domingo Ť 14 Ť octubre Ť 2001

Rolando Cordera Campos

La UNAM celebrada

Una vez más, pero ahora por el mejor de los caminos, la UNAM se ubicó en el centro de la atención política nacional. Antes, cuando los zarpazos absurdos y alevosos que le propiciaron una huelga irracional y la conducta omisa, política y jurídicamente injustificable, del gobierno en turno, la universidad también ocupó el centro de la discusión política, pero por los peores motivos.

El pasado 11 de octubre, en respuesta a una decisión del pleno de la Cámara de Diputados, el rector De la Fuente habló desde la tribuna de San Lázaro y acompañó a las diputados de México en su conmemoración de los 450 años de la fundación de la Universidad de México. Espléndida iniciativa de los legisladores, a la vez que una gran oportunidad para que la universidad avance en su difícil pero sostenida recuperación del golpe mayor que le propinaron hace dos años la irresponsabilidad estatal y la furia sin control de algunos segmentos minoritarios de su población estudiantil.

Se trata, sin embargo, apenas de los primeros pasos en un trayecto que la UNAM tiene por fuerza que recorrer, pero que sólo podrá hacerlo con éxito si con ella va el resto de la sociedad y, en particular, el Estado que no es más (en realidad nunca lo ha sido) el Estado en primera persona sino cada vez más la organización política y compleja, espinosa, del conjunto de la sociedad nacional.

A la UNAM le espera una reforma inevitable e indispensable, para que pueda seguir siendo lo que ha sido. Sus atributos de nacional y autónoma, así como sus pretensiones de excelencia y vanguardia del conocimiento en México, fueron puestos a prueba en estos años hostiles, y algunos llegaron a pensar que el entredicho ominoso de 1999 habría de concluir en su clausura o su segmentación. Algunas voces hasta llegaron a sugerirlo so pretexto de defender la excelencia y los altos estudios, cuando no apelando al costo fiscal que, según ellas, no tenía contraparte alguna en los beneficios esperados.

Por fortuna, los terrorismos diversos que el conflicto generó hicieron mutis y hoy lo que se plantea dentro y fuera de la casa refundada por Justo Sierra son las opciones posibles para revisar sus estructuras y funcionamiento, actualizar su misión fundamental, dar cauce a las nuevas inquietudes y contradicciones que los tiempos de México y el mundo traen consigo. La recuperación, así, puede dar paso a una renovación que debe transitar por una reforma profunda y ambiciosa, de alcances grandes.

Un doble compromiso fundamental tienen los universitarios que ratificar y reiterar. En primer lugar, el que los remite a las tareas clásicas de la universidad y se vuelve exigencia intensa en esta época de cambio global: la producción, transmisión y difusión del conocimiento y la cultura, en los niveles máximos de calidad y eficacia que sean posibles. En segundo término, una institución como la UNAM tiene que refrendar sus obligaciones con el resto de la sociedad, contribuir a su mejoramiento y cohesión, abrirle panoramas de entendimiento y comprensión de unos problemas locales y mundiales que abruman y atemorizan a comunidades enteras, incluidas las dedicadas al cultivo y la producción de ciencia y alta cultura.

Nada de esto podrá ser realidad dinámica, que deje atrás la inercia y la rutina a que a veces se ha querido confinar a la universidad, si no se da en el marco de una gran comprensión y una obligación del mismo corte por parte de la sociedad en general. En una política de Estado para la educación pública, como dijo el rector De la Fuente en la Cámara de Diputados.

Hoy en democracia, estas convicciones y compromisos de la nación con una de sus instituciones insustituibles tienen que concretarse por fuerza en el Estado y, en particular, en sus órganos colegiados representativos, como el Congreso. Y es esto lo que parece haber empezado a realizarse, en esta ocasión mediante el protocolo y la ceremonia conmemorativa organizada por los diputados.

Es por esa vía de Estado, aunque no sólo por ella, que la universidad puede transitar en calma y paz hacia una reforma que de todas formas será complicada. Lo que está claro desde hoy es que la encomienda compete a todos, universitarios por supuesto, pero también a los dirigentes de la política y del Estado, de la empresa y las organizaciones varias de la sociedad civil. Los medios informativos tendrán que acostumbrarse, a su vez, a ver a la universidad con otros ojos que los que buscan en el conflicto o el escándalo la única fuente de "la nota".

A juzgar por lo ocurrido el jueves pasado, y por lo informado y comentado el viernes, este viaje (que será un viraje afortunado), ya empezó.