miercoles Ť 21 Ť noviembre Ť 2001

José Steinsleger

Historia de los príncipes haraganes

El día en que los Emiratos Arabes Unidos (EAU) celebraron el primer año de su independencia (1973), el jeque Zayed bin Sultan al-Nahyan, emir de Abu-Dhabi, estaba feliz. Despertó, y cuando se encaminaba a su jardín artificial para cumplir con sus oraciones se encontró con un flamante vehículo color banana y chocolate, obsequio de la Rolls Royce de Inglaterra.

Bajo la manga, la Rolls traía una propuesta: que el emir decretase que en adelante la marca sería la oficial de todos los jeques de los EAU. Pero un alcahuete de la corte le arruinó el día: en el vecino Kuwait, el jeque Sabah al Salem Sabbah había recibido un obsequio similar. Zayed montó en cólera. Y al día siguiente prohibió la venta de la Rolls en los siete emiratos regidos por su presidencia. Con el propósito de disuadirle, los ingleses visitaron al jeque. Mas de nada sirvieron los esfuerzos para convencerlo de que el Rolls del kuwaití era color pistache y zarzamora.

Dos años después, riéndose bajito y a costillas del vecino, el emir de Kuwait adquirió 10 por ciento del paquete accionario de Volkswagen y 14.6 del de Mercedez-Benz. Lejos de sentirse derrotado, Zayed purgó la depresión concentrándose en su actividad favorita: invernaderos que producían 56 toneladas de pepinos y 27 de tomate a un costo de 400 dólares el kilo. Arriesgando el cuello, sus asesores le hicieron notar la escasa rentabilidad de tales actividades. Zayed los echó a espadazos acusándolos de "derrotistas". Pero en el Mundial de Futbol de 1990, el jeque recuperó el optimismo gracias a la discreta participación de la selección "nacional" de los EAU, integrada por iraníes, paquistaníes, jordanos, hindúes y palestinos.

Al noroeste de los EAU está Quatar, pequeña protuberancia sin un solo río, bañada por las aguas del golfo Pérsico. Quatar tiene 300 palacios y 141 pozos de petróleo. Según el artículo 22 de la "Constitución": "...el poder es hereditario para los miembros de la familia Al Tahani". Más adelante aclara que el Estado es "independiente, democrático y soberano".

En Quatar, los hombres pueden hacer el amor a sus mujeres siempre y cuando pasen de las seis de la tarde. En Doha, la capital, existe un floreciente mall y en los cafés, los fumadores de arguilla (pipa de tabaco cuyo humo pasa por el agua) se la pasan contemplando el techo hasta que el almuecín los llama a la oración, cinco veces al día.

La vida es más enredada en Omán. Allí, los calumniadores de la "honestidad femenina" (mirar a una mujer, por ejemplo) recibían hasta no hace mucho 80 azotes y los borrachos 40 y 40 días de calabozo. Y mientras los ingleses tomaban el five o'clock tea y los yanquis malteada de chocolate, el príncipe Saiyid Thuwuainy Sehab Al Said supervisaba desde las ventanas del palacio el cercenamiento de miembros, decapitaciones y ahorcamientos de los infractores, ejecutados en la plaza pública para escarmentar a la población.

Todo aquello era tolerado discretamente por los funcionarios occidentales que, por motivos petroleros, consideraban poco realista denunciar las atrocidades cometidas por la autocracia teocrática omanita. Cuando Omán se "liberó" con la "independencia", Occidente "descubrió" que en las mazmorras los presos eran castigados con el mismo látigo usado por la marina británica en el siglo XVI.

El auténtico paraíso radica en Bahrein, donde se cree que existió el Edén que narra el Antiguo Testamento y tuvo lugar la historia de Adán y Eva. En Manamá, la capital, se puede tomar alcohol, hay un casino, centros de diversión y el prostíbulo más célebre del Golfo, frecuentado por los técnicos occidentales y los jeques disfrazados de laicos para gozar de sus encantos.

El sultán Isa Bin Sulman al Califa, emir de Bahrein, tiene gustos costosos: es fanático de las carreras de camellos y en Londres posee una de las mejores cuadrillas de caballos de sangre pura. Al sultán le gusta apostar en los casinos de la Costa Azul, Montecarlo y Beirut. Como odia firmar cheques viaja con un ayudante que carga con un maletín hinchado de libras esterlinas.

En cada ocasión que anuncia un viaje, los empleados de los principales hoteles de Europa y Nueva York sufren ataques de ansiedad cuando averiguan si el sultán reservó habitaciones en los sitios donde ellos trabajan.

En Arabia Saudita, principal aliado de Washington y tutor de estos países que rodean su territorio, la policía religiosa (la temible Matowah) tiene orden de pintar de negro las piernas de las mujeres que "se portan mal". Cuando el almuecín llama a la oración desde el alminar de las mezquitas, la Matowah la emprende a garrotazos contra los que se hallan distraídos.

De los jeques de Kuwait, los EAU, Quatar, Bahrein, Oman y Arabia Saudita, en cuyos territorios subyace 65 por ciento del petróleo de la tierra, depende 20 por ciento de la población mundial que ha condenado a la miseria al 80 por ciento restante. ƑQué pasaría con la "civilización occidental" si los seguidores de Bin Laden los pasan a degüello?