DOMINGO Ť 12 Ť AGOSTO Ť 2001
Antonio Gershenson
La deuda de Pemex
La Secretaría de Hacienda acaba de informar sobre el monto de lo que ya está debiendo Pemex: más de 400 mil millones de pesos, equivalentes hoy a unos 44 mil millones de dólares. Esta cantidad es más del doble que la deuda que alcanzó a tener Pemex en 1982, y que contribuyó de manera importante a la "crisis de la deuda" que entonces se produjo, con devaluaciones y, peor aún, con la llegada de los tecnócratas a la presidencia.
Esa deuda de Pemex, que era de 20 mil millones de dólares, se generó por un derroche y por la compra de equipos petroleros a alto precio. Se compraron plataformas petroleras completas, pese a que luego se mostró que es posible armarlas en México y adquirir lo que no hubiera en el país. Yo recuerdo haber visto, en el complejo Akal J, incluso apagadores de tipo doméstico con las letritas en alemán. A pesar de esto, por lo menos quedó, a cambio de esa deuda, un periodo de crecimiento acelerado de la economía nacional, un periodo con niveles de vida mucho mejores que los actuales para mucha gente, y una infraestructura petrolera que sigue funcionando hasta la fecha.
Esa deuda fue absorbida por Hacienda, que manejó toda la deuda pública en su conjunto. La nueva deuda de Pemex fue contraída en circunstancias distintas. Habiendo dinero presupuestado para las inversiones de Pemex, dinero aprobado por la Cámara de Diputados para ese fin, la Secretaría de Hacienda, sin cuya autorización Pemex no puede hacer nada en ese sentido, detuvo esos proyectos y sólo los autorizó si se llevaban a cabo contratando nueva deuda. Peor aún, se forzó a que se contrataran esquemas de arrendamiento financiero, en los cuales las propias empresas que llevan a cabo la obra (a un costo mayor que el que hubiera costado si lo hiciera Pemex, comprando lo necesario y contratando sólo los trabajos que no pudiera realizar por sus medios) consiguieran su propio financiamiento. Eso es carísimo. Además, reduce la competencia entre contratistas o proveedores, porque son pocos los que pueden presentar una oferta tan gigantesca.
Ahora Pemex debe más del doble de dólares que en 1982, pero ese endeudamiento no ha servido para tener años de crecimiento acelerado, ni un mejor nivel de vida para una parte considerable de la población, y está por verse cuánto va a durar la infraestructura petrolera que se ha instalado, en procesos que han tenido años de retraso y sin un verdadero control por parte de los ingenieros de Pemex, dado que se ha entregado a empresas extranjeras el control y la ejecución de los principales proyectos, en su conjunto.
Es urgente la reforma fiscal de Pemex, para que invierta parte de sus enormes utilidades antes de impuestos, en vez de que todo se lo quede Hacienda para sus jueguitos de cifras macroeconómicas a costa de la miseria y el desempleo de millones de mexicanos. Tanto en 1999 como en 2000, Pemex pagó de impuestos, derechos y demás cargas fiscales, más del 100 por ciento del valor de sus ingresos totales. Vivió de endeudarse hasta límites inadmisibles e insostenibles. Dado que no lo pudieron vender, los tecnócratas lo hipotecaron como si fuera de su propiedad.
También es urgente que las decisiones de Pemex se vuelvan a tomar en Pemex. No es posible que una industria tan compleja, que requiere planeación e inversiones de largo plazo, esté reducida a la categoría de una ficha más en el jueguito tecnócrata de las cifras macroeconómicas. ƑQue los precios subían una décima del uno por ciento por arriba de lo que los tecnócratas querían? El sector financiero, donde se mueve tanto dinero, era y es intocable. Sus exenciones de impuestos eran y son sagradas. Decisión, una y otra vez: recorte de presupuesto a Pemex y a otras entidades productivas y dependencias diversas. Eso es verdaderamente criminal, como lo es que las decisiones de esa naturaleza sean tomadas a pesar de que implicaron cortar obras a la mitad, implicaron grandes pérdidas para la industria y frenaron durante décadas el crecimiento del país.