A diez años de una tragedia anunciada El jueves próximo se cumplen diez años del incendio que consumió las instalaciones de la empresa Agricultura Nacional de Veracruz, mejor conocida como Anaversa, en la ciudad de Córdoba, Veracruz. Dicha negociación funcionaba en la zona urbana y durante décadas formuló diversos plaguicidas altamente dañinos para el ser humano y el ambiente como paratión metílico, malatión y pentaclorofenol. De no haber sido por el incendio que consumió parte del local y las sustancias peligrosas allí almacenadas, la opinión pública no se habría enterado del cúmulo de irregularidades con que trabajó por lustros dicho negocio, ni del peligro de las sustancias que almacenaba y servían para formular y envasar diversos plaguicidas que luego se vendían sin cortapisa en el mercado. Aunque las actividades de Anaversa eran de las catalogadas por las autoridades como de "alto riesgo", contó siempre con los permisos y las licencias correspondientes, expedidas por la entonces Subsecretaría de Ecología y por la Secretaría de Salud. No valieron las peticiones de los vecinos, de los maestros de una escuela que funcionaba cerca y de grupos ciudadanos en el sentido de que Anaversa debía ser reubicada porque afectaba la salud de la gente. Las autoridades sólo actuaron, y mal, cuando el incendio obligó a evacuar a miles de personas y se apagó el fuego sin los mínimos cuidados que se exigen en estos casos. A diez años del accidente, y pese a una recomendación de la Comisión Nacional de Derechos Humanos parcialmente cumplida, Anaversa sigue como ejemplo de impunidad y negligencia. En este número de La Jornada Ecológica se ilustra una década de irregularidades, de encubrimiento a los responsables, tanto de la empresa citada como del sector público. Dueños y funcionarios gozan de cabal salud, no así quienes tuvieron la desgracia de vivir cerca de las instalaciones de Anaversa o sufren aún los efectos del incendio del 3 de mayo de 1991. En esta entrega también se aborda otro caso de negligencia oficial: el de la empresa Peñoles, en Torreón. Por décadas ha envenenado a la población de esa ciudad, sin que las autoridades tomen las medidas necesarias para evitar daños a la salud y al medio. Estos dos ejemplos, entre muchos otros en el país, sirven para mostrar el largo camino que se debe recorrer para alcanzar un desarrollo sin deterioro. |