DOMINGO Ť 18 Ť NOVIEMBRE Ť 2001
Ť Bush, heredero de una amplia red de intereses en el mundo petrolero
Intereses turbios e intrigas de EU en la Guerra del Golfo se repiten en Afganistán
DE LA REDACCION
La trama de intrigas, negocios poco claros y contradicciones entre los intereses privados y la diplomacia pública de Washington que trascendieron en la Guerra del Golfo, parece repetirse en el caso de Afganistán y la operación Libertad Duradera, cuyo principal impulsor, George W. Bush, augura como una "larga guerra" que se expandirá por el territorio afgano y por toda la región de Asia central.
Estas repúblicas colindantes con el mar Caspio contienen, juntas, 65 por ciento de las reservas de petróleo y gas natural del mundo y se calcula que para 2050 poseerán 80 por ciento de estas reservas (Energy Information Administration).
El propio Bush es heredero de una amplia red de intereses en el mundo petrolero que tienen la mira puesta en la región. Obtuvo importantes contratos para la prospección petrolífera en Argentina y Bahrein. La compañía JNB International, de su hermano Neil Bush, obtuvo en 1987 una concesión para la explotación petrolera en Argentina, negocio que se vio envuelto en el escándalo de la caja de ahorros Silverado, declarada en quiebra en 1988. El hijo mayor de la dinastía Bush encabezó negocios petroleros con un inversionista de Chicago, Talat Othman, de origen palestino, desde 1990. Othman permitió el boom de la pequeña compañía petrolera Harkem, propiedad de George W. Bush y que obtuvo un contrato para prospección petrolífera otorgado por su padre, entonces presidente del país, en el emirato de Bahrein.
En esta compañía petrolera tuvo 11.5 por ciento de las acciones Kahaled Ben Mafhuz, un saudi árabe identificado por el gobierno de Estados Unidos como socio de Osama Bin Laden y su hermano Salem, así como responsable de la quiebra del banco anglopaquistaní BCCI que generó un escándalo internacional y estuvo involucrado en el caso Irán-contras.
Factor Cheney-Wolfowitz
Otros miembros del equipo Bush tienen amplias redes en Medio Oriente. En primer sitio, el actual vicepresidente Richard Cheney fue presidente de la Halliburton Oil Supply Company, proveedora del equipo de producción petrolera más grande del mundo y clasificada por la revista Fortune como uno de los 200 consorcios más importantes en 1998. Desde ese puesto cabildeó para que la Casa Blanca levantara el embargo contra Irak. Cheney vislumbró la importancia de la región del Caspio señalándola como "la más importante para los futuros intereses estratégicos de Estados Unidos", por las enormes reservas de gas natural y petróleo.
Como secretario de Defensa de Bush padre, Cheney participó activamente en la campaña militar contra Panamá y durante la Guerra del Golfo fue uno de los impulsores clave de la intervención, en contra incluso de las reticencias de Colin Powell, entonces titular del Consejo de Seguridad Nacional y, según relata Bob Woodward en Los comandantes, intentó impulsar operaciones militares encubiertas contra Irak, a través del contralmirante William Owens.
Cheney logró que el rey Fahd de Arabia Saudita permitiera la instalación de bases militares estadunidenses en Daharan. Woodward relata en su reconstrucción de las intrigas y cabildeos en torno a la Guerra del Golfo, que el entonces titular del Pentágono le recordó al monarca saudi que Washington había ayudado a los sauditas en 1962, asistiéndolos contra Yemen y Egipto; brindó la protección de los embarques petroleros en el Golfo en los años 1987 y 1988. "Saddam Hussein podría atacar Arabia Saudita en menos de 48 horas. No sabemos lo que tiene intenciones de hacer", le afirmó Cheney al monarca. Fahd finalmente aceptó la instalación de las bases militares, lo cual provocó una reacción contraria de los grupos fundamentalistas.
Cheney desde su posición realizó también grandes negocios en Irán y sólo el año pasado recibió 36.1 millones de dólares en ingresos por su puesto en Halliburton.
Entre los personajes que apoyaron a Cheney para convencer a la monarquía saudita, se encontraba el entonces subsecretario político del Pentágono, Paul Wolfowitz, actual vicesecretario de la Defensa y considerado como una "cuña" de Cheney en el equipo de Colin Powell. Desde la Guerra del Golfo, Wolfowitz mantuvo la posición de enviar tropas unilateralmente. Al final de la campaña contra Irak, Wolfowitz fue clave, junto con Lawrence Eagleburger, para convencer a Israel que aceptara ampliar el despliegue de los misiles estadunidenses Patriot que podrían ser utilizados contra los Scud iraquíes.
Intereses de Rice y Powell
La actual consejera Nacional de Seguridad, Condoleezza Rice, fue integrante del consejo de administración de Chevron, empresa productora de armamentos y poderosa contratista de complejos petroleros, en la cual tiene acciones por un cuarto de millón de dólares. Perteneció al Consejo Internacional de JP Morgan, una de las consultoras bursátiles más poderosas del mundo. Chevron es una de las empresas interesadas en la construcción del oleoducto del mar Caspio.
A su vez, el actual titular del Departamento de Estado, Colin Powell, fue un personaje muy cercano a Caspar Weinberger, pieza clave en el escándalo Irán-contras. De 1983 a 1988, Powell fue un abierto promotor del apoyo financiero a los contrarrevolucionarios nicaragüenses y se presume que estuvo involucrado en la venta ilegal de armas a Irán. Su momento estelar fue como comandante del Estado Mayor que encabezó la operación Tormenta del Desierto en la Guerra del Golfo.
Woodward, quien ubica a Powell como el auténtico héroe de la Guerra del Golfo y su principal informante en Los comandantes, trazó de esta forma la personalidad del actual secretario de Estado en los momentos que descubre una operación encubierta en el Pérsico:
"Agitaba su dedo ante la cara de Owens. A la memoria de Powell acudieron las visiones de las actividades Irán-contras realizadas por Oliver North. Como North, Owens se estaba apartando de los canales establecidos, adaptándose a las exigencias a corto plazo y a las emociones de su jefe. Era una senda que podía conducir tanto al jefe como al país cuesta abajo. La mano del pasado no iba a rozar a Powell si podía impedirlo. Pensaba que él mismo había actuado como barrera de contención de tales impulsos cuando trabajaba con Weinberger. Sobrevivió al escándalo Irán-contras y entró en la Casa Blanca de Reagan, después de la tormenta, con la tarea de limpiar el Consejo de Seguridad Nacional como nuevo consejero adjunto. No salpicado por el escándalo, no permitiría ahora que una maniobra equivalente, al margen de los canales oficiales, floreciera ante sus ojos mientras él fuera comandante de la Junta" (Los comandantes, p. 300).
Por supuesto, otras informaciones revelan que el escándalo sí "salpicó" a Powell. En noviembre de 1985, explicó que recibió órdenes de Weinberger para realizar esfuerzos y considerara si 500 misiles podrían ser vendidos a Irán o Israel. Según los reportes oficiales, Powell sugirió que no se podía realizar la operación sin necesidad de informar al Congreso.
Las huellas del Irangate y del Talibangate
El escándalo Irán-contras constituye un expediente que vincula a la mayor parte del equipo estratégico de Bush padre y Bush hijo. La operación encubierta puso en entredicho la política de Ronald Reagan frente al régimen del ayatolla Jomeini, con quien negoció la venta de armas para destinar esos recursos a la contra nicaragüense. En esa trama apareció por primera vez Osama Bin Laden como uno de los ricos financiadores sauditas, el Congreso descubrió un acuerdo secreto con el "satán" actual.
La línea de este financiamiento se operó a través del Banco de Crédito y Comercio Internacional (BCCI), institución anglo-paquistaní. De acuerdo con los datos disponibles sobre el escándalo, el gobierno de Ronald Reagan utilizó al BCCI para corromper al gobierno iraní con el objetivo de aplazar la liberación de los rehenes estadunidenses que se mantuvieron en la embajada de Teherán. Este hecho provocó el fracaso del gobierno de James Carter y permitió el ascenso de Ronald Reagan y de su vicepresidente George Bush, ex director de la CIA desde la época de Richard Nixon.
Reagan y Bush utilizaron también el BCCI para colocar "donaciones" de Arabia Saudita a la contra nicaragüense y, con estos recursos, financiar a los mujaidines afganos, en ese momento enfrentados a la invasión soviética. El enlace con los entonces "luchadores de la libertad" era Osama Bin Laden. Los principales comerciantes de armas del Irangate, Adnan Khashoggi y Manucher Ghobanifar, trabajaron como agentes encubiertos de la CIA, en la época en que Bush padre dirigía este organismo de inteligencia.
Piezas claves
La CIA y el BCCI son las piezas claves de un entramado de intereses estadunidenses en Medio Oriente y Asia central que involucran a la familia Bush, así como a dos ex directores de la agencia, Richard Helms y William Casey, quienes también trabajaron para el BCCI.
Casey fue el artífice de las operaciones encubiertas hacia la contra nicaragüense por 19 millones de dólares. El director de la CIA -quien trabajó con Bush- armó también el financiamiento a los mujaidines afganos.
Los primeros ataques, cuenta Ahmed Rashid, alegraron a Casey, quien "en su siguiente viaje a Pakistán cruzó la frontera de Afganistán con el presidente Zia, para pasar revista a los grupos mujaidin... Casey prometió el apoyo de la CIA a una vieja iniciativa para reclutar musulmanes radicales de todo el mundo que acudirían a Pakistán y lucharían con los mujaidines afganos. El ISI había fomentado esa acción desde 1982 y ahora todos los demás participantes tenían razones para apoyar la idea. El presidente Zia se proponía consolidar la unidad islámica, convertir a Pakistán en el dirigente del mundo musulmán y promover la oposición islámica en Asia central. Washington quería demostrar que todo el mundo musulmán luchaba contra la Unión Soviética al lado de los afganos y de sus benefactores estadounidenses. Por último, los saudíes veían una oportunidad tanto para promover el wahabbismo (movimiento fundamentalista radicado en territorio de Arabia Saudita) como para librarse de sus contrariados radicales.
"Ninguno de los participantes en el juego reconocía que esos voluntarios tuvieran sus propios objetivos y que acabarían por desviar el odio que sentían a los soviéticos hacia sus propios regímenes y los estadunidenses", escribe Rashid.
Por supuesto, entre esos "voluntarios" se encontraban los integrantes del movimiento talibán que hoy está bajo la metralla de sus anteriores aliados.