MIERCOLES Ť 30 Ť MAYO Ť 2001
Jose Steinsleger
Así murió Trujillo
Al terminar la Segunda Guerra Mundial, el gobierno de Estados Unidos volcó la mirada sobre América Central y el Caribe, y observó que algunos hechos políticos de la subregión estaban tomando un curso distinto al de sus intereses estratégicos.
En Guatemala y El Salvador las tiranías de Jorge Ubico y Maximiliano Hernández Martínez habían sido derrocadas por movimientos populares (1944) y en Cuba ya no gobernaba Fulgencio Batista (primera presidencia, 1940-1944). Washington sólo contaba con Anastasio Somoza en Nicaragua, y Rafael Leonidas Trujillo en República Dominicana, en el poder desde 1930.
Por otro lado, una generación de jóvenes socialdemócratas agitaba el escenario persuadida de que el comienzo de la guerra fría inclinaba los intereses de Estados Unidos hacia su lado. Los líderes de esta generación no buscaban la confrontación con el imperio. Sin embargo, soñaban con "limpiar el Caribe de dictaduras".
Reacio a entender la nueva realidad, el gobierno de Harry Truman consagró a Trujillo como "campeón del anticomunismo en América". Y presionó al gobierno de Cuba para frustrar la expedición de exiliados dominicanos que desde Cayo Confites intentaba derrocar a Trujillo (1947). En la aventura de Cayo Confites figuraban el líder dominicano Juan Bosch y un estudiante de la Universidad de La Habana, presidente del Comité Pro Democracia Dominicana: Fidel Castro.
Algunos de los expedicionarios frustrados participaron más tarde en la llamada Legión del Caribe, movimiento cívico-militar que en Costa Rica había llevado al poder al socialdemócrata José Figueres (1948). En 1949, el legionario Juan Rodríguez organizó en Guatemala otro intento similar contra Trujillo, por la bahía de Luperón. Figueres lo traicionó.
ANTES DEL FIN
La suerte del periodista vasco Jesús de Galíndez en Nueva York (1956) marcó el comienzo de la decadencia de Trujillo en la estima de la opinión pública de Estados Unidos. Galíndez desapareció misteriosamente, poco antes de que anunciara la publicación de su libro La era de Trujillo, en el que denunciaba los crímenes del sátrapa dominicano.
Motivo de fricción entre Trujillo y el presidente Dwight Eisenhower tuvo lugar a mediados de 1958, cuando la Casa Blanca se negó a concederle un diploma a su hijo Ramfis (hecho coronel a los tres años de edad y general a los nueve), por parte del Command and General Staff College de Fort Leavenworth (Kansas).
La victoria de la revolución cubana hizo posible que desde este territorio se organizara otra expedición del exilio dominicano, bajo la jefatura de Enrique Jiménez Moya. El 14 y 20 de junio de 1959, por aire y mar, 200 hombres dispuestos a modificar el estado de cosas en Dominicana desembarcaron por Constanza, Maimón y Estero Salado.
Trujillo aplastó la expedición, desencadenó represalias terribles contra la oposición y organizó una legión extranjera, integrada con mercenarios europeos contratados para luchar contra las guerrillas de contrarrevolucionarios que en Cuba actuaban en la sierra del Escambray. La legión nunca entró en combate.
Con todo, los desembarcos de junio sacudieron la conciencia democrática dormida de los dominicanos y provocaron inquietudes que se creían ya desaparecidas.
A fines de enero de 1960 Trujillo desmanteló el complot más grande intentado contra él, apresando a más de mil personas, que incluían a miembros de su gobierno y de las familias más influyentes del país.
En febrero, la Iglesia católica tomó distancia del sátrapa y en la OEA el embajador de Venezuela reclamó la condena de la tiranía por violación masiva de los derechos humanos. Y frente al vendaval insurgente que podía arrasar con Trujillo,
0 el presidente Eisenhower, el Departamento de Estado y Allen Dulles, jefe de la CIA, empezaron a diseñar su plan para deshacerse del tirano.
LA CIA BUSCA DISIDENTES
Que Trujillo pudiera ser atacado simultáneamente por la oposición y por el imperio representaba una ventaja más que un problema, pues esto dejaba libre a Washington de la acusación de oponerse sólo a dictadores de izquierda. El Departamento de Estado no respaldó la propuesta de condena, pero declaró que en junio terminaba su programa de asistencia militar a Trujillo.
En abril, el secretario de Estado Christian Herter le propuso a Trujillo la renuncia y abandono del país. El tirano se negó. Y convencido de que Venezuela (1958) movía el tinglado de las intrigas en su contra pensó que matando a Rómulo Betancourt, presidente de Venezuela, desaparecería la fortaleza del exilio dominicano. Sólo que atentar contra Betancourt era tanto como desafiar los planes estratégicos de Estados Unidos.
El atentado tuvo lugar en Caracas, el 24 de junio de 1960. Milagrosamente, Betancourt salvó la vida. Empero las pruebas de la conjura fueron tan abrumadoras que, a solicitud de Venezuela, República Dominicana fue expulsada de la OEA, con el voto favorable de Estados Unidos.
El gobierno dominicano, cuyo presidente era Joaquín Balaguer, brazo derecho de Trujillo, quedó aislado en tanto las contradicciones del proyecto trujillista engendró tensiones y odios de signos dispares. La burguesía burocrática del tirano se enfrentó con el resto de la burguesía pro imperialista y de estas luchas de facciones surgió el grupo de disidentes que a mediados de 1960 tomó contacto con la CIA. En las filas del trujillismo no faltaban resentidos.
Juan Tomás Díaz, casado con una sobrina del generalísimo, fue humillado públicamente por Trujillo cuando le cruzó la cara con su fuste porque había fracasado en el encargo de hacer que salieran de la embajada mexicana 16 asilados. Un hermano de Antonio de la Maza, capitán del cuerpo de ayudantes militares, murió asesinado por orden del salvador de la patria.
Díaz, De la Maza, Antonio Imbert Barreras, Luis Amiama Tió, Roberto Pastoriza y otros complotadores establecieron contacto con el cónsul Henry Dearborn, jefe de la estación de la CIA en Santo Domingo.
ASESINATO TROPICAL
El 19 de enero de 1961, faltando 24 horas para que Eisenhower entregase la Casa Blanca a John Kennedy, la CIA envió un cable al cónsul Dearborn informando que ya estaba aprobado el suministro de armas y otros materiales destinados a los disidentes. Pero como las armas llegaron desde Estados Unidos el 19 de abril, día en que las fuerzas de Fidel Castro derrotaron la invasión mercenaria de la CIA en Playa Girón, el grupo quedó librado a su suerte.
"No podemos correr el riesgo de una asociación de Estados Unidos con asesinatos políticos", dice un telegrama del 29 de mayo, enviado por Kennedy a Santo Domingo. Al mismo tiempo, le sugería a Dearborn que continuara diciéndole a los disidentes que Estados Unidos apoya su posición.
A las 21:25 horas del 30 de mayo, uno de los conjurados, el teniente Amado García Guerrero, del cuerpo de ayudantes de Trujillo, llamó por teléfono a Juan Tomás Díaz y le informó que su jefe se disponía a viajar de San Cristóbal a Ciudad Trujillo (actual Santo Domingo).
Los asesinos, ocho en total, ocuparon tres coches. El chofer del tirano enfiló por la avenida Máximo Gómez. Al entrar en la autopista Jorge Washington, el primer automóvil de los conjurados empezó a seguir al auto de Trujillo, y más adelante se acomodó el segundo automóvil. El tercer vehículo esperaba en las afueras de la ciudad, atravesado en la carrera de dos carriles.
Cuando el coche de Trujillo se aproximó al sitio donde el paso estaba bloqueado, el segundo auto se le emparejó y Antonio de la Maza disparó con una escopeta de cañón doble, calibre .12, a través de la ventana trasera del vehículo del dictador. El intercambio de disparos apenas duró 15 minutos.
De la Maza disparó el segundo cañón por la ventana lateral y sus compañeros lo secundaron con las metralletas entregadas por la CIA. Imbert Barreras declaró algunos años después: "Estuve a tres metros de él. Apunté mi .45 y le disparé dos veces. Uno de los proyectiles le dio en la barbilla. Cayó de espaldas, muerto". Roberto Pastoriza disparó el tiro de gracia.
El cuerpo de Trujillo fue metido en la cajuela del coche de Juan Tomás Díaz y sobre el pavimento sólo quedaron un automóvil Chevrolet Bel Air con 52 agujeros, la prótesis dental y el kepis del tirano.
El cónsul Henry Dearborn envió un telegrama a la CIA y se fue a dormir. Hoy, junto al mar, en el lugar de la avenida George Washington, donde Rafael Leonidas Trujillo murió hace 40 años, hay una modesta placa de bronce que lacónicamente dice: "Gloria al acto liberador del 30 de mayo".