MARTES Ť 3 Ť ABRIL Ť 2001

Ť Compartió escenario con Los Sementales, Lupe Esparza, Pesado y La Mafia

El Recodo reúne más de 30 mil personas en Expo Guadalupe

ARTURO CRUZ BARCENAS ENVIADO

Monterrey, NL. La madre de todas las bandas, El Recodo, de Cruz Lizárraga, logró la noche del pasado sábado romper una monotonía en sus conciertos. No es que fueran aburridos, sino que ahora se le ocurrió demostrar que a los norteños y norteñas también les gusta el tipo de música que hacen, "para pistear, para estar alegre", dijo Poncho, clarinetista y uno de los líderes. Aquí ha jugado por muchos años el espíritu de Los Alegres de Terán, de Los Tigres del Norte y adláteres, el corrido duro o light, éste de moda en los años recientes.

En la Expo Guadalupe, al oriente de la contaminada y brumosa urbe, el conjunto de Mazatlán, Sinaloa, se presentó ante más de 30 mil personas, y compartió y encabezó un programa perrón. Subieron Los Sementales, Guadalupe Esparza, Pesado y La Mafia. Estos, la cosa nostra de la música popular, tejanillos, animaron. Fueron ídolos, pero hacía tiempo que no daban conciertos en tierras regias, porque les gustó más el billete verde que los devaluados pesos mexicanos. Para mostrarse magnánimos, regalaron una guitarra eléctrica y una texana.

Los Sementales abrieron el bailongazo e hicieron que se destaparan miles de latas de cerveza, que luego de unas ocho horas de tíbiri, harían lucir a la plaza como un cementerio de envolturas de agua de cebada.
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Lupe Esparza es muy estimado en Monterrey, obvio, y prácticamente enloqueció a sus seguidoras. Cuando cantó Oro, uno de los mayores éxitos de Bronco, la resonancia, la armonía y el sentimiento se volvieron uno con el que quiere ser charro a fuerza. La gente quiere bailar jaladito, grupero, pero Lupe insiste en ser charro.

A Pesado le tocó luchar contra un ambiente propio de su nombre: apenas había subido al escenario cuando la chaviza y momiza ya gritaban que querían oír al Recodo. Aguantando vara, tocó más de una hora. En otros lados es rey.

Llega el éxtasis

Subió El Recodo y eso fue un desmadre, un éxtasis, como si hubieran visto a Dios (Clapton, por supuesto) y con intro cual concierto de Van Hallen, entre juegos pirotécnicos, luces al por mayor, rayos láser, gritería como de marcha antiglobalifóbica. La idolatría en Pena tras pena, La aventura. "Que te quise mucho, no podrás negarlo". Las muchachas de acá huelen a perfume finolis, con escotazos que hacen que se revuelque la hormona; a la cintura breve, surge el embelezo. ¡Qué mujeres!

Yacen, para las dos de la mañana, mínimo, unas 30 mil latas de agua de cebada sobre terreno yermo. Se oye El sinaloense y no hay quien pare la penetración de los recodos entre los regios. Le avientan un  osito de peluche a Poncho; flores para Germán; una rosa para Mimoso, uno de los vocalistas. Poncho muestra la lengua con lascivia a las de las primeras filas.

A eso de las tres de la mañana, del ya domingo suben los recodos para su segunda tanda. Será el fin de la tocada de a 80 pesos la entrada... por 30 mil... más las chelas, más las fotos, más los discos, más los recuerditos, más... más. ¿Saldrá la inversión? Cuando ya todo se creía superado, los de Mazatlán dan una sorpresa, un plus, como dicen ahora los biberones de las disqueras. Una larga rampa une dos escenarios. Ahora El Recodo toca en el espacio dos. "Es una sopresa, para que nos escuchen y nos vean quienes siempre les toca hasta atrás. Nosotros iremos, de aquí en adelante a ellos... sí, sí sale más caro, pero no importa", expresó Germán, el decano clarinetista. La música toca hasta las cuatro y media. La música de banda adquirió carta de ciudadanía en la tierra del corrido y lo norteño. Ya los entendidos esperan carteles donde El Recodo comparta créditos con Intocable y Los Tigres del Norte, los únicos conjuntos gruperos capaces de llenar la Expo Guadalupe.