DOMINGO Ť 14 Ť OCTUBRE Ť 2001

Ť Presenta en la fiesta cervantina los montajes La mascarada y Ricardo III

Apuesta la Compañía Nacional de Teatro de Lituania por la provocación intelectual

ANGEL VARGAS ENVIADO

Guanajuato, Gto., 13 de octubre. El director de la Compañía Nacional de Teatro de Lituania, Rimas Tuminas, es un creador a contracorriente.

Sus montajes apuestan por la provocación intelectual y sentimental en una época en la que el teatro en los países de la ex Unión Soviética debió olvidar los clásicos y tornarse de "fácil digestión".

''Más que pensar, la gente busca entretenerse y evadirse de sus problemáticas. En los últimos años, el teatro pasó a servir al público con obras fáciles, comedia y drama ligero. Todo debe ser contado explícita y rápidamente, con la idea de que los espectadores se sientan cómodos y nada les sea desagradable. Antes de la caída del bloque, todo era distinto; era Chéjov, Brecht, Shakespeare y hasta Tennessee Williams", explica.

Tuminas, cuya compañía presenta los montajes La mascarada y Ricardo III en la fiesta cervantina, rechaza añorar los tiempos pasados y confía en que esa línea de dramaturgia contemporánea tiene el tiempo contado:

"Vivimos un momento en que no alcanzamos a entender nada. Es una especie de broma del destino. Se pueden hacer montajes excelentes, 'bonitos', pero para qué le sirve esto al público. Vivimos en el engaño. Afortunadamente vienen personas y grupos con otras ideas.''

Su concepción artística, dice, parte de la premisa de que "el teatro es un juego, peligroso si se quiere, pero finalmente un juego", y asume que el deber de un director es similar al de un científico: nunca cejar en su empeño de experimentar.

"Estoy convencido de que la profesión de director es la del hombre nuevo: uno se abre al conocimiento de la persona.''

Cuando Tuminas planea sus montajes busca recrear el olor de su niñez, porque sólo "en la infancia es cuando existen a plenitud la apertura, los sueños, el dolor, los miedos y las ilusiones".

También busca sacar a la luz "el sonido de los siglos" que existe escondido en todo. "No hay nada eterno, sólo el sonido; todo desaparece, pero él se queda, cauterizado en el universo.''

Para lograr su meta centra su atención en el quehacer actoral y una casi total austeridad en la producción, como en La mascarada y Ricardo III, de Mikhail Lermontov y William Shakespeare, respectivamente.

La primera versa sobre ese gran baile de máscaras que son las relaciones humanas y las trágicas consecuencias que arrojan las constantes intrigas que se construyen entre los hombres. La segunda, un clásico que retrata la soledad, la venganza y la ambición de un personaje que está muy lejano de ser cruel.

Ricardo III, por cierto, tendrá mañana sus últimas d os funciones.