MARTES Ť 23 Ť OCTUBRE Ť 2001

Ť Superan el medio millar las veces que ha ejecutado su coreografía Torero

Canales y su cuerpo de bailarines escenificaron un acto de ilusión colectiva en el Teatro Juárez

Ť El torero sólo tiene su muerte, que la pasea ligera cada domingo, insinuó el bailaor

Ť En esa máquina de golpes que es el flamenco, se enredó y fue besado por el suelo

RENATO RAVELO ENVIADO

Guanajuato, Gto., 22 de octubre. La noche que el bailarín flamenco Antonio Canales cayó en el escenario del Teatro Juárez ningún indicio se presentó como para saber que se asistiría a un acto de ilusión colectiva, a un viaje singular y simultáneo a muchas partes del cerebro humano y su funcionamiento, a una sentencia más del implacable tiempo y su cruel sonrisa.

canales3Canales, cuentan, había expresado en su presentación en la ciudad de México que en dos años más probablemente se retiraría, y la palabra rondó por una rendija que abrió el azar cuando casi para finalizar su coreografía Torero, quizá la más representada de su trayectoria de bailarín, esa máquina de golpes que es el flamenco se enredó un segundo y su pie alcanzó el borde de la falda de una de las bailarinas.

La velada empezó tarde. Una suerte de guerra intestina y callada entre la gente de prensa del Festival Cervantino, o un exceso de pases para promoción local, pero lo cierto es que en el teatro faltaban lugares, principalmente para prensa, que en cuestión del asunto que aquí se aborda solamente sirve como dato de un ambiente ansioso, tocado por la espera.

El torero sólo tiene su muerte, que la pasea ligera cada domingo, dijo Canales en la íntima escena del inicio de la evolución; bueno, eso parecen susurrar los taconeos como gotas, y le responden bailarina madre y bailarina esposa acerca de la dolorosa aceptación de ese destino.

El cuerpo de bailarines es espléndido, Canales a pesar de cierto volumen es contundente, hipnotiza con sus pies poseídos por un duende extraño y extravagante que acostumbra los rumbos del sur de España, donde el beso morisco lo engendró menor pero intenso, de tal suerte que en muchas ocasiones identifica al resto del país: su nombre es flamenco.

Canales lo baila desde hace tiempo, cuando estuvo en el Ballet Nacional de España y compartió escena lo mismo con Rudolf Nureyev que con Julio Bocca, lo siguió como ruta específica cuando se independizó en 1992 para fundar su compañía, y en la actualidad suma más de medio millar el número de presentaciones de Torero.

Suspenso flamenco y fiesta brava

Paúl Vaquero fue el toro y digna contraparte de Canales. Los giros de la coreografía de éste incluyeron algunas referencias a lo contemporáneo, que apenas coronaron el cuerpo flamenco de picadores y mozos ubicados en una predecible escenografía con fondo rojo, donde la música en vivo con percusiones y guitarras le daba ese tono de suspenso flamenco y fiesta brava.

A la muerte del animal siguió una última coreografía, el gran final, la metáfora del triunfo del torero sobre su miedo, ya en varias ocasiones el público había apagado los aplausos de los cantaores de gusto por alguna deslumbrante ejecución.

A escena entró el grupo completo, sucedió rápido y fue como una estocada en el ánimo del público, que no se atrevió a decir un ''oh", sino guardó silencio. Canales se puso de pie, siguió, luego volvió a tirarse como para que el público tuviera el pretexto de inventarse que la peor derrota del bailarín, que es ser besado por el suelo, no era tal, sino algo calculado en el presupuesto estético de la escena.

A la siguiente coreografía, Anda Luz, la gente terminaría por apagar esa caída con la admirable prestancia y ejecución de Farruco, con sus 13 años y su cuerpo grácil, pero la retina difícilmente deja que se vaya el último cuadro, cuando Canales es elevado en hombros, porque se supone que partió plaza, aunque sus abatidos hombros sostuvieran lo contrario.