domingo Ť 18 Ť noviembre Ť 2001
Guillermo Almeyra
Kabul. ƑY después?
Si el Departamento de Defensa creyese que llegó el momento de arrasar Irak, podría patear un avispero político-social y agravar la crisis. Kabul, por lo tanto, no es un punto de llegada sino un punto de partida de nuevos forcejeos
Como habíamos escrito, el problema militar planteado por lo talibanes era prácticamente inexistente, dada la posibilidad de cerrar la frontera paquistaní a los abastecimientos en alimentos y municiones y la superioridad aérea y técnica de Estados Unidos. El problema central, no resuelto, es el político. Irán, Rusia, China querían acabar con los talibanes, pero no quieren desaparecer del mapa político de la región, y aún menos de la disputa por los recursos de la misma.
Irán mantiene el control de los hazaras, que son chiítas, en la Alianza del Norte. China ve con inquietud la posibilidad de un dominio pleno de Washington sobre Pakistán y la transformación de Afganistán en un protectorado estadunidense. Rusia, por su parte, influencia a los uzbekos, que son la mayor fuerza militar de la Alianza, y queda el problema de Pakistán, que no quiere un gobierno hostil de las minorías uzbeka, tadjika, hazara ni un gobierno fantoche de los pashtunes del rey octogenario, así como el problema de las tribus pashtunes y de los ultranacionalistas de ambos lados de las fronteras afgano-paquistaníes. Sin contar con el hecho de que el terrorismo potencial y el capital político de Bin Laden se han acrecentado enormemente en todo el mundo musulmán y, en general, en los países dependientes, debido a que la guerra imperial de Bush ha convertido al multimillonario saudita, conservador, reaccionario, en un mártir de la resistencia al capital, cosa en la que jamás habría soñado...
Por consiguiente, Estados Unidos pasará a depender de otros en un juego diplomático que, en lo inmediato, le atará parcialmente las manos y que lo obligará a modificar sus planes primitivos, ya que una cosa son sus deseos y otra su posibilidad de realizarlos por completo. Eso alargará los ritmos del proceso, dando tiempo al crecimiento de la resistencia, pues la recesión sigue. La manifestación en Roma contra la guerra, que movilizó 100 mil personas hace ocho días, contra apenas 30 mil a favor del apoyo militar a la guerra imperial, es una nueva golondrina que sigue a la golondrinota pacifista de la marcha de Perusa a Asís, de 250 mil personas y, si bien no marca aún el verano, muestra que el aire social se calienta.
Los aliados de Estados Unidos se dividen en dos clases, los incondicionales y serviles y los dubitativos, tergiversantes, como algunos países europeos. Estos aprovecharán la situación para maniobrar diplomáticamente, mientras Estados Unidos intentará sin duda aprovechar su relativo éxito momentáneo para golpear el hierro mientras aún está caliente. Las diferencias aflorarán nuevamente, y si Bush necesita como aliado a Vladimir Putin eso indica una posición de relativa debilidad y no sólo el pragmatismo sin principios del general de la KGB estalinista convertido mágicamente en estadista democrático.
La crisis económica provoca resistencias y éstas asumen incluso el rostro horrendo del terrorismo, provocando además miedo e histeria en Estados Unidos, lo cual no es muy bueno para proseguir a todo trapo con una política de guerra, pero sí sirve para imponer medidas totalitarias, que provocarán también resistencia. El fundamentalismo engendra fundamentalismo, y ahí está el régimen racista de Ariel Sharon para estimular ese sentimiento en el mundo árabe, ya chocado por el fundamentalismo del cruzado George Corazón de León, el Petrolero.
Si los locos del Departamento de Defensa creyesen que llegó el momento de arrasar Irak, podrían patear un avispero político-social y agravar la crisis con un nuevo shock petrolero. Kabul, por lo tanto, no es un punto de llegada sino un punto de partida de nuevos forcejeos, no sólo contra los afganos, que no han sido aún conquistados, sino sobre todo con los aliados, el más débil de los cuales, y más frágil, es Pakistán. Ť