domingo Ť 12 Ť agosto Ť 2001

Enrique Montalvo Ortega

ƑSe consagrará la democracia del dinero?

El estado de salud de la democracia en nuestro país es hoy sumamente precario. Precisamente cuando se inicia un gobierno que se proclama abanderado de dicho régimen político, se cuestiona al mismo Presidente (de manera similar a como se hizo con Zedillo), por haber utilizado recursos del extranjero (específicamente, de Estados Unidos) para su campaña electoral. Y la respuesta del sistema consiste, tal como en la época priísta, en negar información.

Pero aún más grave es que -también como en el priísmo- no pase nada. Y que ante semejante demanda la mayoría de los consejeros del IFE se resistan a continuar la investigación por uso ilegal de recursos, y que hayan acudido a todo tipo de subterfugios seudolegales para darle carpetazo.

Y es que todo indica que hoy nos hallamos ante el riesgo de que se consagre una nueva forma de fraude a la voluntad ciudadana. El mensaje que nos llega es muy similar al que hizo célebre el recién fallecido Carlos Hank: un político pobre es un pobre político.

Si antes existía una abismal desigualdad en los procesos electorales, debido a que el partido de Estado empleaba ilegalmente dinero y recursos públicos (y a veces también privados) para aplastar a cualquier adversario, ahora comienza a perfilarse una situación en la que el partido en el poder haría algo muy similar, pero con recursos privados nacionales y extranjeros. Podríamos llegar así a una situación en la que los barones del dinero (de México y de todo el mundo), financiadores ocultos de candidaturas, podrían ser quienes inclinaran la balanza a favor de uno u otro candidato o partido.

Y ante todo esto resulta que los consejeros del IFE, con sueldos y prebendas millonarios -se dice que para garantizar su independencia-, no son capaces de ver más allá del respeto al voto en las urnas, y se olvidan de la manipulación que se puede presentar en los procesos electorales mediante la inyección de recursos privados, y de la manera en que esto puede prostituir la democracia.

Si queda sentado el precedente de que no existe autoridad con facultades para investigar, y en su caso sancionar, este tipo de fraudes (Ƒpuede ser llamada de otra manera esta forma de transgredir la ley electoral?), en cualquier etapa de la lucha política, tal vez nos hallemos entonces en un momento muy similar a aquel en el que en la Revolución Mexicana se consagró como "válido" el fraude electoral.

Actualmente percibimos síntomas preocupantes: renuncia de muchos intelectuales a la crítica, florecimiento de la cargada intelectual, abandono de la exigencia democrática por parte de diversas organizaciones y movimientos sociales e incorporación de sus líderes al aparato de gobierno.

Y surge la interrogante: Ƒdónde están ahora las agrupaciones que antes demandaban, con justeza, democracia y transparencia? ƑAcaso lo que antes era motivo de censura ha dejado de serlo cuando el protagonista es ideológicamente afín? En Yucatán, para referir un ejemplo, existen ONG como el Frente Cívico Familiar, Indignación y Mujeres por la Democracia. Por ningún lado se les ve preocupación por el civismo, o la indignación ante la situación referida. Y eso que en ese estado se acusó también al hoy gobernador Patricio Patrón Laviada de rebasar los topes de campaña y de recibir recursos de Roberto Hernández (ver Proceso Sur, 7 de julio, No. 36). Más aún, la lideresa local, y hasta hace poco nacional, de las Mujeres por la Democracia, ha sido designada nada menos que directora del Instituto de la Mujer en el nuevo gobierno panista.

Este es el momento en que resulta indispensable exigir la profundización democrática, más allá de las agrupaciones cívicas de opereta, muchas de ellas financiadas y orquestadas, como lo mostró La Jornada hace algunos meses, desde las agencias estadunidenses para orientar el cambio hacia la permanencia de gobiernos dóciles al gran capital y al neoliberalismo.

Nos urge construir un régimen democrático con transparencia plena en el uso de recursos, y en condiciones que permitan al ciudadano recuperar el poder que le corresponde, al margen de la manipulación mediática y del dinero. Si no se logra ahora, habremos de prepararnos para una etapa autoritaria mucho más peligrosa que la del PRI, la del dominio incontestable de los barones del dinero, los dueños de los grandes capitales.

Lo anterior representaría un salto de dos siglos, un regreso a la democracia censitaria del siglo XIX, donde lo que contaba eran los recursos de los que se disponía. La democracia se convertiría en un simulacro en el que la vía al poder quedaría definida por el acceso a financiamientos secretos, con los consiguientes acuerdos y compromisos oscuros de los políticos con los grandes grupos económicos. La puerta a una corrupción de proporciones gigantescas.

Si no se establecen reglas estrictas para impedir que se rebasen los topes de campaña y no se regula el uso de la televisión para hacer propaganda política, pronto nos podríamos hallar en una especie de dictadura, pero eso sí muy bien envuelta en una fraseología y un ropaje "democráticos". Sólo que, a diferencia de la "dictadura perfecta", que estableció el PRI, no habría mediaciones populistas, y prevalecerían el interés y la voracidad del gran capital por apropiarse de nuestros recursos materiales y humanos, y el servilismo ante aquél por parte de la clase política en el poder.