DOMINGO Ť 12 Ť AGOSTO Ť 2001
MAR DE HISTORIAS
Escena conyugal
CRISTINA PACHECO
Durante el trayecto estuve pensando en cómo nos despediríamos cuando llegáramos a mi casa: Ƒde beso, de mano, en silencio? La decisión no era sólo mía. Faltaba ver el comportamiento de Lucio. Llevábamos algunos minutos en el coche y ninguno de los dos parecía interesado en conversar. Lucio aún estaba perplejo y yo sin poder explicarle por qué me había afectado tanto nuestro ejercicio de improvisación en el Foro Sur.
Vi por la ventanilla a una mujer que discutía, inclinada sobre un teléfono público. Me recordó la voz de mis padres, horas antes, mientras terminaba de comer para salir rumbo al foro. El dejó la lectura del periódico y se volvió hacia ella: "ƑAdónde va tu hija?" Mi madre suspiró: "A su clase". Entonces él se dirigió a mí: "Y ahora, Ƒde qué es la clasecita, princesa?" Me temblaba la voz cuando le respondí: "De teatro".
En veintiún años de matrimonio mi madre se había convertido en experta detectora de peligros. Aquella tarde, como siempre, se puso a salvo huyendo a la cocina. Hasta allá la persiguió el grito de mi padre: "ƑEso cuesta dinero?" Salí al rescate: "No, papá, ni un solo centavo, no te preocupes." Antes de ocultarse de nuevo tras el periódico, él parpadeó: "Qué raro. En estos tiempos no hay nada gratis." Me levanté. "No has terminado de comer. ƑAdónde vas?" "A arreglarme. Lucio no tarda en venir por mí." Mi madre se quejó: "Otra vez casi no comiste nada."
Nuestra casa es demasiado pequeña. No hay espacio para la intimidad. Mientras me arreglaba frente al espejo no tuve más remedio que oír la discusión de mis padres. "ƑTe ha dicho para qué demonios toma esa clase?" "No, a mí no me dice nada." "Debería de hacerlo. Vive aquí, es hija de familia. O qué, Ƒsomos sus padres nada más cuando tenemos que atenderla y darle dinero?" "Erasto, por favor, no empieces." Mi padre se levantó violentamente porque escuché el estruendo de su silla al caer: "Habla con ella, ahorita. Las cosas no están como para que tu hija vaya a clases de teatro cuando debería estar haciendo algo útil. ƑPor qué no estudia cosas prácticas: inglés o contabilidad?" "No lo sé." "Pues pregúntaselo, šcarajo!" El portazo me golpeó en el estómago.
Enseguida mi madre entró en mi cuarto. Me irritó verla asustada y desvié mi malestar hacia mi padre: "Qué bueno que se fue. Cuando se pone en ese plan no lo soporto." Ella salió a la defensiva: "Está nervioso. Vive con el temor de que lo corran del trabajo y de no poder mantenernos." Me senté en la cama y obligué a mi madre a sentarse también: "Madre: Ƒte hago una pregunta horrible? ƑPor qué te casaste con él?" Ella se levantó: "No era así". No pude refrenarme: "ƑY tú? Nunca tuviste ganas de hacer algo más que atendernos?" Sabía lo que iba a decirme y me adelanté: "Desde luego te lo agradezco, pero estoy hablando de otra cosa: de ti, de tu vida. Nunca me has dicho qué querías ser."
La sonrisa de mi madre me demostró que todos sus sueños estaban muertos. Le tendí las manos y volvió a sentarse a mi lado. Sonrió: "Química. Entonces la facultad quedaba cerca de la casa. Cuando veía pasar a los estudiantes pensaba que tal vez llegara a ser uno de ellos. Pero Erasto y yo nos casamos muy jóvenes. El prometió que me dejaría seguir estudiando. Cambió de opinión cuando me embaracé." "šAhora resulta que yo soy la culpable!", grité. "Claro que no. Fue su familia. Contra ella no pude hacer nada."
El sometimiento de mi madre acrecentó mi rebeldía: "No quiero que me suceda lo mismo." "ƑTú y Lucio tienen planes?" "No, pero me gusta y nos entendemos bien." Esa tarde comprobé que a mi madre le desagradaba Lucio: "No puedo mandar en tus cosas pero me sentiría más tranquila si te viera con un muchacho un poquito más formal, que aspirara a una profesión." Entonces fui yo quien se levantó de golpe: "ƑCómo mi papá? No, gracias." Mi mamá volvió a salir en defensa de mi padre: "Ya te dije que no era así. La vida, el tiempo lo fueron cambiando." "Porque no luchó, no hizo nada para evitarlo."
Mi madre se me quedó mirando como no lo hacía desde que yo era muy niña: "Hay cosas contra las que no se puede luchar. Si te casas con Lucio, Ƒcrees que seguirá siendo como ahora? No. Un día se le caerá el cabello, tendrá miedo de perder el empleo." "No, él es muy distinto, por eso me gusta." Oí el claxon y me sentí aliviada. Tomé el suéter: "Me voy. Regresaré un poco más tarde. Nos toca ejercicio de improvisación." Mi madre sonrió maliciosa.
II
En el coche me sentí tan incómoda junto a Lucio que hasta lamenté no haber seguido el consejo de mi padre. De haberlo hecho, a esas mismas horas estaría conjugando en inglés y al mismo tiempo viendo con disimulo hacia la puerta con la ilusión de descubrir a un muchacho -imposible que fuera Lucio- haciéndome señas de que me apurara.
La reflexión aumentó mi malestar porque comprendí que podía hacerlo todo menos retroceder en el tiempo hasta donde nada de lo que me obsesionaba hubiese sucedido. Convertí mi frustración en odio hacia mis compañeros, en especial Antonio. El había sugerido que Lucio y yo subiéramos al escenario. Cuando el maestro Arteaga le preguntó el motivo de que nos eligiera, Antonio soltó una risita que revelaba la confesión que le había hecho la tarde anterior, cuando me preguntó si Lucio y yo andábamos en serio. "Por mi parte sí y por la suya, creo que también."
Como siempre en los ejercicios de improvisación, el maestro Arteaga y los asistentes al curso ocuparon las butacas más alejadas del foro. Estaba en penumbra, sin más muebles que una mesa y tres sillas. "ƑTema?", preguntó el maestro. Olga propuso una escena conyugal. "Buen tema, pero demasiado amplio. Dentro de esa línea necesitamos algo concreto." Antonio intervino otra vez: "Pasan de los cuarenta años, tienen un hijo, una nimiedad los hace conscientes de sus frustraciones."
III
Transformados en "Esposa" y "Marido", Lucio y yo subimos al escenario. El no sabía dónde poner las manos ni yo en qué dirección mirar. Noté la mesa chueca y la enderecé.
LUCIO-MARIDO: ƑQué haces?
YO-ESPOSA: šNo lo ves? Enderezo la mesa.
MARIDO: ƑPor qué tienes que fijarte siempre en esas tonterías? ƑNunca se te ocurre ocuparte en algo más provechoso?
ESPOSA: Tengo un plan. (Coqueta) Iba a comentártelo.
MARIDO: No te entiendo: siempre estás quejándote de lo mucho que trabajas y ahora resulta que quieres echarte encima otra responsabilidad. ƑQué es?
ESPOSA: Quiero volver a estudiar. Rebeca ya está grande, tú pasas mucho tiempo fuera. Podría emplear esas horas en volver al foro.
MARIDO: ƑA qué? (Lucio se sienta y pretende leer un periódico.)
ESPOSA: ƑNo te lo imaginas? Quiero seguir los cursos de teatro.
MARIDO: A estas alturas Ƒtodavía piensas dedicarte a la actuación? (Lucio finge abandonar el periódico y sonríe ante la negativa.) Menos mal. ƑCuesta dinero? Las cosas no están como para esos lujos. Es más: Ƒpor qué no piensas en algo más útil? Toma una clase de inglés o termina contabilidad. (Lucio se levanta, tira la silla y se encamina a la puerta ficticia.) šY por lo que más quieras, deja de soñar!
Atónita, escuché la lluvia de aplausos. Olga felicitó a Lucio por su improvisación: "Lo que decías era tan real. ƑCómo se te ocurrió?" Lucio respondió con naturalidad: "Imaginándome lo que le diría a la que vaya a ser mi esposa, si dentro de veinte o veinte años me saliera con esa jalada."
Hui del foro llorando pero alcancé a ver la sonrisa de Antonio. Lucio corrió detrás de mí: "ƑQué te sucede?" "Me siento mal." Insistió en llevarme a mi casa. En el trayecto no hablamos: a ninguno de los dos nos gustó la visión del porvenir.