Alberto NAJAR
El gobierno mexicano, al igual que otros países del continente, equivoca la estrategia para combatir el tráfico de drogas, pues al privilegiar la captura de grandes capos provoca la dispersión de la actividad en numerosos grupos pequeños, que resultan ser más violentos y con mayor protección de autoridades locales.
Estas nuevas organizaciones ?la Procuraduría General de la República (PGR) les llama células? generalmente superan el volumen de estupefacientes que introducen a Estados Unidos, en cantidades incluso superiores a las que manejaban los cárteles que originalmente se pretendía desarticular.
Así, dice Francisco Thoumi, consultor de la Oficina para Control de Drogas y Prevención del Crimen de las Naciones Unidas, el resultado suele ser contraproducente.
La muestra más reciente es la incursión militar en la población de Guardados de Abajo, Tamaulipas, en la que se capturó a 22 integrantes del cártel del Golfo al que la PGR consideraba prácticamente erradicado, tras la captura de Juan García Abrego, en 1996, y la consignación de Hugo Baldomero Medina Garza, El Señor de los Tráileres, el año pasado.
El operativo puso en claro que la organización está lejos de haber desaparecido: el actual líder, Osiel Cárdenas Guillén, disputó durante cuatro años el control del territorio, en una lucha que dejó un saldo de al menos 30 personas ejecutadas.
La refriega no interrumpió el tráfico de drogas. Todavía hasta el año pasado, según el Centro de Estudios Fronterizos (CEF), tan sólo por Nuevo Laredo se introducían a Estados Unidos 5 toneladas de cocaína al mes.
En Guardados de Abajo, pues, se hizo evidente que no basta con detener a los líderes.
"Como estrategia para acabar con el negocio está mal ?advierte Thoumi?. Eso no significa que no haya que ir contra esa gente, son criminales que deben ser aprehendidos. El problema es creer que sólo con eso se termina la droga".
Paradójicamente, para el gobierno mexicano la captura de los capos ha sido prioridad en los últimos tres sexenios, sobre todo por la presión que ejercen las autoridades de Estados Unidos. Un hecho que, insiste Thoumi, tiene pocos efectos prácticos.
-¿Quiere decir que ponerle precio a la cabeza de los capos no afecta la producción de drogas?
-No, porque se determina por muchos factores. Por ejemplo en Colombia aumentó con la caída de la Unión Soviética, cuando Cuba quebró y dejó de financiar a las guerrillas. Tuvieron que buscar dinero de otra parte y encontraron el narco.
*El hermano mayor
Investigador de la Universidad de Florida, participante en los foros que originaron el reporte Seguridad pública y gobernabilidad democrática: desafíos para México y Estados Unidos, Francisco Thoumi es considerado uno de los principales expertos en el tema del narcotráfico en América Latina.
En entrevista con Masiosare advierte que uno de los errores más frecuentes al enfrentar esta actividad es tratar de medir el impacto de las mafias a partir de las ganancias que genera.
"Lo más importante es entender la estructura del crimen organizado antes que la magnitud de sus
utilidades económicas. Por ejemplo, durante años el porcentaje del ingreso nacional generado por las drogas en Bolivia era mucho más alto que el de Colombia o Perú, pero el impacto en el primer país fue mucho menor que en los otros dos".
La razón es, añade, "que en Bolivia este
ingreso se repartía entre todos los campesinos cocaleros, mientras
que en Colombia se concentró en algunos grupos, que además
eran muy violentos".
Al final, "saber que la participación del narcotráfico
en la economía es de 10 o 15% del ingreso nacional no dice mucho.
La estructura es mucho más importante que la magnitud".
-Y también la tolerancia que las sociedades tienen a la actividad.
-Más que eso, es el hecho de que tienes el ingreso de la droga concentrado en 10, 20 o 30 personas. Eso puede hacer más o menos daño.
"En Colombia, por ejemplo, cualquier grupo que exportara 50 o 60 toneladas de cocaína por año -que no es mucho- generaba tantas utilidades como las que recibía cada uno de los grandes conglomerados financieros del país. Esa concentración va penetrar con un efecto mucho más dramático, incluso en el sistema político, porque esa gente necesita protección".
Al resultado de este coctel se le llama narcopolítica. "Durante los años noventa el sistema político colombiano tenía dos fuentes de financiamiento: los grandes consorcios y el narcotráfico. Los dos son igualmente antidemocráticos".
-En México hay regiones que dependen casi por completo del dinero del narco...
-En Colombia también las hay, pero en México se tiene la ventaja de que el país es mucho más grande. Esto permite que una gran parte de la economía legal se mantenga aislada del narcotráfico, aunque existen regiones o estados apartados, sitios relativamente pobres, donde los capos tienen mucho control.
"En México un narcotraficante grande, para operar sin problemas, requiere sólo una red de apoyo político en un estado, mientras que en países de Centroamérica, por ejemplo, hay que ir a la cama con el presidente".
La tesis se confirmó la semana pasada.
Con la primera remesa de detenidos en la incursión militar en Guardados de Abajo, al Distrito Federal llegó también el anuncio de que existían funcionarios del gobierno tamaulipeco y representantes populares involucrados con el nuevo cártel del Golfo.
Entre los señalados se encuentra el presidente municipal de Miguel Alemán, Raúl Rodríguez Barrera, de quien la PGR sospecha está involucrado con los detenidos.
No sería raro: durante el gobierno de Carlos Salinas (cuando el cártel del Golfo estaba en su apogeo) el ahora alcalde era subdelegado de la Policía Judicial Federal en la zona norte de Tamaulipas.
Y en 1996 Rodríguez Barrera fue uno de los 500 agentes federales despedidos por el procurador Antonio Lozano Gracia, durante la purga de elementos vinculados con el narcotráfico.
Por si fuera poco, desde hace tres años en la frontera chica era secreto a voces que algunos narcotraficantes locales financiaron la campaña del entonces candidato a alcalde.
Incluso el CEF denunció los vínculos de Raúl Rodríguez con el grupo que la semana pasada aparentemente fue desarticulado.
Pero nunca se hizo nada. Y la razón, explica Thoumi, es que la vida política del país se matizaba con otros colores.
"Dentro del PRI se había institucionalizado un sistema de mordidas que subía: no importaba dónde entrara el dinero, siempre llegaba a los estratos más altos", afirma.
"El hecho de que ese partido haya perdido el poder es positivo en términos anticorrupción; ahora ya no será necesario sobornar a un nivel más alto y por lo mismo la penetración del crimen organizado será menor".
Como quiera que sea, lo cierto es que hasta el momento no parece haber señales que indiquen un cambio en la estrategia antidrogas.
Apenas concluido el operativo de Guardados de Abajo, aumentó el precio por la captura del nuevo jefe del cártel del Golfo.
La cabeza de Osiel Cárdenas vale ahora 2 millones de dólares.*