miercoles Ť 21 Ť noviembre Ť 2001

Arnoldo Kraus

Enfermedad: unas notas

Buena parte de la literatura de ficción y de la poesía proviene de la experiencia propia, de la experiencia "de vida" del autor. Esas vivencias pueden o no ser "absolutamente legítimas" o cercanas a la realidad. Para los lectores, sin embargo, es innecesario saber qué proporción corresponde al retrato de lo vivido y cuál a lo imaginado. Lo cierto es que los personajes, los sitios, los deseos y los recuerdos son con frecuencia el autor y su entorno. Son, en muchos sentidos, las historias clínicas y las recetas de las propias vidas transmutadas en ficción. Por ejemplo, Fedor Dostoievski analiza en El idiota su experiencia acerca de la epilepsia, y en la trama de la novela es posible leer cómo el personaje vive con su enfermedad a partir de la interpretación de los síntomas y temores provenientes del mal del autor, del enfermo convertido en narrador. La pregunta podría ser: Ƒse escribe distinto sobre determinadas patologías cuando se padecen o cuando sólo se sabe "un poco" de ellas?

Otro ejemplo, en este caso proveniente de la poesía, es el de Ted Hughes, quien en Cartas para el nacimiento (Birthday letters) vierte una profunda visión acerca de la depresión y el suicidio no sólo desde su propia piel, sino a través de las vivencias del suicidio de quien fuese su esposa, la también poeta Silvia Plath. La prosa de algunos autores recuerda que la literatura en muchos casos suele no ser más que la historia clínica de una misma tinta que puede servir para narrar o expresar las propias dolencias.

En ese sentido es interesante recordar que Virginia Woolf se preguntaba sorprendida en su ensayo Estar enfermo cuáles eran los motivos por los cuáles no existía una literatura más vigorosa, más contundente, sobre la enfermedad. No sobra rememorar que Woolf se suicidó arrojándose a las aguas del río Ouse ni tampoco enfatizar que para algunos filósofos el arte es, en cualquiera de sus formas, "una suspensión de la tragedia de existir".

Plasmar el sufrimiento por medio de la prosa, la pintura o la música puede ser una suerte de diván o una exégesis del dolor. La experiencia inversa: escribir, meditar o cuestionar a partir de la propia enfermedad, también suele ser fuente inagotable de reflexión, sobre todo cuando se es paciente crónico o enfermo terminal.

En esa etapa muchas personas se convierten en verdaderos narradores, en sujetos que cuentan y en ocasiones inventan historias. Su propia vivencia y el peso de la realidad -Ƒcuándo llegará la muerte?- les permite profundizar a través de la naturaleza de sus males, y por ende de su propia vida, acerca de las avenidas por las cuales deben desfilar sus sinsabores. Para muchos ese estado los confronta, los desnuda y les advierte que nunca se está tan vivo que cuando llega la hora de la muerte. Recuerdo cómo un enfermo decía que las paredes de los hospitales y las batas de los médicos "deben sangrar historias".

En La peste, uno de los personajes de Albert Camus pregunta al médico: "Ƒy quién le enseñó todo esto?", a lo cual éste respondió con celeridad: "el sufrimiento". El temor o las situaciones en las cuales la vida se ve amenazada son una vía para inventar historias, para refugiarse en la esperanza de las fantasías. En muchos sentidos la narrativa contra el dolor, el análisis que el enfermo hace de sus males es una respuesta que se inventa para generar "anticuerpos" -anticuerpos literarios- contra la enfermedad o contra la angustia generada por la incertidumbre implícita cuando la salud se altera.

En algunas circunstancias la "propia" narrativa de la enfermedad, sobre todo cuando la vida se ve amenazada, otorga al individuo la posibilidad de alejarse de los convencionalismos y mostrarse ante sí mismo y ante el mundo "como uno mismo". La perspectiva de la finitud exige asir el tiempo, darle peso al día y aprehender incluso lo lejano. Leí en la autobiografía de un paciente terminal -Anatole Broyard- que "el tiempo deja de ser inocuo y ya nunca nada es casual".

Los creadores cuando padecen o algunas personas cuando enferman y logran penetrar su mal mediante metáforas, poesía o pintura han legado una fuente inagotable de ideas. Para muchos el sufrimiento y el dolor conceden al tiempo una dimensión "más real" y ofrecen al individuo la posibilidad de expresar, por medio de cualquier proceso creativo, sus propias fantasías para así mitigar sus dolores. Y es que en muchos sentidos, las analogías entre arte y sufrimiento son múltiples.