sabado Ť 20 Ť octubre Ť 2001

Luis González Souza

Asilo ciudadano

El entramado soberanía-política exterior siempre se perfiló, con el ultrapragmático gobierno de Fox, como una de las zonas de más alto riesgo para disparates y regresiones de todo tipo. Estos -también siempre lo pensamos- sólo podrían ser evitados con nuevas y mejores luchas de la sociedad. ¿Las hay? Lo cierto es que en menos de un año, la foximanía ha llevado la dependencia de México ante Estados Unidos a niveles insoportables. Hoy todo indica que junto a las Torres Gemelas de Nueva York también cayó la Torre de Tlatelolco, que es donde se hace, o hacía, la política exterior de nuestro país.

Para México, fijar una postura digna e inteligente ante la guerra de Bush "contra el terrorismo" no era una tarea de supersabios. Cada vez es más claro lo que dicha guerra pone en juego: terminar de abrir cauce a un orden mundial tan nuevo como libre, justo y democrático, o aferrarse a un orden tan viejo como insostenible, un orden de cabo a rabo terrible, terrorista. Ante esa disyuntiva, una certera definición de México sólo exigía un poquito de respeto por la historia, y un poquito de valor para no apanicarse ante las rabietas del monstruo herido.

Si hace falta explicitarlo, desde un principio México debió colocarse en las primeras filas del nuevo orden mundial. El gobierno de Fox, sin embargo, prefirió colocarse en el trasero de quien más sostiene al orden tan viejo como explosivo. Vaya, ni siquiera pudo desmarcarse de la falsa y maniquea disyuntiva planteada por Bush Jr.: "con Estados Unidos, o con los terroristas". Los foxianos todavía no saben, o no quieren enterarse, que bajo una concepción amplia, honesta y moderna del terrorismo, ambas cosas son una y la misma. Y en todo caso, el mundo de nuestros días es algo más diverso y amplio que lo sugerido por la disyuntiva bushiana.

El hecho es que la postura -"política" es mucha palabra- del gobierno foxista ha sumido a México en los linderos de lo patético y lo vergonzante. Y a final de cuentas, según creemos, ello ha ocurrido porque el pueblo mexicano cometió el grave error de confiar a los gobiernos, tanto priístas como panistas, el cuidado y desarrollo de los principios históricos de la política exterior de nuestro país.

Al parecer todavía no acabamos de entender tres cuestiones clave:

1) Que dichos principios nacieron, no de algún supercerebro gubernamental, sino de las más importantes luchas del pueblo mexicano a lo largo de su historia. Luchas sí, de resistencia tan añeja y valiente como la que hoy mismo siguen librando los mexicanos más primeros, en concreto, los pueblos indios con corazón zapatista.

2) Que la defensa de tales principios no es algo que choque o se oponga a la promoción de los mejores intereses -los intereses mayoritarios- de México. Por el contrario, sólo con principios claros y firmes pueden salvaguardarse los principales intereses de México -¡basta de falsas disyuntivas, como la de "principios o intereses"!

3) Que la mejor manera de defender los principios internacionales de México radica en su cultivo y desarrollo en y por la propia sociedad mexicana. Delegados a los políticos profesionales, las consecuencias ya visibles no podían ser peores: un México siempre pacifista, hoy enrolado, y como vil soldado raso, en la guerra más terrorista de todas: la guerra sin nombre, sin enemigo preciso, sin plazos ni objetivos constatables salvo la muerte -física o por terror- de una cantidad sin precedentes de víctimas no sólo inocentes, sino bastante confundidas.

Por fortuna, el nuevo orden mundial, sin mucho ruido ni reflectores, ya está en gestación: desde los municipios autónomos de Chiapas hasta la ya ineludible reforma de la ONU y las ya incontables revueltas de los con-dignidad (también llamados los globalifóbicos). Tal vez lo más nuevo comienza en acentuar las soluciones, más que los problemas, y en comenzar por la propia casa (prédica con el ejemplo).

Bajo esa ética de la lucha -¡vaya introducción tan larga para llegar al punto!- Causa Ciudadana, tras su "choque presupuestal" con el IFE, ha decidido contribuir, con el propio ejemplo, a (re)ciudadanizar una de las tradiciones que más brillo han dado a México ante el mundo, y que hoy también el gobierno de Fox ha puesto en la picota, agachándose tanto al gobierno de Estados Unidos como al de España, a propósito de los luchadores vascos: la tradición de asilo. En lugar de seguir regateando pesos y centavos al IFE para no convertirse en una "APN sobre ruedas", desde hace un par de semanas Causa Ciudadana se asila en la Casa de Cultura La Pirámide, generosa y valientemente administrada, sobre bases autonómicas, por un distinguido colectivo de jóvenes pertenecientes a la Asociación de Escritores de México. Gracias, una vez más, a: René, Jorge, Mónica, Quetzalcóatl, Lobo y Youalli y Héctor.

Asilados a buena ley, todos con la dignidad a salvo, y con las autonomías ciudadanas como el correlato motriz del principio de libre autodeterminación de las naciones, juntos y desde ahí promoveremos todos los otros principios que han dado respeto internacional a nuestro país. Por lo pronto preparamos unas Jornadas por una Paz Justa y Digna... ya no sólo en Chiapas y en México, sino ahora en el mundo entero. Lo caído en la vergüenza sólo es el México foxiano. En el México verdadero, el de los de abajo, seguimos con nuestras causas en alto. Y tal vez creceremos al punto de poder perdonar y dar asilo incluso a los del "apoyo incondicional e infinito" a la guerra más terrorista de todas. Ello, si antes no los desaparece una bomba de Osama Bush (mientras) Ladren.