de demagogia-- podrían ser calificadas de democratizadoras.

Por principio de cuentas, el encuentro --cuyas mesas se realizaron en diversas ciudades del país-- eludió el problema de la ausencia, en el tricolor, de un proyecto de nación. En tanto se mantuvo en el poder, el PRI logró prescindir de ese elemento, central en cualquier otra formación política, y pasar, sin mayores remordimientos, del nacionalismo revolucionario al neoliberalismo, bautizado como "liberalismo social" en tiempos del salinato.

Pero ahora, en la oposición, este partido no debiera seguir prescindiendo de tal proyecto porque de ello depende su sobrevivencia y, si es que pretende disputar el poder presidencial algún día, su capacidad para convencer al electorado.

Algunas reformas a los estatutos son cosméticas, como la conseguida en Veracruz para otorgar a las mujeres y a los jóvenes cuotas hasta de 40 por ciento de las candidaturas, en supuesto detrimento de los tradicionales sectores corporativos priístas. La modificación podría significar un avance real si no fuera porque las organizaciones correspondientes a tales sectores --principalmente CTM, CNC y CNOP-- se encuentran en una situación de ruina política y carecen, a estas alturas, de relevancia.

Otras, como la concentración de poderes y de prerrogativas del IFE en la presidencia partidaria, constituyen un giro centralista y verticalista que favorece, ciertamente, las aspiraciones de poder de Roberto Madrazo y su corriente, pero que no pueden llamarse, sin rubor, democráticas.

En términos generales, el cónclave de priístas evidenció la capacidad de liderazgo del madracismo y exhibió, con ello, el drama de un partido que requiere, con urgencia, de una democratización interna, pero cuya única opción de mando parece ser, por desgracia, una corriente encabezada por lo más representativo de las tradicionales lacras antidemocráticas, de la alquimia electoral y el mapachismo: el ex gobernador de Tabasco, en cuyo historial político figuran varios y documentados fraudes comiciales.

La otra gran paradoja dolorosa es que, como telón de fondo de la 18 asamblea del PRI, un presidente no priísta encabezaba, por primera vez en la historia, la conmemoración del 20 de noviembre, fecha que el tricolor tenía casi como patrimonio propio y que sigue siendo, en todo caso, uno de los fetiches centrales del discurso priísta.
 

 

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