jueves Ť 1Ɔ Ť noviembre Ť 2001
Angel Guerra
ƑTerrorismo o lucha de liberación?
En una decisión audaz el Ejército Republicano Irlandés (ERI) inició el desarme parcial. Ello implica riesgos para la guerrilla en un momento de aguda polarización en el Ulster. Pero, como subrayó el líder del Sinn Fein, Gerry Adams: era lo único que podía salvar el ya agonizante proceso de paz lanzado con los Acuerdos del Viernes Santo.
Los unionistas aducían la reticencia del ERI a desarmarse como la causa del estancamiento. La verdad es que los acuerdos llegaron al borde del colapso porque los unionistas -que actúan casi siempre con la venia o por encargo de Londres- han hecho todo lo posible por abortarlos. Su propósito: forzar al ERI a reanudar las hostilidades. Hacia allí van las maniobras de los moderados a la derecha de David Trimble para reventar el gobierno y la Asamblea surgidos de los acuerdos y las provocaciones de los sectores unionistas más radicales: asesinatos de republicanos, ataques a soldados británicos, acoso a las niñas católicas en su camino al colegio.
No debe sorprender que el ERI, que ha respetado escrupulosamente la tregua, encontrara reservas al desarme en los sectores nacionalistas más radicales y en una parte de sus propios militantes. La mayoría de la población católica del Ulster ve a la guerrilla como garantía de su defensa frente a la represión de unionistas y ocupantes.
El Sinn Fein y el ERI han sido los impulsores principales de los acuerdos de paz y este insólito gesto de buena voluntad es congruente con esa postura; elevará su bien ganado prestigio internacional y seguramente ampliará su creciente apoyo entre los nacionalistas.
El Sinn Fein percibió que era el momento de doblar la apuesta por la política, haciendo girar el proceso de paz a su favor. Además de la posibilidad cierta de evidenciar palmariamente la oposición unionista y británica a la paz, debió considerar la situación internacional posterior al 11 de septiembre. El servilismo de los medios de comunicación a la nueva guerra yanqui ha hecho que sectores de la opinión pública tiendan a confundir la rebeldía y la disidencia con el terrorismo; no digamos una lucha armada de liberación nacional, como ha sido la de Irlanda del Norte. El ERI corría el riesgo de perder el vital apoyo de que goza en la influyente comunidad de ascendencia irlandesa dentro de Estados Unidos si no mostraba dramáticamente su compromiso con la vía pacífica.
Por lo pronto, el gobierno británico desmanteló de inmediato cuatro instalaciones castrenses en lo que anunció como el comienzo de la desmilitarización del Ulster, al tiempo que se comprometía a acelerar la reforma de la prounionista policía de la provincia, dos caras demandas de los nacionalistas. A su vez, los unionistas -aunque con desgano- volvieron a los trabajos del gobierno y la Asamblea, de los que se habían retirado.
Tanto los republicanos como la Iglesia católica y los líderes unionistas que desean la paz aún deberán vencer enormes obstáculos para alcanzarla definitivamente.
Existe una creciente reticencia entre los unionistas a cumplir con los acuerdos. Presionan cada vez más a Trimble a oponérseles y aunque éste logró el apoyo de la dirección de su partido para volver al cargo de ministro principal de la provincia, todavía no cuenta con los votos necesarios de sus propios correligionarios para ser ratificado en la Asamblea. A su vez, las milicias protestantes se niegan por ahora a seguir el ejemplo del ERI en el desarme.
El unionismo es la ideología discriminadora y excluyente de un sector grande entre los descendientes de los colonos británicos del Ulster, que durante siglos ha detentado una posición económica y política de privilegio sobre la población de origen irlandés. Surgió, se sostiene y se alimenta por Gran Bretaña.
Con los acuerdos de 1998 el Sinn Fein y el ERI, después de años de lucha armada, optaron -sin entregar las armas- por convencer a la minoritaria población de origen irlandés, e incluso a la unionista, de convivir pacíficamente en un cogobierno decidido según reglas democráticas, que un día lleve a la integración con Irlanda.
El nuevo paso de la guerrilla nacionalista hace muy evidente quiénes son los auténticamente comprometidos con la vía política y quiénes abogan por la violencia en el Ulster. Si el proceso de paz se estancara de nuevo, o fracasara, sería muy difícil hacer creer a la opinión pública doméstica e internacional que el culpable es el ERI.