Ť Felipe Arizmendi
México no está exento de actos terroristas
ELIO HENRIQUEZ CORRESPONSAL
San Cristobal de las Casas, Chis., 13 de octubre. El terrorismo es una "lepra que se contagia a pequeña o gran escala", afirma el obispo de la diócesis local, Felipe Arizmendi Esquivel, y agrega que lo han sufrido Estados Unidos y otros países, y México "no está exento".
En su mensaje dominical señala que, "de igual manera,
la guerra como solución a los problemas es una lepra endémica,
pues son pocos los años en la historia de la humanidad en que no
ha habido. Y en toda guerra lo más lamentable es la muerte de civiles
inocentes, que todos deploramos y condenamos enérgicamente".
Afirma que "en nuestra sociedad tenemos muchas lepras,
como mentira, corrupción, infidelidad matrimonial, aborto, divorcio,
usura, egoísmo, inseguridad, violencia, robos, asaltos, secuestros,
libertinaje sexual, violación de los derechos humanos, racismo,
demagogia e intolerancia", entre otras.
"Otra lepra muy contagiosa es querer resolver los problemas sólo con quejas y denuncias, con críticas agresivas y no propositivas, con culpar a otros sin reconocer los propios errores", expresa.
Añade que "los leprosos del Evangelio nos enseñan que es necesario acercarse a Jesús, con humildad y disposición de obedecer sus mandatos, para ser curados de males, vicios y pecados".
Para que Chiapas y México "sanen de sus lepras hay que tener el valor de reconocer a Jesús como Dios y Señor, postrarse a sus plantas, pedirle perdón y compasión, incluso a gritos y en público. Sin esta sanación interior ni las mejores leyes ni los cambios de gobernantes podrán erradicar las lepras que nos aquejan", afirma.
"Ojalá la ley sobre derechos y cultura indígenas hubiera tenido mayores avances, pero aunque hubiera satisfecho del todo a quienes ahora la impugnan, sin la sanación interior que sólo Jesús da seguirían las lepras de la envidia, del odio, de la venganza, del deseo de poseer más tierras, aunque sea quitándoselas a campesinos e indígenas pobres, seguiría la lepra de la ambición y del abuso de poder."
Insiste en que para sanar de todo esto "no hay mejor camino que acudir a Jesús, con humildad, para que nos sane la mente y el corazón", pues "los orgullosos, los que justifican siempre sus errores, los que no aceptan ser ayudados, los que no piden perdón, nunca van a quedar limpios. Los que no sienten la necesidad de Dios y no lo buscan con humildad y con insistencia se quedan para siempre con su lepra, y, lo peor del caso, contagian a otros".