José Antonio Rojas Nieto
La urgente reforma fiscal de Pemex
Un comentario inicial sobre la disponibilidad de datos oficiales para analizar nuestra situación económica y social me orientaría a señalar que resulta muy útil consultar el Anexo estadístico del primer Informe presidencial. Además de que, por fortuna, hoy se presenta en medios electrónicos que permiten agilizar su utilización, ofrece nuevos cuadros de información que ayudan a nuestros análisis. Ahí por ejemplo, una vez más y de manera muy clara, se ofrecen los cuadros sobre los ingresos presupuestales del sector público y del gobierno federal.
Para quienes estudiamos cotidianamente los ingresos fiscales petroleros, resultan de primera importancia, a pesar de que mantengamos la expectativa de que algún día se ofrezca un desglose mayor de esos ingresos, lo que algunas veces se hacía en la Memoria de labores de Pemex la que, por desgracia y sin explicación alguna, este año no fue publicada. Hay muchos otros ejemplos de información importante en el Anexo estadístico del Informe presidencial. Uno más, para ilustrarlo. Por primera ocasión se ofrece un cuadro de la evolución del subsidio eléctrico por tipo de usuario que, además, incluye el volumen total de recursos que se destinan a dicho subsidio, también por tipo de usuario.
Se trata de una información que no tiene desperdicio y que debiera ser fruto de un análisis cuidadoso, máxime el contexto de persistente disposición gubernamental a reformar el sector. Bueno, permítaseme comentar hoy algunos datos sobre los ingreso fiscales petroleros que ofrece el anexo y que, pese a que ya prácticamente son del dominio común, no dejan de ser sorprendentes.
Para comenzar, un sólo dato: el año pasado la Secretaría de Hacienda captó el volumen de renta petrolera más grande de toda nuestra historia: 23 mil 203 millones de dólares, resultado del gravamen que se impuso a la producción de cerca de 3 millones y medio de barriles al día de petróleo y de alrededor de 5 mil millones de pies cúbicos diarios de gas natural.
Este altísimo nivel de captación fiscal petrolera al que deben sumarse poco más de 10 mil millones (7 mil de IEPS y 3 mil 600 de IVA neto) fue posible por el importante nivel de la plataforma de producción diaria de Pemex: 3 millones y medio de barriles de crudo y líquidos del gas, y 4 mil 679 millones de pies cúbicos de gas natural, pese a todo -una digresión- insuficiente para el consumo interno que hoy exige la importación de no menos de 150 mil barriles al día de gasolinas y casi 300 millones de pies cúbicos de gas natural. Pero también fue posible por un precio medio de 24.64 dólares por barril para el caso de la mezcla mexicana de exportación y cerca de 4 dólares por millón de Btu para el caso del gas natural de referencia, el del más importante núcleo distribuidor de Estados Unidos -Henry Hub en el estado de Luisiana-, que prácticamente equivale al precio de Reynosa, a partir del cual se determina el de todas las zonas del país.
Todos estos números nos remiten -una vez más- a la vieja interrogante sobre la pertinencia y la justeza tanto para Pemex como para la Nación misma, de tan sangrante nivel de gravación fiscal de las actividades de explotación de un recurso no renovable. Y nos obligan a recordar otros números dramáticos. De 1988 para acá -en el periodo que los gobernantes gustan llamar de modernización (salvaje diríamos muchos de nosotros por el terrible deterioro de las condiciones de vida aparejado a ese proceso)-, las aportaciones fiscales no petroleras no superan 11.7 por ciento del producto nacional y registran, en esos 13 años un raquítico promedio de 10.7 del PIB.
Se trata de la realidad fiscal más injusta para la nación mexicana, que nunca de los nuncas podrá ser revertida con esa tenue y absurda reforma del IVA. Y conste que cada día existe más el convencimiento social de la necesidad de reforzar, por una vía distinta a la del petróleo, al Fisco, como existe el convencimiento de la urgencia por que sea superada la corrupción.
Hay voces dentro de Pemex que ya señalan con nitidez esta realidad: si no hay una radical transformación del régimen fiscal de Pemex, de su marco normativo y de su nivel presupuestal de forma tal que se fortalezca operativa y financieramente, en cinco años apenas estaremos produciendo 2 millones y medio de barriles diarios de crudo, y 3 millones y medio de pies cúbicos diarios de gas natural, con un déficit de petrolíferos para el consumo interno superior a 250 mil barriles al día y con una debilitadísima capacidad de exportación.
No hay tiempo que esperar. Pero -no nos llamemos a engaño-si no hay cambio fiscal de fondo, fuera de Pemex ( lo que no gustará a muchos), no lo habrá dentro de Pemex. Y eso, por desgracia, exige un amplísimo acuerdo social y un plazo largo. En esto, como en casi todo, no hay milagros.