DOMINGO Ť 18 Ť NOVIEMBRE Ť 2001

Ť Aún no está claro si los talibanes dejaron Kandahar para replegarse en las montañas

Crece en Afganistán la posibilidad de una guerra civil; pronto podría haber 3 capitales

Ť Rabbani tiene el apoyo de Rusia pero difícilmente podría gobernar todo el país

JUAN PABLO DUCH ENVIADO

Tashkent, 17 de noviembre. En medio de información de suyo contradictoria, la constante que acompaña los últimos días cuanto acontece en el vecino país de Afganistán, hacia la medianoche de este sábado aún no era claro si los talibanes dejaron Kandahar, el feudo del régimen integrista, para replegarse en las montañas del sur.

Los bombardeos de la aviación estadunidense sugieren que esa ciudad no ha sido entregada todavía, pero lo relevante para el futuro de la contienda en suelo afgano, es que Kandahar quedará en manos de los pashtunes, como todas las regiones de la parte meridional del país.

Desde hace días, cuando el dirigente supremo de los talibanes, el mullah Omar, y el hombre más buscado por Estados Unidos, Osama Bin Laden, salieron de Kandahar, dos comandantes integristas negocian con Hamid Karzai y otros jefes tribales pashtunes una retirada ordenada de la ciudad.

Talibanes y jefes tribales coinciden en el propósito de asegurar a la mayoría étnica de Afganistán una posición clave en el futuro gobierno de coalición, en contrapeso a las desmedidas ambiciones políticas de la minoritaria Alianza del Norte.

Para acabar de complicar las cosas, la shura o consejo de ancianos pashtunes de Nangarhar, designó este sábado como gobernador de dicha provincia del este a Haji Abdul Qadir, a pesar de que los hombres de Yunus Jalis fueron los primeros en entrar a Jalalabad, capital provincial.

Rivalidades y feudos

Es una decisión que más allá de rivalidades personales, motivo adicional de tensión en un feudo que ambos líderes pashtunes consideran como suyo, puede tener serias implicaciones para la búsqueda de un arreglo político en Afganistán.

Yunus Jalis, como caudillo de una de las facciones del Partido Islámico de Afganistán, defiende una línea dura cercana a los talibanes, mientras Abdul Qadir es el máximo exponente de los llamados pashtunes moderados, además de que está peleado a muerte con el régimen integrista desde que el mullah Omar ordenó ejecutar a su hermano Abdul Haq el pasado octubre.

Esto significa, en la práctica y dentro del caos imperante, que en Afganistán podría llegarse al absurdo de proclamar pronto tres capitales, ninguna reconocida por la comunidad internacional: Kabul, ocupada por la Alianza del Norte; Kandahar, controlada por talibanes o jefes tribales afines, y Jalalabad, en manos de los pashtunes moderados, distanciados del talibán, pero que tampoco son aliados de los tadjikos, uzbekos y hazaras del norte.

El riesgo de que surjan dos interlocutores más representativos de la población afgana, para Estados Unidos y Pakistán, promotores principales de que los pashtunes lleven la voz cantante en la conformación del gobierno de coalición, premisa aceptada por la ONU en su esfuerzo mediador, explicaría el retorno definitivo a Kabul, este sábado, del tadjiko Burhanuddin Rabbani.

El depuesto presidente afgano no goza de autoridad suficiente ni al interior de la Alianza del Norte, como confirma el hecho de que hasta los hazaras, un aliado nominal, tuvieron que enviar un contingente de varios miles de hombres armados en dirección a las cercanías de Kabul para velar por sus intereses. A la hora del reparto del poder, si los tadjikos no respetan la cuota que reclama esta minoría del norte, los combatientes no dudarían en entrar en la capital.

Rabbani, desde que traicionó al líder pashtún Gulbuddin Hekmatyar, quien era su primer ministro y optó por exiliarse enattack_afghan_v17y2 Irán al desconocer el acuerdo de cederle la presidencia tras un periodo de dos años, despierta desconfianza en muchos y difícilmente podría estar en condiciones de gobernar todo el país.

Otra cosa es que Rabbani lo pretenda y que su obstinación amenace con derivar en la prolongación de la guerra civil, probabilidad que ha ido en aumento desde que la Alianza tomó Kabul sin un acuerdo negociado sobre el futuro de Afganistán.

Antiguo jefe de un sector de mujaidines que combatieron a las tropas soviéticas, Rabbani, un ejemplo más de la desmemoria que provoca la geopolítica, tiene ahora en Rusia su mayor apoyo, por no decir que el único. Moscú, a falta de otra carta por la cual apostar en el rompecabezas afgano, insiste en que Rabbani sea considerado "presidente legítimo" y en que se discuta en Kabul una solución política. Incluso el gobierno ruso se disponía a mandar este sábado una delegación a la capital afgana, que fue retenida de último momento en Dushambé, alegando causas de "mal tiempo", quizás en un sentido más político que meteorológico.

Pero los problemas de Rabbani, que proclamó hoy desde Kabul la "victoria de todo el pueblo afgano, una victoria sobre el terrorismo internacional", no se limitan a una mesa de negociación que, por ahora, existe únicamente como proyecto, el cual lejos de concretarse pone de relieve cada vez nuevas y graves diferencias entre las partes implicadas.

Lo peor que podría hacer Rabbani, y que sería lo mejor para los talibanes, es caer en la tentación de creer que la Alianza del Norte puede por sí misma controlar la situación en Afganistán, sin el concurso de las tropas extranjeras y un entendimiento con los pashtunes del sur.

Un primer signo, peligroso de convertirse en tendencia, se dio este mismo sábado con la exigencia, por voz de Mohamed Fahim, el lugarteniente militar de Rabbani y aspirante número uno a sucesor, de que abandonen de inmediato el aeropuerto de Bagram, a 20 kilómetros de Kabul, los cien soldados británicos que llegaron el viernes en helicópteros que los transportaron desde la base militar de Kokaida, en Uzbekistán.

Extraña, a menos que las ambiciones políticas empiecen a provocar un desfase con la realidad, que la exigencia de Fahim haya ocurrido en un momento en que la Alianza necesita -y todavía mucho- a la aviación de Estados Unidos.

Desde hace varios días no menos de 20 mil milicianos talibanes, incluidos 10 mil miembros de la legión extranjera que encabeza el uzbeko Dzhuma Namangani, líder del movimiento radical islámico, controlan Kunduz y un radio de 20 kilómetros en torno a esa ciudad del norte del país, clave para cortar el acceso desde Tadjikistán.

No piensan rendirse y de la aviación estadunidense depende cuánto tiempo más estarán en Kunduz, antes de que la mayoría opte por diluirse en las montañas contiguas.

Así las cosas, no parece la coyuntura más propicia para que los dirigentes tadjikos de la Alianza pongan limitantes a la presencia de tropas de los países que, finalmente, hicieron posible con sus bombas que Rabbani se haya instalado en Kabul.

Es más, dentro de la Alianza, la idea de que las tropas extranjeras sobran fue respaldada sólo por el general uzbeko Rashid Dostum, aunque por otra razón, la de que nadie fiscalice los brutales métodos que emplea para mantener en orden Mazar-e-Sharif, zona que salvo el perímetro urbano continúa siendo escenario de frecuentes emboscadas y combates.

Difícil transportar la ayuda humanitaria

De este lado del río Amudaria, en Uzbekistán, sigue cerrado el puente de Termez, que facilitaría el transporte de ayuda humanitaria para los refugiados afganos. La oficina de la ONU en Termez afirmó hoy, por primera vez, que la negativa del gobierno uzbeko de abrir el puente entorpece seriamente esta labor, que ha tenido que limitarse a poco eficientes embarcaciones.

A las autoridades de Tashkent parece importarles más que Estados Unidos haya empezado a reconocer públicamente el papel clave que este país ha venido ejerciendo desde que comenzó la operación Libertad Duradera, como principal plataforma de apoyo logístico.

Esta mañana, aprovechando la estancia en Washington del canciller uzbeko Abdulaziz Kamilov, y al término de la entrevista de éste con su contraparte, Colin Powell, un portavoz del Departamento estadunidense de Estado hizo este elocuente anuncio:

"Como parte de la relación de largo plazo (con Uzbekistán), Estados Unidos está preparando un paquete significativo (de ayuda foránea), que incluye las áreas de asistencia humanitaria, seguridad, administración de agua, salud y servicios sociales", señaló Philip Reeker.

No mencionó el vocero los 25 millones de dólares que, se comenta aquí, cuesta al mes la cesión tan sólo de la base militar de Janabad, pero sí hizo referencia a una garantía de seguridad que interesa particularmente al gobierno de Islam Karimov: el compromiso de Estados Unidos de celebrar "urgentes" consultas bilaterales, en caso de que Uzbekistán enfrente amenazas directas por parte de los terroristas.