Memorias de La guerra sucia
El general Francisco Gallardo -prisionero desde hace casi nueve años como resultado de un cuestionado proceso judicial militar- confía en que pronto obtendrá su libertad. Mientras eso sucede, en gran medida gracias a la solidaridad que su caso ha producido en todo el mundo, se da tiempo de narrar un episodio de la guerra sucia en México, ocurrido a fines de 1970: es la historia, con nombres de los presuntos responsables, de una docena de jóvenes que fueron sacados de una base militar, subidos a un avión y arrojados, tras haberles inyectado una droga, a las aguas del lago de Chapala
LAURA Castellanos * Fotos cortesía de la FAMILIA Gallardo Enríquez
Esa noche de fines de 1970 el teniente Francisco Gallardo los miró desconcertado: eran una docena de jóvenes, entre ellos una mujer con ropa masculina; maltrechos, golpeados, sucios, algunos descalzos, esposados, varios con capuchas en sus cabezas.
Militares vestidos de paisano los habían llevado en vehículos civiles.
Gallardo se encontraba de servicio en el 17 Regimiento de Caballería, con sede en Ameca, Jalisco. Aquéllos le transmitieron la orden del comandante de la zona militar, general Manuel García Márquez, de recibirlos en custodia. El se negó.
Bien conocía al general. Había ganado nombre por su combate feroz en la Guerra Cristera, teniendo bajo su mando a oficiales como su propio padre, Salvador Gallardo, y Miguel Bracamontes García.
"Pregunté a mis superiores inmediatos de qué se trataba y me contestaron que me concretara a pasarlos por consigna al siguiente turno. Sin embargo, logré que les quitaran las capuchas y quedaran libres de ataduras. Siento que esto aceleró la situación". También ordenó que se realizara un parte médico de las condiciones en las que venían y "que les proporcionaran alimentación, aseo, cobijas y un lugar para dormir".
En ese momento el joven teniente, que tres años antes había logrado el primer lugar de su generación en el Heroico Colegio Militar, era el oficial con mayor jerarquía en el cuartel.
Poco habló con ellos. Miró sus rostros aterrorizados. Algunos comentaron que eran estudiantes. Los habían detenido en diversos sitios acusados de subversivos y los habían torturado en instalaciones militares.
"Al darles de comer uno de ellos con el rostro desencajado se me acercó y me dijo que tenía mucho miedo de que lo fueran a matar. 'Nada les va a pasar mientras yo esté de guardia', le respondí.
"Como a las 3 de la mañana se presentó personal de la 15 Zona Militar con el propósito de llevarse a los detenidos. Cuando intentaron sacarlos me parapeté con los servicios de seguridad del cuartel y así impedimos que se los llevaran. Después de cinco horas se presentaron altas autoridades militares y me arrestaron por no dar debido cumplimiento a una orden". Se los llevaron.
"Cinco días después supe que aparecieron sin vida flotando en el lago de Chapala. Habían sido lanzados desde un avión de la Fuerza Aérea, que partió de la base de Zapopan, mientras se encontraban inconscientes por el efecto de una droga para caballos que les inyectaron. Se encontró junto a ellos una gorra militar que tenía el nombre de un oficial del Ejército".
Días después llegó personal de la Policía Judicial Militar. Indagaban sobre el caso. El joven teniente comprobó que había entregado al grupo a la siguiente guardia. Aprehendieron a varios oficiales, entre éstos al teniente veterinario Daniel Nieto Arzac y al teniente de caballería Angel Carrillo Herrera, nombre que, dice Gallardo, estaba en el tafilete de la gorra encontrada.
Trascendió el motivo de la intensa investigación: uno de los victimados era cercano a la familia del presidente entrante Luis Echeverría Alvarez. El par de oficiales fueron trasladados a los sótanos de la Policía Judicial Militar en el Campo Militar Número 1, en la ciudad de México, donde fueron torturados. El comandante del regimiento, Olguín de Santiago, y el general García Márquez fueron relevados.
Al ver la inminente pérdida de su poder, el viejo general se suicidó. Fue relevado por un hermano del general Lázaro Cárdenas, Alberto. A los seis meses los dos oficiales detenidos fueron absueltos por el flamante secretario de la Defensa Nacional: el general Hermenegildo Cuenca Díaz.
Años después Nieto Arzac se retiraría con el grado de capitán y Carrillo lo haría con el de mayor. Otros oficiales involucrados serían encubiertos y ascenderían en sus carreras militares, como el general José María Alvarez Ochoa.
*El dragón
José Francisco Gallardo Rodríguez estaba orgulloso de ser dragón, como su padre, apelativo de origen europeo que distingue a los integrantes del tradicional Regimiento de Caballería, también llamados los pompas rosadas. Había nacido en Guadalajara en 1946, y crecido en Colima bajo la rigurosa guía de su padre, un mayor retirado.
El joven de estatura media, atlético, viril, de excepcional inteligencia y resistencia física, ingresó al Heroico Colegio Militar en 1963 y arrancó su galopante carrera: cada año recibió un reconocimiento de manos del presidente Gustavo Díaz Ordaz. Luego sería elegido escolta presidencial.
Cuando supo que debía comprar de su bolsa accesorios del uniforme, rechazó con inconformidad la distinción. Como respuesta fue trasladado al 17 Regimiento de Caballería, de Ameca, Jalisco, en 1967. Ahí presenció la transición de mandos de militares revolucionarios, combatientes de la Guerra Cristera, a los egresados del Colegio Militar. Y se casó con su novia de la secundaria, Leticia Enríquez, blanca, chaparrita, de ojos chispeantes.
Hasta Ameca llegó la versión oficial de la matanza de 1968: que un grupo de subversivos quería tomar el poder auspiciado por comunistas rusos. Y la cifra extraoficial: de 300 a 400 muertos.
Ese año el comandante del 17 Regimiento de Caballería, el general Miguel Bracamontes García, ordenó a sus oficiales vestirse de civil y aprestarse para una persecución contra unos "subversivos" que habían asaltado un banco en Michoacán. Los tenía ubicados. Irían por la carretera costera de Colima a Jalisco.
"A los recién egresados del Colegio Militar nos vistieron de civil. Pusimos una emboscada entre Melaque y Vallarta. A nosotros nos tocó a la altura de Aguacaliente. En un tramo anterior, los bajaron, los ejecutaron y los enterraron ahí mismo".
Luego al general Bracamontes lo trasladaron como comandante de zona a Chilpancingo, que entonces era la única zona militar de Guerrero.
En 1969 el teniente fue enviado a comisión con su antiguo jefe, el general Bracamontes. "Me pidió que me quedara con él. Me dijo que andaba tras unos subversivos. No quise". (Años después el Comité Eureka señalaría a Bracamontes como el responsable de la primera desaparición forzada registrada en México, la del campesino Epifanio Avilés Rojas, en Coyuca de Catalán, en 1969. Lo acusó de ser uno de los principales militares represores en Guerrero. Actualmente está retirado.)
A fines del año, el destacado desempeño de Gallardo le valió ser nombrado jefe de escoltas presidenciales para el informe de Díaz Ordaz. Era la víspera de la llamada guerra sucia.
*La Casa del Estudiante
En 1970 reventaron las simientes gestadas tras los cruentos sucesos del 68. De conflictos universitarios en Michoacán, Jalisco, Chihuahua, Oaxaca, Puebla, Nuevo León y Sinaloa, jóvenes comunistas se radicalizaron y optaron por la vía armada.
El teniente Gallardo ignoraba lo que sucedía con los de su generación. El hermetismo de la vida castrense lo hacía tener una versión fragmentada y parcial de los hechos. Aunque estaba en Jalisco, desconocía que en Guadalajara los universitarios trataban de articular un frente para combatir la violenta represión de los porros de la Federación de Estudiantes de Guadalajara (FEG). Y que éste había sido apoyado en su arranque por Andrés Zuno Arce, hijo de José Guadalupe Zuno, quien había sido fundador de la universidad y era suegro del presidente entrante Luis Echeverría Alvarez.
El 23 de septiembre de 1970 realizaron su primera acción: un centenar tomó por la fuerza la Casa del Estudiante, convertida en refugio de delincuentes vinculados a la FEG. (Ahí nació el Frente Estudiantil Revolucionario, FER, que tres años después sería uno de los grupos guerrilleros que fundarían la Liga Comunista 23 de Septiembre.)
El 30 en la madrugada fueron desalojados. Al mando del 17 Regimiento de Caballería estaba el general Francisco García Castellanos. El viejo y céntrico edificio, a espaldas del templo de San Francisco, fue cercado por militares vestidos de civil armados de tubos:
"Ibamos dos escuadrones, unos 300 militares. Nos llevaron en vehículos civiles. Nosotros íbamos como una 'fuerza de reserva', que no actúa a menos de que se necesite. El que actuó fue el cuarto Batallón de Infantería de El Cuartel Colorado.
"Nos dijeron que un grupo de estudiantes habían tomado la casa, que eran comunistas y perturbaban la paz. Me llamó la atención que íbamos de civil. Tenía 23 años. No me caía el veinte de lo que pasaba.
"Nos ordenaron 'agarre cada quien un rollo de papel'. Estaban bien pesados. Eran tubos de metal enrollados con cartulina. Con eso entraron. Los sacaron a golpes. Fue brutal.
"Se los llevaron al Cuartel Colorado y al tercer Regimiento de Caballería, en Ocotlán, y al 21 Regimiento de Caballería en Sayula. Llegó una catapulta, tumbaron el edificio, hicieron lo que llaman 'tierra limpia'".
En diciembre de 1970 llegó al poder el presidente Luis Echeverría. El joven teniente ya tenía dos hijos, José Francisco y Marco Vinicio, y participaba en campañas contra los enervantes en diversos puntos del estado.
En 1972 alcanzó el primer lugar en la promoción para obtener el grado de capitán segundo. Eso pesó para que el general Rodolfo Cruz Pardo lo jalara con él cuando fue trasladado al 20 Regimiento de Caballería, en Ciudad Delicias, Chihuahua. Allá viviría hasta 1979.
*Operativo Xochicalco
Al general Cruz Pardo, actualmente retirado, le gustaba alardear. Cuando estaba tomado contaba su participación en el operativo en el que fueron asesinados el luchador agrario morelense Rubén Jaramillo, su mujer Epifania y los tres hijos de ésta, el 23 de mayo de 1962. Mencionaba que entonces él era oficial del 13 Regimiento de Caballería en Cuautla. Muchos años después el capitán Gallardo conocería la historia del asesinato. Ese día, a plena luz, unos 60 militares uniformados, con vehículos castrenses, se llevaron de su casa al continuador de la lucha zapatista y su familia. Los trasladaron a la zona arqueológica de Xochicalco. Allí los balearon y les dieron el tiro de gracia.
En Ciudad Delicias transcurría el tiempo mientras Gallardo participaba en la Operación Cóndor de combate a enervantes. Pero en una ocasión, un recluta desertor se robó una arma. Luego de su detención "el general Cruz Pardo me ordenó que lo desapareciera. Lo dejé ir".
Alejandro, su tercer hijo, nació en 1974. Los domingos iba con la familia a pescar mojarras a la presa de Las Vírgenes, o asistía a sus competencias de tiro. Fue muy premiado. No sabía lo que venía.
*El dragón herido
Su meteórica carrera lo convirtió en 1988 en el general brigadier más joven de la institución. Tenía 42 años. Al inicio de la década había estudiado a escondidas la licenciatura en ciencia política y administración pública en la UNAM, y la formación humanística que recibió cambiaría radicalmente su visión del actuar del Ejército.
A fines de 1989, cuando era jefe de la Villa Ecuestre del Estado Mayor sucedió un incidente que golpearía su destino. Era la víspera del cambio presidencial y los dos últimos secretarios habían sido dragones del Regimiento de Caballería. No así el general Antonio Riviello Bazán, entonces comandante de la Villa Ecuestre. Era perro, apelativo de los del Regimiento de Infantería, y sentía una personal animadversión por los dragones. Un día descubrió a los oficiales entrenando con sudadera. Contraviniendo las órdenes del secretario Juan Arévalo Gardoqui ordenó con prepotencia que se pusieran el incómodo uniforme militar. El incidente llegó a oídos del secretario, quien frente a Gallardo reprimió a Riviello y le prohibió pisar la Villa Ecuestre.
Riviello sería el secretario de la Defensa del presidente entrante, Carlos Salinas de Gortari. A 15 días de su ingreso removió a Gallardo. Ordenó que le hicieran una auditoría y no encontró nada. Iniciaba una guerra sucia en su contra. Le fabricaron delitos y lo arrestaron una y otra vez. A lo largo de tres años Gallardo ganó sucesivas batallas en la justicia civil, vía amparos.
Acosado, en la banca y con el sueldo severamente disminuido, Gallardo aprovechó para estudiar la maestría y el doctorado en administración pública en la UNAM, logrando 10 de promedio. Ahí escribió su tesis sobre La necesidad de un ombudsman militar en México, de la cual publicó un resumen en la revista Forum en octubre de 1993. Fue la bomba.
Lo arrestaron y lo trasladaron al Campo Militar Número 1 y reabrieron una averiguación previa por malversación de la que había sido absuelto cinco años antes. Como no había prueba alguna, lo acusaron de haber destruido las pruebas. Su hija más pequeña, Jessica Leticia, tenía días de nacida.
A una semana de abandonar su cargo, el general Riviello le armó una acusación de enriquecimiento ilícito. A su salida dejaba desmanteladas todas las unidades de caballería. En resumen, al general Gallardo le fueron imputados una veintena de delitos y responsabilidades nunca probadas, que derivaron en nueve causas penales (sólo quedan dos) y ocho autos de formal prisión. La justicia federal amparó y protegió al general Gallardo, pero en 1998 dos consejos de guerra lo sentenciaron a 28 años de prisión.*
Ese día de visita el general Gallardo está excepcionalmente contento. El ceño fruncido y la mirada enérgica de otras ocasiones han desaparecido. Tiene sus razones.
Su pequeña celda, inundada de libros, fotos y dibujos de Jessi, es tomada por su familia y una reportera.
La entrevista se realiza sin grabadora. Permea el ambiente la resolución judicial que obligará al presidente Vicente Fox a justificar por qué lo mantiene preso, y la reciente visita de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH).
En ese nuevo escenario, que le da confianza de que pronto será liberado, Gallardo se dice a favor de crear una comisión de la verdad que investigue los abusos militares del pasado: "Es un instrumento de la sociedad para saber qué pasó y para que haya una declaración oficial del gobierno, porque no puedes fundar un Estado democrático en la impunidad. Son delitos de lesa humanidad, por lo que deben ser juzgados. Aun en caso de prescripción, los responsables deben ser exhibidos ante la sociedad".
Luego pasa a presumir sus cartas. Son 25 mil, procedentes de todo el mundo, resultado de la lucha persistente de su familia que originó una intensa campaña de la CIDH, Amnistía Internacional y el PEN Club Internacional. Traen timbres de Canadá, Brasil, Finlandia, Corea, Estados Unidos, Inglaterra. En las últimas semanas han llegado 2 mil 500 más a la oficina de Mariclaire Acosta, embajadora de derechos humanos del gobierno foxista. Otras las han enviado al Presidente diversas ONG de derechos humanos del país.
-¿Está contento? -se le hace una pregunta obvia.
-Nomás mírame la cara -responde, parafraseando a Fox.
Estallan las carcajadas. Abraza a Jessi y la ataca a cosquillas. El 18 de octubre ella cumplirá nueve años. Días después el general tendría los mismos de prisión. No se ve ahí para entonces. ¡Ahora sí le vamos a celebrar su cumpleaños a Jessi!, exclama. confiado. Ella calla. Su expresión lo dice todo. (Laura Castellanos)