Rubén MOHENO
Su
mayor temor era que en su camino cruzara "alguien como yo". Por eso nunca
vio cara a cara a sus contactos, ni les reveló su identidad o empleo.
Para ellos sólo sería B, Ramón, o R. García,
y no el veterano agente de contrainteligencia de la FBI Robert P. Hanssen:
"Ninguno de los dos es niño para estas cosas ?les escribió?;
con el tiempo, yo puedo reducir sus bajas en vez de volverme una".
Experto en programar computadoras, Hanssen usó claves para señalar fechas y lugares de entrega de documentos y disquetes con criptografía. No aceptó radiotransmisores rusos ni otros aparatos que delataran su labor de topo, y se negó a viajar al extranjero para reunirse con sus contactos: "Tendría que responder a demasiadas preguntas de mi familia, mis amigos y el gobierno; además de que eso es un signo distintivo del espía".
Hanssen, de 56 años, tenía 25 de antigüedad en la FBI, y 16 como doble agente cuando lo arrestaron el pasado febrero en un suburbio de Washington cercano a su casa. Estaba ahí para entregar documentos en un buzón secreto (dead drop), y recoger unos fajos de dólares en otro buzón.
Graduado en administración de empresas, y con estudios del idioma ruso, Hanssen inició su carrera en la FBI como oficial de contrainteligencia.
Luego ascendió a supervisor de un equipo de monitoreo electrónico a los soviéticos en Nueva York, donde se suponía que un tercio de sus diplomáticos fueran espías. Más tarde se encargó de la unidad de análisis de los soviéticos, después representó a la FBI ante el Departamento de Estado, y en diciembre lo regresaron, ya como sospechoso, al cuartel general de esa organización.
Hanssen tenía acceso a documentos secretos de la CIA, la Agencia Nacional de Seguridad (NSA, especializada en electrónica y satélites), el Departamento de Estado, la propia FBI y otros aparatos de inteligencia de Estados Unidos. Se supone que entregó a la KGB, primero, y a la postsoviética SVR después, 26 discos de computadora y 6 mil páginas de documentos secretos, así como los nombres de más de dos docenas de dobles agentes, desertores y reclutas potenciales. Señalan que hizo fracasar el espionaje mediante un túnel subterráneo bajo la embajada en Washington de aquel país. Pero en realidad desconocen las dimensiones de los daños.
La
prensa estadunidense describe a Hanssen como un hombre casado y padre de
seis hijos, que no era mujeriego ni aficionado al juego, las drogas ni
el alcohol, y no gastaba por encima de sus ingresos comprobables. Su familia
nada sabía de su actividad. Es católico (miembro del Opus
Dei) y, según sus ex colegas, sus puntos de vista eran derechistas.
Pero en sus cartas secretas Hanssen expresa una visión peculiar: "Estados Unidos puede ser vagamente parecido a un niño retardado de poderosa constitución; potencialmente peligroso, pero joven, inmaduro y fácilmente manipulable. Esa apariencia no debe hacer que lo tomen a la ligera. También puede volverse un genio rápidamente, como un idiota sabio, una vez convencido de un objetivo".
Se supone que recibió 600 mil dólares en billetes y diamantes, y 800 mil dólares en una cuenta bancaria en Moscú. Pero en una carta él dice no creer en ese depósito, y no muestra avaricia en las demás: "Tengo poca o ninguna necesidad ni manera de usar más de los 100 mil. Esa suma sólo representa una dificultad, dado que no puedo gastarla, guardarla o invertirla fácilmente. Tal vez (enviar) algunos diamantes, como valores para mis hijos... Y, eventualmente, apreciaría un plan de escape (nada es para siempre)".
Su contacto con los soviéticos se dio en octubre
de 1985, cuando un oficial de la KGB (cuya correspondencia, Hanssen sabía,
no estaba monitoreada) recibió una carta dentro de la cual había
un sobre que decía: "No abrir. Llevar este sobre sin abrir a Víctor
I. Cherkasin".
Cherkasin, alto funcionario de la KGB, había sido
seleccionado porque Hanssen lo consideraba un espía competente.
En la carta dio instrucciones de cómo deberían hacerse los
intercambios de documentos y dinero, y proporcionó mapas para ubicar
los buzones. El dinero debía entregarse en bolsas ("negras o verdes")
con basura real encima, y otra bolsa impermeable para los billetes.
Acordó un "punto de señal" para activar el buzón: "El poste del anuncio 'cruce peatonal' al oeste de la entrada principal del parque sobre la calle Old Courthouse" (el anuncio es el más cercano al puente mencionado). Cuando Hanssen estuviera listo para recoger su primer pago en efectivo, dejaría en el anuncio una marca vertical con cinta adhesiva. Ellos deberían dejar una marca horizontal para indicar que habían llenado el buzón. Y él, a su vez, dejaría otra marca vertical para mostrar que había recibido el paquete.
Acordó
un mecanismo para encubrir las fechas reales en que debían hacerse
los envíos: "Añadiré seis (ustedes resten seis) a
los meses, días y horas señalados, en ambas direcciones de
nuestras comunicaciones futuras". También se comunicaron en claves
mediante anuncios de venta en los periódicos.
Hanssen dijo a sus contactos que había decidido ese camino a muy temprana edad, y que había leído la autobiografía del inglés Kim Philby, el más exitoso doble agente soviético durante la Guerra Fría.
En el prólogo al libro de su amigo Kim Philby, My Silent War, Graham Greene anotó (Masiosare, 26-9-99): "El que un espía de la KGB 'se convierta', por ejemplo, nunca me sorprendería, porque la profesión puede volverse un tipo de juego tan abstracto como el ajedrez: el espía toma más interés en los mecanismos de su vocación que en su objetivo final, la defensa de su país. El 'juego' (un juego serio) alcanza tal nivel de sofisticación, que pierde de vista sus valores morales".
Si las consideraciones morales están particularmente fuera de lugar en el espionaje, nada podríamos añadir a eso en la situación rusa actual.
La gran prensa estadunidense parafrasea y da vueltas a la idea de Greene sobre el juego del espía, sin citarlo jamás. Y sin considerar que, en realidad, para Greene (y a su modo para Philby), aparte de una politique, existía también una mistique, sólo que es difícil imaginar que la burocracia estadunidense pudiera tener una digna de ser tomada en serio.
El asunto es bochornoso para la FBI, y para su director Louis Freeh, no en menor grado, porque éste asistía a la misma parroquia que su preso actual. Freeh dijo que las actividades de Hanssen representan "las más traidoras acciones imaginables".
Según el testimonio judicial de la FBI, una de
las primeras acciones de Hanssen como agente soviético fue informar
a Cherkasin que Valery Martinov y Sergei Motorin, ambos agentes de la KGB
en Washington, y Boris Yuzhin, agente de la KGB en San Francisco, en realidad
trabajaban para la FBI. Los dos primeros fueron llamados a Moscú
en 1986, juzgados y ejecutados, el otro fue arrestado, y al obtener su
libertad viajó a Estados Unidos.
Se afirma que Hanssen alertó a los soviéticos
de las sospechas sobre Felix S. Bloch, funcionario del Departamento de
Estado que se había reunido con un agente de la KGB en París
en 1989. Entonces Bloch negó haber estado involucrado jamás
en el espionaje, se negó a responder preguntas, y sólo pudieron
despedirlo de su puesto.
Cuando emergieron los documentos que señalaban a Han-ssen claramente, la FBI realizó investigaciones secretas en su casa, auto y computadoras, donde encontraron correspondencia con sus contactos de 1999 a 2000. Sin embargo, existe una brecha de información de 1991 a 1999 (cuyo principio coincide con el derrumbe soviético), lapso durante el cual Hanssen tal vez "durmió".
En sus propios términos, Hanssen apunta rasgos de su personalidad: "Se podría decir que, o soy valiente hasta la locura o estoy loco de remate. Y no encajaría en ninguna de las dos. Yo diría que soy leal con locura".
Pero esa locura no le hacía perder sentido de la
realidad: "Cambios recientes en la ley de Estados Unidos ?escribió
a sus contactos? ahora aplican la pena de muerte para la ayuda que les
doy, como ustedes saben, así que corro algunos riesgos".
En efecto, bajo una ley aprobada luego del arresto del
espía de la CIA Aldrich H. Ames, en 1994, los fiscales pueden pedir
la pena de muerte para una persona que haya entregado información
de secretos nucleares a una potencia extranjera o resulte en la muerte
de agentes de Estados Unidos. Hanssen empezó a trabajar unos meses
después que Ames, y duró más del doble en activo,
pero a Ames (cuyo contacto fue el mismo Cherkasin) lo descubrieron por
su carácter derrochador. Se supone que los rusos se dieron el lujo
de cotejar la información de dos agentes que no tenían relación
entre sí.
Un vocero de inteligencia rusa, Boris N. Labusov, se expresó sobre el caso Hanssen: "Existe una vieja verdad (en el negocio de la inteligencia): que los éxitos se hacen públicos después de un fracaso".
"Mientras existan los sistemas de inteligencia ?dijo Labusov?
siempre habrá amenazas de revelaciones de las personas que trabajan
para uno u otro de tales sistemas. Y siempre habrá revelaciones,
pero no diría que se trata de una práctica usual. Cuando
un escándalo de espías se eleva a un nivel político,
es necesario entender quién y qué están detrás
de eso, y quién se beneficia".
Esta parece una buena oportunidad para que la nueva administración
estadunidense lleve al patíbulo a un espía. Pero el abogado
de Hanssen ya adelantó que su cliente va a alegar no culpabilidad.
Así que el ultraderechista secretario de Justicia, John Ashcroft,
tendrá que presentar ante la Corte a alguien que compruebe la autenticidad
de los documentos que exhiben, y demostrar la cadena de custodia de las
cartas. Esa persona deberá ser la misma que las proporcionó.
Aunque el director de la FBI niega que ambos hechos estén relacionados, la prensa estadunidense y rusa juzga que el problema para Hanssen vino cuando apareció "alguien como él", en la persona de Sergei Tretyakov, quien hasta noviembre último fue primer secretario de la embajada rusa ante Naciones Unidas, pero hoy es colaborador de Estados Unidos. Y que él pudo entregar, en originales, el viejo archivo de Hanssen en la KGB.*