Terrible actuación petrolera
L a semana pasada debí haber comentado el desastre al que ingresaba el mercado petrolero. Por razones extraordinarias me fue imposible enviar a tiempo estas notas. Una disculpa. Los recientes acontecimientos -reunión de la OPEP, negativa de Rusia a recortar y desplome de precios el jueves- exige rehacerla un poco, con el ánimo de reflexionar sobre la situación de hoy y el papel de México, que me atrevo a caracterizar de terrible.
Junto con la Rusia petrolera de hoy -que anhela nuevamente producir 10 millones de barriles al día y que en los últimos años ha elevado aceleradamente su producción, sólo ocupándose de su crisis individual-, México ha coadyuvado a debilitar a los productores para enfrentar ya no sólo el drástico descenso de la demanda mundial de crudo por la caída económica, sino su desplome luego de los acontecimientos del 11 de septiembre. Por ello, los correctos esfuerzos de cabildeo con la misma Rusia y con Noruega se realizan tardíamente.
A principios de la semana el WTI se cotizaba a 21 dólares; el jueves a sólo 17 dólares. Los primeros días de septiembre a 28. Hace exactamente un año costaba 35 dólares por barril, precio alto, sin duda, ante una demanda que ya mostraba incrementos muy débiles o francos descensos. Pero nada justifica un desplome de 18 dólares en 12 meses. Anualizada, la sola caída de 10 dólares por barril registrada del 11 de septiembre al 16 de noviembre le quitaría al México de un millón 700 mil barriles de exportaciones unos 6 mil millones de dólares. Hoy nuestra mezcla bordea la línea de los 12 dólares por barril, luego de promediar poco más de 19 todo el año. ¿No es dramático? ¿Por qué siempre se actúa tardíamente? ¿Por qué la expansión continua de nuestra producción -menor que la rusa, sin duda, pero también desmedida- y, sobre todo, de las exportaciones que hoy se concentran en 80 por ciento en unos Estados Unidos con demanda en severa caída?
Se dirá, adecuadamente, que la razón principal de la debacle es la caída de la demanda. Pero esto es insuficiente y relativamente falso si no se aclara el comportamiento de los productores frente a ella. Incluso con demanda muy dinámica se puede experimentar un desequilibrio similar cuando la oferta lo es aún más. Recuérdense, si no, los terribles meses de 1998 de mezcla mexicana a 8 dólares.
Pero, ¿qué hicieron Rusia, Noruega y México este año? Muy simple, incrementar sus exportaciones (10, 8 y 5 por ciento) por encima del crecimiento de la demanda y, con ello, colaborar a inundar un mercado de crudo en franco retroceso. Y, todavía más, se resisten a aceptar la invitación de la OPEP a cooperar en una reducción de productores no-OPEP de 500 mil barriles. Rusia ofrece 30 mil; Noruega lo está pensando. México -vaya- ofreció 100 mil.
Es preciso el recorte. Los hechos lo confirman: 1) salvo el cuarto trimestre de 2000, en que la demanda mundial de crudo creció un poquito (2 por ciento), el resto de los trimestres descendió o, en el mejor de los casos, se estancó; 2) para el caso particular de Estados Unidos, la demanda creció hasta el cuarto trimestre del año pasado (4 por ciento), pero a partir de este año no sólo dejó de crecer, sino que ha descendido de forma tal que ?también en el mejor de los casos? el consumo en 2001 será igual al de 2000: 19 millones 700 mil barriles aproximadamente; 3) es cierto ?para hablar un poco, pero sólo un poco, en descargo de nuestra conducta petrolera de los dos últimos años? que la OPEP acompañó el crecimiento de la demanda en 2000 con un crecimiento de su producción que alcanzó 9 por ciento en el trimestre de 2000 (de nuevo respecto al primer trimestre de ese mismo año), pero durante este año ha disminuido su producción, de forma tal que en este último trimestre su producción es, apenas, 3 por ciento superior a la de ese primer trimestre de 2000; 4) en este contexto los precios se elevaron casi 10 por ciento del primer trimestre de 2000 al tercero de ese año, pero desde entonces han descendido y acumulan una caída superior a 30 por ciento respecto al invierno pasado y de 18 por ciento respecto al primer trimestre de 2001. De continuar este desequilibrio oferta-demanda -relativizado un poco, por cierto, por el comportamiento más racional aunque un poco tardío de la OPEP?, es probable que los precios pudieran sostener su nivel actual 40 por ciento inferior al del primer trimestre de 2000 y casi equivalente a la mitad del registrado en el tercer trimestre de ese mismo año.
La OPEP ha tomado una correcta decisión de recortar sus cuotas en millón y medio de barriles diarios, pero la ha condicionado -en mi opinión correctamente, a pesar del riesgo de guerra de producción y, con ello, de precios- a que los productores no-OPEP (primordialmente Rusia, Noruega y México) también reduzcan su producción. El lunes pasado el secretario de Energía aseguró que México lo hará y que apoyará a que también lo hagan Rusia y Noruega. Es lo menos.
En los últimos siete trimestres (casi cuatro del anterior gobierno, otro tanto del gobierno del cambio), las cosas han sido erráticas y terribles: 1) exportaciones en ascenso prácticamente constante hasta el primer trimestre de este año: 15 por ciento (casi 50 por ciento respecto al primer trimestre de 1995); 2) muy leve descenso, durante los dos últimos trimestres, de forma tal que en el tercer trimestre de este año, con demanda mundial ligeramente inferior al primer trimestre de 2000 y con demanda estadunidense similar a la de ese mismo pero inferior en casi 3 por ciento a la del mismo tercer trimestre del año pasado, exportamos 9 por ciento más que en el primer trimestre de 2000 y prácticamente lo mismo que a finales del año pasado; 3) por si esto fuera poco, promesa de seguir abasteciendo a nuestros vecinos con lo que quieran y requieran; 4) y, lo peor, pérdida de coordinación con los productores. Mientras, la mezcla mexicana ya llegó a 12 dólares. ¿No les parece terrible?