DOMINGO Ť 14 Ť OCTUBRE Ť 2001

Ť Paco Ignacio Taibo II

Café, espías, amantes y nazis /V

V. EL MINISTRO Y SU AMANTE

Cardenista prófugo, promotor de la movilización de los gobernadores (siendo él de Veracruz) a favor de la expropiación petrolera, fundador de uno de tantos partidos socialistas, el Socialista del Istmo, senador, evolucionaba rápidamente hacia posiciones conservadoras dentro del recién estrenado gobierno de Avila Camacho. Era autor junto con el presidente de la teoría pendular, el gobierno de Cárdenas se había movido demasiado hacia la izquierda, ahora había que moverlo tantito a la derecha. "Volver a la normalidad", aunque sin devolver el petróleo, a tanto no había que llegar.

No era ajena a esta posición política su avidez en los negocios, descubierta en los últimos años. Era una época en la que se decía que la revolución debía hacer justicia a sus cachorros, los hijos de los generales, los nuevos licenciados, la segunda generación, y cuando se decía hacer justicia se pensaba en hacer "justicia" económica. En esos años, del secretario de Gobernación, Miguel Alemán, se decía que era malo para los negocios, pero bueno para los socios.

Cuando trabajaba en la ciudad de México como abogado, defendía en la Junta de Conciliación lo mismo trabajadores que patrones. Esos abogados que no hacen distingos y que ponen nerviosos a los puritanos del derecho y eso no era nada. Había entrado en la especulación inmobiliaria. Con Ramos Millán, era socio de la más grande empresa que compraba terrenos y construía zonas residenciales en las periferias de la ciudad: Fraccionamientos México. Empezaron en Cuernavaca, luego compraron la vieja Hacienda de los Morales y en estos últimos años se habían hecho quién sabe cómo con un pedazo del bosque de Chapultepec, al que llamaban Rincón del Bosque. Como tarea promocional y bordeando los límites de la legalidad (¿cómo se cobran luego los favores?) las promotoras en las que estaba metido Miguel Alemán regalaban predios de sus urbanizaciones a políticos, Avila Camacho mismo recibió un terreno en Cuernavaca. Si a través del estado controlaban la manera en que crecía la ciudad, podían revaluar sus terrenos de manera astronómica. Era una nueva manera de poner el estado al servicio del negocio.

En materia de política internacional Alemán parecía simpatizar discretamente con los alemanes. No era esto demasiado extraño, la sociedad mexicana, muy reciente el enfrentamiento contra ingleses y norteamericanos a causa del petróleo, concentraba sus odios más bien de aquel lado. La germanofilia estaba alimentada por la deficiente información suministrada por la radio y la prensa mexicanas y por la falta de información pública sobre la persecución criminal que se ejercía en Alemania y los territorios ocupados contra judíos, gitanos e izquierdistas de todo partido.

Lo alemán estaba de moda y esta relación bajaba de la cúpula. En 1940 el presidente Avila Camacho tenía parientes en el Colegio Alemán y era presidente del club Hípico germánico, le gustaba la cerveza alemana y admiraba la marcialidad de los desfiles nazis.

Pero Miguel Alemán tenía algo más que estas relaciones de superficie con el nazismo, tenía una relación secreta de carácter amoroso con una singular alemana.

Nacida cerca de Berlín en 1912, Katerina Matilda Krüger, fue conocida como Hilda Krüger, por su nombre de escena.

Una mujer muy atractiva, rubia, de un metro setenta y cinco, elegante en el vestir, hablaba además del natal alemán, inglés y un poco de español. Sin ser de una belleza espectacular, causaba desconcierto en los hombres y obligaba a una segunda mirada.

Actriz de teatro y cine en la Alemania nazi, o al menos esto se suponía porque en México no se había visto ninguna película suya se decía que había mantenido relaciones más que amistosas con el canciller Goebbels a pesar de estar casada. Su marido tenía algún antepasado judío, lo que supuestamente hizo caer en desgracia a la actriz en la Alemania del pogrom. Los servicios secretos de los aliados dirían que esta era tan sólo una cobertura para poderla colocar como agente en el extranjero.

En 1939 abandonó a su marido y emigró a Inglaterra. Al declararse la guerra viaja a Estados Unidos, donde supuestamente proseguirá su carrera cinematográfica. ¿Cómo evitó el internamiento en Inglaterra que sufrieron todos los alemanes? Esta parte de la historia no es conocida.

Tras una breve estancia en Nueva York, viajó a Los Angeles y en enero del 40 se instaló en el hotel Beverly Wilshire de Hollywood. Permaneció en esa ciudad varios meses tratando supuestamente de conseguir trabajo en la industria del cine sin éxito. ¿De qué vivía durante este lapso de tiempo? Misterio.

Posteriormente se relacionó con un industrial de origen alemán de Saint Louis, Missouri, de apellido Van Gontard; pero repentinamente, en febrero del 41, viajaría a México diciendo que iba a buscar la residencia mexicana para divorciarse aquí y posteriormente casarse con él en nuestro país.

Hilda Krüger fue detectada por los servicios secretos norteamericanos en México al relacionarse con sus paisanos alemanes Friedrich Von Schleebrugge y desde luego Georg Nicolaus, todos ellos agentes de la Abwehr IV, los servicios secretos del ejército alemán, que operaban con sede en México y en Estados Unidos.

Tras su llegada comenzó a frecuentar los circuitos sociales de los políticos del gobierno mexicano, pareciendo haber olvidado al industrial alemán de Saint Louis. Participó en fiestas y vida social, decía que estaba escribiendo una historia de la Malinche. Hizo excursiones a Teotihuacán, visitó a productores de cine y se hizo amante en la primavera del 41 de Ramón Beteta, subsecretario de Hacienda y miembro del consejo del Banco Nacional de México.

Las relaciones duraron escaso tiempo, porque poco más tarde llegó otro alto funcionario del gobierno mexicano, cuando ella se mudó a una casa de la Colonia Roma cuya renta no pagaba. El personaje que mantiene a Hilda Krüger, es el ministro de Gobernación Miguel Alemán. Su bigotito, su peinado y sus trajes cruzados, resultan inconfundibles; así como el hecho de que entre en la casa a las once de la noche y salga de ella a las cuatro de la mañana.

¿Sabe Miguel Alemán que la Krüger trabaja para los servicios secretos alemanes? ¿Cómo puede ignorarlo? ¿Quién usa a quién? ¿Prefiere hacerse pendejo? ¿O ella lo está usando para algo? La situación se sostendría hasta el inicio de la guerra.