Los aztecas descubrieron el poder curativo de las aguas termales
La tradición de los baños públicos en nuestro país data de la época prehispánica. Entre los aztecas era parte fundamental de su cultura, pues al uso del temazcal (piedra hirviente) le atribuían poderes mágicos y curativos para todo tipo de enfermedades, debido a que conocían las propiedades de los minerales contenidos en las piedras y el agua, que al calentarse y hervir desprenden elementos químicos como el calcio, fierro, sodio, cloruros, sulfatos, potasio, litio y aluminio, que ayudan en el tratamiento del reumatismo, artritis, gota, eczema, obesidad, impotencia, hipertención arterial, inflamación estomacal, bronquitis, asma, y ayuda a sanar malestares del hígado y riñón.
Al llegar los españoles, se entusiasmaron tanto con la pulcritud de los mexicas que continuaron con su tradición (actualmente, 80 por ciento de los dueños de baños públicos son extranjeros).
Durante la primera década del siglo XX, Porfirio Díaz gustaba realizar visitas a los baños medicinales Del Peñón "para recuperarse de la ajetreada vida que llevaba al estar al frente de la nación; luego de relajarse en las aguas termales se ponía absorto a contemplar lánguidamente la cúpula de la Parroquia de Nuestra Señora de Guadalupe"; según reza uno de los carteles de esos baños.
La tradición del baño curativo la continúan los Del Peñón desde hace 300 años y son pioneros en la utilización curativa de las aguas medicinales. Está a la altura de los famosos "balnearios de Vichy, en Francia y de los Karlsbaad, en Alemania"; agrega otro de los cartelones de los mencionados baños. Sus aguas termales tienen un alto contenido en minerales; por lo cual recomiendan visitarlo "mínimo una vez al mes para que el organismo se mantenga libre de toxinas".