DOMINGO Ť 14 Ť OCTUBRE Ť 2001

Jenaro Villamil

Antrax mediático, el quinto elemento

El viernes 12 de octubre un reporte informativo de CNN sobre un nuevo caso de infección por ántrax, en Estados Unidos, ocupó 15 minutos continuos de su transmisión matutina. Al mismo tiempo, el bombardeo anglo-estadunidense a Afganistán se incrementaba. El reporte sobre los 200 muertos civiles sólo duró un minuto en la cadena de Ted Turner.

En comparación, la BBC de Londres le dedicó 30 segundos al reporte del caso de la trabajadora de NBC y transmitió durante tres minutos una nota sobre el nerviosismo generado en Wall Street ante la posibilidad de un "ataque de terrorismo químico". Los índices bursátiles disminuyeron dos por ciento. Con imágenes de la televisión Al Jazzera, la BBC le dedicó cuatro minutos a la transmisión de las protestas antiestadunidenses en Islamabad.

Ninguna de las dos agencias televisivas contextualizó el cuarto caso de ántrax. Por ejemplo, no mencionaron que, de acuerdo con reportes de la Organización Mundial de la Salud, al año se reportan 2 mil casos de ántrax y son laboratorios estadunidenses, como el ATCC, los que tienen mayor capacidad para producir el bacilo anthracis, agente que provoca la infección.

La nota del día ya no fue tanto el cuarto caso de infección, sino la sicosis desatada por casi todo Estados Unidos. El alcalde neoyorquino ordenó aislar el Rockefeller Center, se difundieron imágenes de agentes federales de salud vestidos como en cualquier pesadilla de guerra química promovida por Hollywood; llegó una carta con "polvo sospechoso" a The New York Times. Convenientemente, quedó en segundo plano la información sobre los casi 300 muertos en Afganistán, sobre las protestas en Pakistán y ocho naciones más con movimientos islámicos.

Todavía un día antes de este brote de sicosis, George W. Bush invitó a los estadunidenses a salir de shopping y a tener una "vida normal". ƑCómo lo podrán hacer ante el ataque mediático que explota la sensación de temor y vulnerabilidad que se generó desde el 11 de septiembre y que ha ido incrementándose?

Realmente el quinto elemento que distingue la presente videoguerra de Estados Unidos de otras es el comandante miedo, que ha logrado penetrar y desmovilizar a la sociedad civil estadunidense. La percepción de una nación sitiada por enemigos invisibles, por terroristas inhumanos que envían "mensajes cifrados" a través de la televisión, es promovida por los grandes consorcios mediáticos, no por Osama Bin Laden ni por el Corán ni por los integristas islámicos en Asia central.

La muerte de miles de neoyorquinos hace un mes ha sido una especie de pegamento que solidifica este brote de sicosis generalizada. Y, al parecer, esto es conveniente con la línea de censura y de control de la información que promueve la Casa Blanca.

El quinto elemento de esta videoguerra no tiene relación con el quinto estado de la materia que descubrieron los físicos estadunidenses que ganaron este año el Premio Nóbel, ni con la película belicista protagonizada por Bruce Willis, pero ambos casos pueden servir de metáfora que resume lo más pernicioso de esta aventura bélica global que afecta a prácticamente todo el "nuevo orden internacional".

Este quinto elemento se embona con los cuatro siguientes que han hecho su aparición puntual en los medios globales, desde el inicio de la operación Libertad Duradera:

A) La censura militar y la autocensura de los medios. Las transmisiones de las cadenas televisivas estadunidenses más importantes (CNN, ABC, CBS y NBC) están prácticamente dominadas por la "versión oficial". La "petición" del Consejo de Seguridad Nacional para no difundir los videos de Al Jazeera con mensajes de Bin Laden fue acatado por estas empresas y las presiones hacia la prensa escrita se han incrementado. ƑEs casual, acaso, que las nuevas víctimas de ántrax se ubiquen entre trabajadores de los medios?

Sin embargo, en esta nueva guerra la globalidad mediática también le ha jugado una mala pasada a los estrategas del Pentágono. La cadena británica BBC no ha dejado de difundir las imágenes de Al Jazeera y esta pequeña empresa televisiva de Qatar ha establecido que no aceptará restricciones a las libertades de información y de expresión. Al mismo tiempo, a las agencias informativas occidentales más fuertes (Ap, Reuters, Afp y Dpa) no les conviene obviar la versión del "enemigo", difundida principalmente por la agencia Afghan Islamic Press (Aip).

Sólo personajes como el magnate australiano Robert Murdoch, dueño de la Fox, han afirmado que sus cadenas no transmitirán mensajes de Bin Laden por "deber patriótico".

Un periodista de tan amplio prestigio como Robert Fisk, veterano corresponsal de guerra, estableció en un artículo reciente publicado en The Independent:

"Con quien tenemos que ser equitativos es con nuestros lectores y oyentes. ƑDebemos perder todas nuestras facultades críticas por la furia que sentimos ante la masacre de inocentes de Estados Unidos o por nuestro deseo de rendir pleitesía a los "expertos en temas de terrorismo"?

B) Propaganda contra información. En esta nueva guerra han revivido los métodos de propaganda bélica que favorecen la versión de Estados Unidos, aun cuando la información se contradiga. Por ejemplo, las grandes cadenas sólo transmiten las imágenes proporcionadas por el Pentágono sobre supuestos "blancos" y "objetivos militares" destruidos. Ningún periodista estadunidense le preguntó al secretario de la Defensa, Donald Rumsfeld, sobre la abierta contradicción entre los reportes militares y su versión de que aún no se domina el espacio aéreo afgano.

Los discursos de George W. Bush han sido transmitidos reiteradamente. La frase más reciente del mandatario estadunidense -''esta no es una guerra contra el pueblo afgano"- no se contrasta con los hechos: hay civiles muertos y un creciente descontento en otras naciones de fuerte presencia islámica por lo que denominan "masacre de afganos inocentes".

C) Predominio de la imagen (editada). El periodista Ignacio Ramonet estableció en un estudio que desde las guerras de Corea y de Vietnam la televisión se convirtió en un elemento constitutivo de las incursiones militares occidentales. El control de la televisión y de las imágenes se volvió fundamental, sobre todo frente a la prensa escrita y la radio, que difundieron con relativa libertad la descomposición del ejército estadunidense. La guerra de Vietnam, subraya Ramonet, "es la primera confrontación filmada para la televisión, aunque no en tiempo real".

Ramonet subraya que los británicos aprendieron bien la lección de Vietnam y durante su guerra contra Argentina, por las Islas Malvinas, articularon un discurso televisivo convincente, una especie de "guerra ideal" para la opinión pública: sin víctimas inocentes y sin violencias gratuitas. La manipulación de las imágenes fue absoluta. Parecería una "guerra entre caballeros y futbolistas".

En Panamá, la televisión estadunidense privilegió las imágenes de las protestas en Rumania que desembocaron en la caída de Ceausescu, mientras los marines mataban a cientos de panameños. La única diferencia es que en Panamá hubo tres mil muertos y en Rumania mil muertos. Las imágenes de la invasión estadunidense no se vieron.

La intervención militar en el Golfo Pérsico se presentó como la primera video-guerra filmada en tiempo real. Sin embargo, las imágenes a partir de este conflicto se reducen a luces de bengala, infografías convenientemente editadas, animaciones para ocultar los horrores cometidos en Bagdad. El mismo modelo se pretende aplicar ahora en Afganistán. La diferencia parece marcarla la propia televisión árabe, que se sale del control del Pentágono.

D) Linchamiento y sensacionalismo. La telebasura (conformada por los programas sensacionalistas, los talk shows, los reality shows, el telemarketing, la propaganda religiosa de la peor factura, etc.) se introdujo por completo a la cobertura informativa de las guerras a partir de la operación Tormenta del Desierto. Ahora los códigos de linchamiento y simplificación del enemigo se han convertido en una norma en la incursión en Afganistán.

El término terrorista parecería explicar en sí cualquier exceso mediático contra naciones, culturas y religiones distintas. Los grandes medios occidentales repiten las imágenes y las historias de Bin Laden, eludiendo, por supuesto, la parte que corresponde a sus alianzas poco claras con Estados Unidos durante el escándalo Irán-contras. La CNN difunde la versión de la FBI, según la cual el jefe militar de Al Qaeda mandó "mensajes cifrados" en su reciente videodiscurso a través del reloj en la mano derecha, el arma detrás de él y su chamarra camuflada. Estas especulaciones, sin la menor confirmación, se dan por buenas y justifican la censura televisiva.

El problema ahora es que todo linchamiento mediático genera un efecto bumerán. La sicosis que hoy constituye el quinto elemento de la videoguerra en Estados Unidos forma parte de este efecto rebote.

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