Ť La celebración, un acto de memoria y amor, sugiere
Dedica revista Crónicas y Leyendas número especial al Día de Muertos
CARLOS PAUL
Los muertos son nuestra raíz y nuestra savia. La relación con ellos es veneración gozosa, celebración luctuosa, es un acto de memoria y amor. Por eso no hay que dejar morir a nuestros muertos. Quien los deja morir no tiene origen y su memoria se diluye poco a poco, apunta Jermán Argueta, editor de la revista Crónicas y Leyendas (de esta noble, leal y mefítica ciudad de México), quien dedica un número especial al Día de Muertos, ritual antiguo y vivo que en nuestros días nos permite percibir lo eterno, convivir y reír con su majestad la Muerte.
Esta tradición, apunta Argueta, "es la única representación religiosa, colectiva, en la que todos somos actores: vivos y muertos. Puro surrealismo, diría André Bretón".
En este número especial (cuarta reimpresión), se registra el origen del culto a la muerte y cómo la celebración española de Todos los Santos y los Fieles Difuntos (1º y 2 de noviembre) se mezcló con la conmemoración del Día de Muertos que los indígenas festejan desde los tiempos prehispánicos. "Antes de la llegada de los españoles, dicha celebración se realizaba en agosto y coincidía con el fin del ciclo agrícola del maíz, calabaza, garbanzo y frijol, productos que eran parte de la ofrenda", culto del que también se da cuenta (en la revista) como un acto sincrético, así como de sus nueve elementos que la integran y su significado: el agua, la sal, el ocote, las flores, el petate, el izcuintle, el pan, los gollotes y las cañas; elementos a los que, luego de cinco siglos, se les han integrado olores, colores y sabores, como el incienso y el copal, el retrato del recordado, imágenes de santos, calaveras de azúcar, distintos guisados y cruces hechas con ceniza; además, el altar puede ser adornado con papel picado, telas y figuras de barro.
De igual manera se registra una crónica al regazo de nuestros muertos, a ese sitio "donde se respira el recuerdo y se da el rencuentro con la soledad y con uno mismo. A ese lugar pasajero y tierno donde la calma aletarga al tiempo: los panteones, que después de todo, son la dulce espera del sueño eterno".
Y aunque la muerte es una, son diferentes las maneras de festejarla, de reírse de ella y venerarla. Por eso se incluye un reportaje sobre Mixquic, "el pueblo de la muerte. Donde se fusionó el tzompantli con el corazón flechado", así como el registro de la fiesta de los muertos en Chilac y Cuetzalan, Puebla, en la sierra Mixe de Oaxaca y entre los yaquis y coras.
La revista se complementa con una tragicómica obra en cinco breves actos titulada La danza de la muerte, reflexión sobre el Halloween, "fiesta de fantasmas, que no de muertos", un menú para chuparse los huesos con las recetas del mole negro, calaveras de azúcar, pan de muerto, calabaza en tacha y dulce de alfeñique. Así como una serie de dichos y refranes en los que la catrina, la calaca, la huesuda, la tiesa, la pelona, la dientona, la Muerte es la primerísima actriz.
Celebremos a nuestros difuntos, compartamos con ellos el pan y la sal, no dejemos morir a nuestros muertos, que al fin y al cabo, a todos, la Muerte ¡nos pela los dientes!
La revista Crónicas y Leyendas invita hoy a realizar un recorrido de la Plaza de la Santa Veracruz a la Plaza de Santo Domingo, a partir de las 18 horas, visitando en el camino ofrendas que se exhiben en el Museo Franz Mayer, Claustro de San Francisco, de San Jerónimo, Museo de la Ciudad de México y Plaza de Santo Domingo. (Informes al 5512-9953.)