Los años 1980 y 1981 fueron
claves para fortalecer las bases de un cambio radical en la creación
literaria colimense: Se fundó la Escuela de Letras y Comunicación
en la Universidad de Colima y se inauguró la Casa de la Cultura,
donde pronto se abrieron los primeros talleres literarios en coordinación
con la red del inba. Se actualizaron lectura y sensibilidades, se abrieron
bibliotecas, se recibió con afecto y entusiasmo a escritores de
la talla de Bonifaz Nuño, Rulfo, Pacheco, Nandino, Chumacero, Bañuelos,
Campos, en fin, nuevas musas llegaron con ellos y pronto los nuevos bríos
sembraron el canto que hoy se manifiesta en un puñado de jóvenes
con voces refrescantes y múltiples, algunos ya con madurez notable.
De entre ellos seleccionamos cuatro. El más joven de los incluidos
estudia en la hoy Facultad de Letras y Comunicación; el resto son
egresados de la misma. Los une también el haber pasado por algún
taller literario, ya sea con Guillermina Cuevas, Rafael Mesina, Efrén
Rodríguez, Verónica Zamora o quien esto escribe y selecciona.
Los distingue el tono, la intensidad y su propio aliento. Son cuatro, de
cuando menos una docena.
Víctor
Manuel Cárdenas
Memorial
del agua
Avelino Gómez
Guzmán
Fue necesario caminar entre rocas
hasta herir los pies.
Fue necesario el terror ante el agua que
no cesa.
Y el asombro ante el reventar de olas
en los riscos
y con él venían todas mis
voces.
Las palabras (lo recuerdo) levantan
el vuelo como parvada de gaviotas.
Pero ahora me parece que el Océano
y yo siempre fuimos amigos del mismo oficio.
Porque el mar pone sus manos sobre la
herida y la hace arder.
(Coloca aquí sus manos y la
carne se torna coral rojo.)
Ah todo el mar se ha quedado en mí
y quema. Y ahora lo sé (lo sabemos):
Agua que no muere es el mar y es también
la infancia.
Nació en Manzanillo
en 1973. Ha publicado los poemarios El agua y la sal y Cuadernos
de Tolimán, así como el volumen de crónicas Vivir
en el Puerto. En 1997 recibió mención especial en el
Premio Nacional de Poesía Joven Elías Nandino.
Hiera
el amor
Sergio Briceño
González
Me multiplico en diez
cuando te beso.
Me divido en catorce
si me miras.
Había que hablarle al
Diablo para verte.
Endosarle mi ser, mi
propiedad.
Y que el Diablo me
uniera a sus legiones
a cambio de tu espalda,
de tus pies.
Atarte, sujetarte,
humedecerte.
Yo no te soñaré, te
lo aseguro.
Tampoco iré amputado
por la calle.
Ni gemiré en tu ausencia
como un lobo:
seré un solo gemido de
guitarra.
Agosto
hermoso y uniforme
y con Usted y yo
tocando fondo.
Pues ya respiro en seco
puro fuego.
Tu Amor me ha cocinado.
Tu Amor me ha puesto
a hervir.
Princesa de las dudas
y los nervios.
Tus labios inferiores
en mi lengua
producen la saliva
de este canto.
Nació en Colima en
1970. Es autor de los libros Corazón de agua negra, Catorce
fuerzas, Saetas y Ella es Dios. En 1995 obtuvo el Premio
Estatal de Poesía y en 1997 el Premio Agustín Santacruz.
Fue becario del Fondo Estatal para la Cultura y las Artes. Actualmente
es subdirector editorial del Diario de Colima. |
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Hacia
la luz de tu cuerpo
Nadia Contreras
Un camino de luz
Hasta tocar tu cuerpo
El blanco profundo de tu espalda.
Un sendero
De árboles trazados por el tiempo
Es el sueño al que me llevas
Y me abres como la lluvia a los campos.
Cimbran tus labios todas mis partes
Este corazón de roca.
Por tus caudales me dejo llevar
y ser el mar que tus peces habitan.
Nació en Quesería
en 1976. Estudia la maestría en Ciencias Sociales. Ha publicado
los poemarios Retratos de mujeres y Mar de cañaverales.
Fue becaria del Fondo Estatal para la Cultura y las Artes.
Una
señal de plata sobre la bahía
Carlos Ramírez
Vuelvas
Imposible
dormir con luna llena
Francisco Hernández
Nada se puede hacer cuando la medianoche
flota sobre el mar.
Es una carta de sal escrita por un hombre
llamado Silencio. Y que escribe
a lo lejos, el deseo de una Hembra oculta
por montañas.
Es imposible pronunciar las palabras de
la espera:
Hay perros que a la mitad de la calle
ladran tu nombre.
Alguien no duerme. Escribe maldiciones.
Canta
con una lechuza clavada en los hombros.
El olor a tabaco mojado no es vano, tu
sexo es alta luna
degustada por las copas de los árboles
del trópico.
Es la noche dormida en tu regazo. Bronceada
tu piel
de ámbar,
y amaranto creciendo entre tus ingles.
Dos promesas
de frío
se alzan en tus pechos:
El rumor a sangre en los tejados es un
dolor de siglos.
La singladura del viento es un cardo de
azucenas.
Por eso es imposible dormir
cuando desnuda alimentas la sombra de
mi cuerpo.
Nació en Colima en 1981.
Fue becario del Fondo Estatal para la Cultura y las Artes. Ha publicado
en suplementos regionales, en Ventana Interior y en Tierra Adentro.
Recientemente se publicó Calíope, su primera colección
de poemas.
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