El país, grande como
es, a los indígenas ya les viene chico. Tiene años de ser
así. La movilidad de los indios pasa desapercibida, por aquello
de la invisibilidad a que los tienen (tenían) condenados. Bajo las
narices de la sociedad mayoritaria, que sigue sin merecerlos, los indios
de México llevan décadas conquistando barrios y espacios
de la modernidad como pueblos que no dejan de nacer.
Mixtecos, mazahuas, ñahñú, nahuas,
tlapanecos, triquis, tundieron las distancias del continente hasta Texas,
Nueva York, los campos del tomate, Vancouver, Nebraska y Alaska, sin perdonar
el df, Neza, Tehuacán, Tijuana, Juárez, Monterrey y Minatitlán-Coatzacoalcos.
Dominaron el lejos y resultaron ágiles, modernos y muy ellos.
Eso es sólo espejo de lo que está sucediendo
en su centro, en su corazón de pueblos, en las tierras donde viven.
Ni primitivos ni lentos, como se dice que son, ahora estamos descubriendo
que sin ellos el país no se mueve. O dicho de otro modo: ellos son
ahora los que mueven el país. Hacen ladrar a los falderos, y les
meten nervio a todos los que tienen cola que les pisen, los que meten su
chilladera en los medios de comunicación, que al cabo les pertenecen.
Alharaca en el Congreso de la Unión. ¿Se
darán cuenta los señores diputados y senadores de la República,
lo que se juegan al escuchar, o no escuchar, el reclamo de los indígenas?
Nada menos que su legitimidad, algo que se supone tienen. Más les
vale a los legisladores tenerla, porque si no, están a punto de
quedar, con todo respeto, en viles pelotas.
Los días históricos que vive México,
para solaz e inspiración del mundo, podrán desembocar en
un futuro extraordinario, donde la tolerancia sea la clave de todo: los
usos de las lenguas, el ejercicio de la representatividad y el gobierno,
las opciones religiosas, sexuales, indumentarias. Después de las
pésimas lecciones brindadas al mundo en los conflictos de Bosnia,
Kosovo, Congo, Colombia, Afganistán, Indonesia, Belfast, Sarajevo,
Jerusalén, ¿seremos capaces de transitar con bien a un futuro
que, como sea, habrá de suceder?
El desdén del priísmo decrépito,
el racismo de las "familias" del PAN, el pánico ojete de los empresarios
--únicos que la libran de un sexenio a otro, y cada vez se ponen
más rudos y más picudos.
Nunca más un México sin nosotros: es la
suma de lo que ocurre, expresión de lo inevitable. Les guste o no
les guste a quienes se supone que debiera gustarles, los pueblos llegaron
ya, y lo que demandan es muy claro, en cierto modo simple, y a los ojos
de la opinión pública nacional e internacional, muy justo
y ciertamente legítimo.
O un México vital con los pueblos indígenas,
o una nación abocada a la desnaturalización y el desastre.
Ya el titular del Ejecutivo dijo que se jugaba la presidencia
en esto, y será frívolo o poco informado como dicen, pero
no tonto, y con un instinto de conservación que lo llevó
hasta donde está ahora.
El Legislativo en cambio aún no demuestra haber
aprendido a representar obedeciendo, a no ser patiño del poder,
de los partidos y sus intereses personales --es decir todo lo que no tiene
que ver con los electores que hicieron de ellos lo que son, para que los
representaran. ¿O qué? ¿No se supone que vivimos,
o de menos transitamos, a la democracia?
Maravilla del mundo, los pueblos indios. Los legisladores
del PAN y el PRI, ¿vergüenza nacional? Estese pendiente, pronto
lo sabremos, para solaz y enseñanza del mundo entero.