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La otra cara de la historia oficial

Palestina: "Los judíos de los judíos"

Israel niega el derecho al retorno a millones de palestinos expulsados de sus tierras
El racismo impuso allá un régimen similar al del apartheid sudafricano

Estados Unidos aporta anualmente a Israel casi 5 mil millones de dólares para armamentos

Guillermo Almeyra

 

El mundo asiste desde hace decenios a una continua y abierta violación de los derechos humanos y de la legalidad internacional. En Palestina, por una resolución de 1947 de las Naciones Unidas, deberían coexistir (y quizás federarse, dado lo exiguo del territorio y la necesidad de asegurar la paz en la región) dos pueblos y dos Estados. En lugar de ello, las tropas israelíes expulsaron en 1948 a centenares de miles de palestinos (se calcula que entre 700 mil y 900 mil, hombres, mujeres, niños, ancianos) utilizando el terror, destruyendo las casas, los montes frutales, los cultivos, realizando masacres de poblados enteros. El nacimiento del Estado de Israel por el terrorismo organizado y la violencia racista, la construcción de un Estado sobre una base religiosa, fundamentalista, la utilización del racismo para imponer un régimen similar al del apartheid sudafricano, son procesos que se ocultan a los judíos de todo el mundo y a la opinión pública mundial para mostrar a Israel como un pequeño David amenazado por el fundamentalismo islámico y los regímenes árabes, que serían el nuevo y gigantesco Goliath.
Sin embargo, los llamados "nuevos historiadores" judíos, en Israel y en la diáspora, salvan el honor de su pueblo tratando de demostrar cuáles fueron los hechos reales. Por ejemplo, Yaron Ezrachi, en Rubber Bullets (Balas de Goma), escribe "Sólo unos pocos han admitido que la historia del retorno, de la redención y de la liberación de sus padres era también una historia de conquista, de desplazamiento, de opresión y de muerte" y dos judíos franceses (Dominique Vidal y Joseph Algazy), que combaten la política racista de Israel, recuerdan en su libro El pecado original de Israel (Les Editions Ovrières, París-Bruselas 1998) (o sea la expulsión por motivos raciales de los palestinos en los orígenes del Estado judío) que el 14 de mayo de 1998 el Estado de Israel hizo publicar por su ministerio de Educación un Libro del Jubileo, para la formación de la juventud israelí (un tercio de la cual es de origen árabe y está compuesta por los hijos de los conquistados que se sometieron). Según el diario conservador-laborista Haaretz "el libro ni menciona la existencia de un pueblo palestino ni antes del establecimiento de Israel ni después y tampoco habla del plan de división de 1947 que había creado dos Estados -uno judío, otro árabe- en Palestina". Agrega el diario: "El capítulo que se refiere a los esfuerzos de paz evoca los tratados con Egipto y Jordania pero ignora completamente los acuerdos de Oslo y el actual proceso de paz con los palestinos".
Conviene, por consiguiente, tratar de responder a algunos mitos repetidos permanentemente por el gobierno de Israel para justificar su apartheid y su expansionismo En primer lugar, en 1922 los judíos llegaban apenas a 84 mil personas en Palestina y representaban un décimo de la población total; en 1946 los británicos habían hecho ascender ese número a 608 mil, o sea, a un tercio de los habitantes. Theodor Herzl, fundador del sionismo, había pensado en establecer el Estado judío en Argentina o en Sudáfrica; después había negociado con el Sultán turco, con el emperador Guillermo I de Alemania, con el reaccionarísimo para Pío X y hasta con los ministros del zar (asesino de judíos) para que le ayudasen a fundar dicho Estado. Encontró lo que buscaba en Inglaterra, que quería despedazar el imperio otomano y que emitió la declaración Balfour del 2 de noviembre de 1917 donde se comprometía a "emplear todos sus esfuerzos" para establecer en Palestina "un hogar nacional judío" (sin preguntarles, por supuesto, su opinión al 90% de los habitantes de la región que concedía al sionismo). Los británicos poblaron así Palestina con judíos venidos del exterior. La mayoría de los judíos, en todo el mundo (en Europa oriental o en Estados Unidos o Argentina) no eran sionistas. Muchos en efecto eran socialistas o buscaban integrarse en su país de residencia. Y los que querían emigrar, lo hacían a América, no a Palestina. Será la combinación entre la política británica, primero, y el terrorismo racista nazi, después, más el extermino de los judíos no sionistas en el Holocausto, lo que empujará a decenas de miles de judíos hacia Palestina. Los mismos sobrevivientes de los campos nazis de concentración, en un 50% preferían emigrar a Estados Unidos. Pero entre 1940 y 1948 Washington sólo dio visados a 57 mil. Palestina no fue una opción, sino una imposición. Los judíos, mediante el terrorismo del grupo Stern, desde 1940 y del Irgun, igualmente de derecha, trataron de expulsar a los ingleses para llenar Palestina de judíos. El bien armado ejército clandestino Haganah se agregó a esa lucha terrorista. El 22 de julio de 1946, esos grupos hicieron volar el Hotel King David, sede del comando británico, causando un centenar de muertes. La opinión pública inglesa, todavía traumatizada por la guerra, pidió entonces la retirada de las tropas y un acuerdo entre Stalin y Washington, a pesar de la guerra fría, empujó hacia la constitución de un Estado judío en Palestina. Moscú dará las armas y "voluntarios" a la Haganah para combatir a los débiles Estados árabes que, en orden disperso, protestaban contra la decisión extranjera de crear otro Estado en su tierra.
Israel nació por consiguiente con el apoyo de la dictadura burocrática soviética (antisemita y antisionista pero deseosa de debilitar a Inglaterra) y con el de las potencias coloniales y el de Washington así como antes había sido inventado por los sionistas y por Balfour. Nació del terrorismo judío y de la decisión de las grandes potencias. El llamado derecho al retorno de los judíos es pues un mito, porque no había dónde retornar, muy pocos judíos querían ir a Palestina y, además, Israel niega todavía el derecho al retorno a los millones de palestinos que, esos sí, fueron expulsados de sus tierras, las cuales fueron expropiadas sin indemnización, y despojados de todos sus bienes, que fueron a parar a manos de los nuevos colonizadores judíos.
Por último, Israel no es David. Ese papel le corresponde a la más larga y tenaz resistencia social y nacional del siglo XX: la de los palestinos, que actualmente enfrentan al opresor en su segunda Intifada. Los Estados árabes en 1947 o estaban sometidos a los ingleses (como Jordania o Egipto) o se habían apenas liberado del colonialismo y eran debilísimos, como Siria o Irak, o eran monarquías feudales. Sus ejércitos mal armados y sin voluntad de lucha fueron derrotados sin problema por grupos judíos bien armados y preparados, que contaban además con armas y "voluntarios" de Moscú. Desde 1948, los palestinos se apoyan sobre todo en el pueblo de las tiendas, en los millones de exiliados y tienen una relación conflictiva con los gobiernos árabes (algunos de los cuales firmaron la paz con Israel a sus espaldas o intentan por todos los medios, como los sauditas, sabotear a la dirección laica y plebeya de Al Fatah y de la Organización para la Liberación de Palestina y, hoy, de la Autoridad Nacional Palestina.) Estados Unidos, en cambio, aporta anualmente a Israel casi 5 mil millones de dólares para armamentos y para reforzar su ocupación militar de los territorios palestinos. Con métodos propios de los nazis, Israel aplica el apartheid, encierra a los palestinos en zonas que son guetos, les quita el agua, el trabajo, la instrucción, el contacto con el exterior. El David palestino responde sobre todo con las hondas hasta que la opinión pública mundial obligue a Estados Unidos a cesar su apoyo a los que recuerdan el Holocausto pero han convertido a los palestinos, en su propia tierra, en los judíos de los judíos.