MIERCOLES Ť 15 Ť AGOSTO Ť 2001

Alejandro Nadal

Ultimo tango en Argentina

En su primer mandato (1989-1995) como presidente de Argentina, Carlos Menem se dedicó a privatizar, promover la inversión extranjera, desregular y abrir la economía argentina. Argentina, junto con México, se convirtió en una estrella de los llamados mercados emergentes.

Ahora cumple ya su tercer año de recesión. Peor aún, la bomba de tiempo financiera y bancaria que aqueja la economía argentina está a punto de estallar.

Algunos esperaban que el regreso de Domingo Cavallo al Ministerio de Finanzas permitiría colocar la economía en una senda de crecimiento sostenido, pero no ha sido así.

Cavallo fue ministro de Economía de Menem y en 1991 promovió una política monetaria que ató el peso argentino a una paridad uno a uno con el dólar estadunidense y prohibía al banco central emitir billetes más allá del saldo de las reservas internacionales.

Esta combinación de medidas permitió reducir la hiperinflación que había afligido a esa economía durante el gobierno de Raúl Alfonsín, predecesor de Menem. Pero atar la paridad del peso con el dólar, y la oferta monetaria con el saldo de la balanza de pagos impuso una doble restricción monetaria.

La sobrevaluación del dólar y la debilidad del euro contribuyeron a deteriorar el saldo de su balanza comercial. Para colmo, la devaluación del real brasileño (22 por ciento en este año) repercutió negativamente sobre la balanza comercial argentina.

El financiamiento del desequilibrio externo se realizó a través de flujos de capital de corto plazo y mayor endeudamiento. La deuda externa supera 130 mil millones de dólares y equivale a 420 por ciento de las exportaciones totales. Las reservas internacionales cayeron 40 por ciento desde diciembre del año pasado. El riesgo de una moratoria sobre esta deuda es muy alto.

Cavallo anunció en junio un programa de austeridad fiscal y pudo comprar tiempo para recalendarizar deuda de corto plazo por 29 mil millones de dólares. Como resultado, Argentina no tendrá que recurrir al mercado internacional de capital para obtener más fondos este año. Pero la crisis no ha desaparecido.

Una posibilidad sería devaluar, pero eso es casi imposible en una economía en la que el endeudamiento en dólares, tanto público como privado, ha crecido tanto. Cavallo introdujo el mes pasado algo parecido a una devaluación o, por lo menos, a una doble paridad. Se trata de un subsidio a los exportadores y un arancel a los importadores. Los exportadores pueden obtener un rembolso al convertir sus dólares a pesos a una paridad equivalente al promedio de la paridad peso-dólar y peso-euro. Ese diferencial es de aproximadamente 7 por ciento en la actualidad.

Aunque Cavallo insiste en que se trata de medidas fiscales, los inversionistas ven en esta medida un titubeo frente al compromiso de defensa inquebrantable de la paridad uno a uno peso dólar. El impacto negativo sobre las cotizaciones en la bolsa fue inmediato.

Por el lado de las finanzas públicas, la recaudación se desploma y se han tenido que adoptar recortes fiscales que incluyen reducciones en los salarios de empleados públicos y pensiones de jubilados. Estas medidas profundizaron una espiral deflacionaria que, mezclada con las perspectivas de crisis y pánico financieros, puede llevar a la Argentina a una crisis de pagos con un posible contagio internacional.

La correa de transmisión puede ser a través del comercio exterior, sobre todo en el caso de Chile (17 por ciento de las exportaciones chilenas van a Argentina). Pero es más grave el riesgo en el caso de los mercados financieros, ya que alrededor de 20 por ciento de los títulos de los mercados emergentes son argentinos. No es imposible que los tenedores de títulos mexicanos busquen deshacerse de esos instrumentos para compensar las pérdidas en el mercado argentino. Si se toma en cuenta la alarmante sobrevaluación del peso mexicano (que alcanza ya 30 por ciento) y la importancia del déficit en cuenta corriente (que puede alcanzar 3.5 por ciento del PIB este año), las perspectivas no son nada buenas.

Una crisis financiera argentina de gran escala, con moratoria y devaluación, sería la primera crisis de mercados emergentes en el contexto de algo parecido a una recesión mundial. Los efectos negativos pueden amplificarse y hacerse más intensos.

El rescate político del modelo argentino se promueve desde Washington en la sede del FMI y el Departamento del Tesoro. Argentina busca negociar un megarrescate, pero ni las medidas sobre la paridad ni las perspectivas sobre el déficit fiscal (que ya sobrepasa en 2 mil 500 millones de dólares lo prometido al FMI) serán medidas bienvenidas en Washington. El deseo de evitar un contagio internacional podría ser más convincente.