MARTES Ť 24 Ť ABRIL Ť 2001

Angel Guerra Cabrera

Seamos sinceros sobre Cuba

Estados Unidos logró otra vez imponer una condena a Cuba en la Comisión de Derechos Humanos de Naciones Unidas. Lo que podría ser un foro fecundo, donde se trabajara en serio a favor de los derechos humanos, ha sido hundido cada vez más en el descrédito y el desprestigio al convertirlo en un espacio para el ajuste gangsteril de cuentas a los países que no se someten a la voluntad imperial.

Esta nueva agresión contra la isla rebelde de principio a fin está signada por la falsedad, la mentira y un sucio juego antidemocrático. En la República Checa, por ejemplo -cuyo gobierno actuó como peón de Washington para promover la farsa anticubana en Ginebra- 59 por ciento de la población encuestada censura que ciudadanos checos hayan viajado a Cuba a hacer contactos con los llamados activistas por los derechos humanos, y opina que el viaje no ayudó en nada a la defensa de esos derechos en la mayor de las Antillas. La mayoría de los checos, además, favorece una mejoría de las relaciones bilaterales.

Washington usó las peores armas en Ginebra para quebrar voluntades. Contra los gobiernos de Africa, donde Cuba podía contar con un apoyo numeroso, empleó desde el chantaje hasta amenazas de cortarles la ayuda económica, e incluso de suprimir la entrega de fondos para el combate al sida si no votaban a favor de la moción checa-yanqui. Por el estilo ocurrió en América Latina, aunque aquí los dictados estadunidenses encontraran una aquiescente predisposición de varios gobiernos, como son los casos de Argentina, Nicaragua, Uruguay y Costa Rica. Así y todo, la resolucción checa-yanqui sólo logró dos votos de ventaja.

En Cuba, el país condenado, una gran mayoría ve con indignación la postura de quienes se unieron a Estados Unidos, bien porque votaron a favor de la orientación yanqui o porque se abstuvieron, ayudando así a justificar los sufrimientos impuestos por el bloqueo a los cubanos. En contraste, fueron recibidas con gratitud las actitudes contrarias a las pretensiones de Washington, en primer lugar la del gobierno venezolano, el único de nuestra América que se opuso a la resolución anticubana. En la isla, curtida por décadas de lucha antimperialista y donde hay una elevada cultura política, no encuentra el más mínimo eco la desprestigiada retórica made in USA sobre los derechos humanos.

Porque, ¿quién es este Estado que se autoasigna la misión de fiscal y juez supremo de los derechos humanos a escala planetaria?

Es el que nació moralmente castrado por la declaración de que todos los hombres nacen iguales ante Dios, mientras mantenía en la esclavitud a millones de personas de origen africano y después de concluir ese régimen de oprobio continúa discriminándolos hasta hoy; el que exterminó a la gran mayoría de su población indígena; el que arrebató a México más de la mitad de su territorio y exprime inicuamente el trabajo de sus migrantes ilegales, negándoles los más elementales derechos, como hace con los de todos los orígenes (excepto con los procedentes de Cuba, a quienes por puro fariseísmo recibe como héroes, les concede derecho al trabajo no más de llegar allí, y derecho a la ciudadanía a los dos años de su arribo).

Es el Estado donde a pesar de décadas de luchas feministas se discrimina a las mujeres, que no reciben igual salario que los hombres por igual trabajo. Es el que cuenta con una mayor población penal ?negros e hispanos en su inmensa mayoría? con relación a la población total. Es el que arma a Israel hasta los dientes y desde 1972 ha vetado 23 resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU en pro de la solución del problema palestino.

Es el que en Hiroshima y Nagasaky sometió a cientos de miles de personas a tormentos que ni Dante fue capaz de imaginar. Es ese cuyo emperador de turno acaba de decretar que la Roma de hoy, emisora de 25 por ciento de los contaminantes del mundo, no cumplirá ni siquiera con los modestos compromisos de control de esas emisiones fijadas en el Protocolo de Kioto.

Es el que ahora se niega a cumplir con el tratado ABM y se propone dar inicio a una nueva carrera armamentista. Es el que ocasionó la muerte de millones de vietnamitas; el responsable de casi todas las intervenciones militares en América Latina desde el siglo XIX; el agresor -contra la ley internacional- de Granada, Panamá y Yugoslavia.

Y lo que es peor, el autor de sistemáticas y cada vez más rapaces políticas de saqueo, explotación y depredación productoras de creciente pobreza que, además, ponen en grave riesgo la perpetuación de la vida sobre el planeta, ahora en trance de ser ampliadas con el ALCA, instrumento de recolonización de los pueblos al sur del río Bravo.

Nadie se deje confundir. Estados Unidos podrá a duras penas, y empleando los recursos más espurios, endilgar a Cuba un sanbenito con la complicidad de un puñado de fariseos, pusilánimes y vasallos. Pero lo que no puede ni podrá nunca es quebrar la voluntad de autodeterminación, dignidad y justicia social que vibra en el corazón de los cubanos.

Seamos sinceros. Comparemos la obra social y cultural de Cuba, hostigada, acosada y bloqueada, con el paupérrimo y desolador panorama actual del resto de América Latina, y tendremos que convenir que en ninguna otra nación de este continente se ha hecho más por la libertad y la realización plena de los seres humanos.

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