LA MUESTRA
Carlos Bonfil
Lejos de casa
DE SUS PRIMERAS cintas, a finales de los años sesenta, a la fecha, el realizador británico Ken Loach ha mantenido una actitud crítica y muy consecuente al erigir en personaje principal de sus narraciones a la clase trabajadora. Kes (1969) y Vida en familia (1972) articulaban a su modo una crónica de la vida proletaria en Inglaterra, con el cuestionamiento al calce de una moral tradicional incapaz de responder a las inquietudes de las nuevas generaciones. Ligado por su estilo directo y de corte casi documental a las experiencias del free cinema de los años sesenta, Loach es el único realizador inglés (si exceptuamos el caso de Mike Leigh) que hasta hoy persevera en el afán de realizar un cine social de espaldas a las expectativas del aparato comercial de Hollywood y los cálculos de la mercadotecnia.
EN RIFF-RAFF (1990), Ladybird, Ladybird (1994) y Mi nombre es Joe (1998), el cineasta explora con agudeza y fuerza dramática situaciones específicas (la política sindical y el desencanto obrero, la maternidad y las fallas en el sistema de seguridad social, la tiranía del alcoholismo), para dar luego un salto aventurado hasta el tema del compromiso social en las luchas políticas en otros países: la Nicaragua sandinista (Espíritu de cristal/ Carla's song, 1996), la lucha anarquista española (Tierra y libertad, 1995) y finalmente, en Lejos de casa (Bread and roses, 2000) el medio sindical californiano, donde a principios de la década pasada trabajadores de limpieza de origen mexicano y guatemalteco protagonizan una lucha por mejoras salariales.
COMO EN SILENCIO roto, cinta española presentada anteayer en la Muestra, las mujeres juegan también aquí un papel importante. Maya (Pilar Padilla) es la joven que cruza ilegalmente la frontera estadunidense en busca de empleo y que, apoyada por su hermana mayor, Rosa (Elpidia Carrillo, estupenda), se ve obligada a aceptar un trabajo mal remunerado en el servicio de limpieza de un edificio de oficinas. Sigue el catálogo de humillaciones, desde la presión para entregar su primer mes de paga al capataz que se digna emplearla, hasta el chantaje cotidiano contra la trabajadora que a cada instante teme ser remplazada.
KEN LOACH ESBOZA paralelamente una historia de amor entre Maya y un sindicalista estadunidense (Sam/ Adrian Brody), acompañada de la toma de conciencia de la joven. El manejo de esta historia sentimental es sin embargo demasiado esquemático (un problema ya presente en Espíritu de cristal). Con todo, el estilo de Loach brilla en una escena magistral, en el enfrentamiento de Maya con su hermana Rosa y en las razones de esta última para rechazar las demandas sindicales. Paulatinamente abandona Lejos de casa su tono didáctico, su intachable corrección política, para ofrecer un punto de vista más interesante y complejo. El realizador rehúye la mirada condescendiente, respeta el habla coloquial de la comunidad descrita, mezcla algo de música norteña, y en breves anotaciones da cuenta del desarraigo cultural de los personajes. Loach conserva su estilo característico, muy ágil aún, muy convincente, a leguas sin embargo de la fuerza de un clásico como La sal de la tierra.
LA PERSEVERANCIA DE Loach en su actitud no conformista es, con todo, hoy día, una sorpresa estimulante.