martes Ť 24 Ť abril Ť 2001
Alberto Aziz Nassif
El problema no es de censura
La reciente tesis de la Segunda Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), que determina que la famosa "cláusula de exclusión" es inconstitucional, sin duda constituye una buena noticia que abona el atrasado y todavía remoto mundo de la democracia sindical. El próximo primero de mayo los trabajadores tendrán algo que celebrar. Esta noticia se empalmó prácticamente con el escándalo que protagonizó el secretario del Trabajo, Carlos Abascal, quien se ha convertido en el censor y vocero de una derecha beligerante que quiere avanzar en sus posiciones. Pero en materia de libertades y democracia sindical, el problema no es de censura, sino de prácticas autoritarias que siguen tan campantes.
Resulta un dato interesante el que la SCJN sea el poder que desde hace unos cuantos años ha empezado a reformar el espacio de las reglas laborales. La resolución de la SCJN abona a favor de las libertades básicas. Los argumentos contrarios de que el sindicalismo mexicano se va a fragmentar son absurdos; México ya es uno de los países con mayor fragmentación sindical del mundo. Hay que mirar hacia los países desarrollados, por ejemplo, a Alemania, donde recientemente se anunció que sólo habría cinco grandes sindicatos en todo el país, y los alemanes no tienen cláusula de exclusión. Los ciudadanos dentro del mundo sindical tienen que tener derecho y libertad para entrar a un sindicato, para salir de él, e incluso para no ingresar.
A partir de ahora, sin cláusula de exclusión, empezará a haber libertad frente al sindicato. El artículo 395 de la Ley Federal del Trabajo, que viola la Constitución, tendrá que ser derogado. Pero en este camino de la construcción de una democracia sindical todavía nos falta un buen trecho por recorrer.
Las libertades reales de los trabajadores con los patrones no son tales, la simulación y los contratos de protección inundan el país a lo largo y ancho de las relaciones laborales; se trata de una regla perversa que se puede denominar como franquicia laboral. Y en la otra parte del triángulo se encuentra la libertad sindical frente al Estado, el voto libre y secreto de los trabajadores para optar por una opción sindical, el cual tampoco existe.
En los sindicatos democráticos no se aplica o no existe la cláusula de exclusión. Este mecanismo fue una regla básica del mundo corporativo, de un modelo autoritario de representación de intereses, basado en el control de los trabajadores. Con la llegada de la alternancia democrática, las piezas se tienen que mover hacia un modelo de democracia sindical, de consensos y negociaciones, de acuerdos entre las partes; en síntesis: de concertación, como sucede en los países que se dicen democráticos.
El presidente Vicente Fox no sólo prometió en su campaña, sino que firmó compromisos explícitos en favor de la democracia sindical. El 26 de junio del año 2000, cinco días antes de las elecciones, suscribió el siguiente compromiso: "Plena libertad sindical. Medidas como el sufragio libre y secreto en votaciones para el control de los contratos colectivos".
La semana pasada, con motivo del escándalo de Abascal, el presidente Fox, desde Canadá, salió en defensa de su secretario del Trabajo y dijo dos cosas: que el señor Abascal estaba en su derecho de educar a sus hijos como quisiera, siempre y cuando no impusiera esa educación a todo el país, y que era un excelente secretario del Trabajo.
Se puede estar de acuerdo con el primer argumento o diferir, como de hecho se ha visto en la reciente guerra ideológica sobre la excelente novela de Carlos Fuentes, Aura, o los magníficos cuentos de Gabriel García Márquez, pero el problema con Abascal no es de censura, sino de su desempeño como secretario del Trabajo, y en ese punto diferimos de la apreciación de Fox.
Hay que pedirle cuentas y exigir el cumplimiento de los compromisos de campaña, y en ese sentido se puede ver que el problema de fondo con Carlos Abascal es que reproduce las mismas prácticas autoritarias de los gobiernos anteriores. Hay que juzgarlo por lo que puede hacer, por lo que es urgente que haga y por lo que se comprometieron a hacer. En estricto sentido no se podrá acusar a Abascal ni por sus gustos o disgustos literarios ni siquiera por el aumento del desempleo o por la baja en el crecimiento económico, pero sí por no cumplir con los compromisos democráticos de Fox; mientras la autoridad laboral no garantice el voto libre y secreto de los trabajadores, seguiremos en el inframundo autoritario, similar al del fraude electoral que durante años impidió la alternancia y la democracia.