Ť Revelaciones sobre el derrocamiento de Mahuad en La cuarta vía al poder
EU monitoreó el levantamiento en Ecuador
Ť Previo al movimiento indígena-popular-militar, Gustavo Noboa ya preparaba un golpe
Ť Oficiales evitaron una masacre aquel 21 de enero al
no ejecutar una orden de disparar
ALEJANDRA DUPUY
Una pantalla electrónica instalada en el Comando Sur del ejército estadunidense seguía el levantamiento en Ecuador de miles de indígenas que, apoyados por movimientos sociales y estudiantiles, derrocaban el 21 de enero de 2000 al impopular presidente Jamil Mahuad. A la rebelión se sumaron, a último momento, jóvenes oficiales del ejército que un día antes habían evitado una matanza, al desobedecer la orden de los altos mandos de reprimir a los manifestantes.
Entre esos 400 oficiales estaban los coroneles Lucio Gutiérrez, Fausto Cobo, Jorge Brito y Gustavo de Lamala, figuras centrales del 21 de enero, cuyas fotografías desplegaba aquella gigantesca pantalla. Todos ellos educados en Estados Unidos, pero con una visión social de las fuerzas armadas: Washington no podía permitir que asumieran el poder, revelan los testimonios recogidos en el libro La cuarta vía al poder. Venezuela-Colombia-Ecuador, de Colección Editorial Política, y que será presentado este viernes en Quito.
"La cuarta vía" es la lucha bolivariana, alternativa al neoliberalismo, al "mercado con corazón" de la centroziquierda y a la clásica guerra de guerrillas de los años 60. El levantamiento de Ecuador es analizado entonces en el libro ?que incluye entrevistas con líderes de la Confederación de Nacionalidades Indígenas de Ecuador (Conaie), con los coroneles rebeldes y con el politólogo Noam Chomsky, entre otros? no como un mero hecho local, sino como uno de los acontecimientos más importantes de América Latina.
Este levantamiento, junto con la revolución bolivariana de Chávez y el conflicto colombiano, completa lo que Heinz Dieterich Steffan, compilador y coautor del libro, denomina el "Triángulo de Bolívar", que sirve para dar una perspectiva regional a la cuarta vía y también a la acción de Estados Unidos en la zona. Así, por ejemplo, el Plan Colombia impulsado por Washington constituye la llave para el control de importantes mercados y de la zona estratégica de este nuevo milenio: la Amazonia.
En un anticipo exclusivo para La Jornada, Dieterich, doctor en Ciencias Sociales y Económicas, adelanta testimonios que aparecen en el libro, y que ponen al descubierto un intento de golpe de Estado. Pero no el golpe del cual hablaban la televisión y la radio ecuatorianas hace un año, al referirse al levantamiento indígena-popular-militar contra la política neoliberal de Mahuad.
Dos semanas antes del levantamiento, Juan José Vivas, secretario particular del entonces vicepresidente y actual mandatario Gustavo Noboa, "visitó sorpresivamente a un periodista amigo para solicitarle información sobre los generales y almirantes de las Fuerzas Armadas y de la Policía que podrían ser designados para conformar el Alto Mando"
¿Acaso el vicepresidente de la República tenía la atribución constitucional para designar a los mandos militares y policiales?", se pregunta el coronel Brito, quien se forjó en los conflictos armados fronterizos con Perú y que el 21 de enero del pasado año ocupaba el puesto clave de subdirector de Operaciones Militares.
Esto supondría que los representantes del poder económico y financiero ya se habían adelantado a los acontecimientos, preparando a Noboa como remplazante de Mahuad, ante el creciente descontento popular.
Otra tentativa de golpe se preparaba por el lado del general Telmo Sandoval, comandante general de la fuerza terrestre, quien a principios de enero consultó a un grupo de oficiales si le apoyarían "si él asumía el poder político del país", agrega Brito.
Pero las condiciones políticas y la falta de apoyo en las fuerzas armadas no permiten esta asonada "preventiva", continúa Dieterich, al hacer un recuento de la insurrección. Cuando los indígenas logran entrar a Quito, pese a las barreras policiales, y rodean el Congreso, los generales dan orden de disparar. "La tropa no va a seguir esa orden y nosotros tampoco", responden los oficiales. El poder estaba dispuesto a aplastar la rebelión; sólo que no había quien ejecutara sus órdenes.
Indígenas, trabajadores petroleros, electricistas, estudiantes y otros sectores populares llegan entonces a un acuerdo con Lucio Gutiérrez, quien ya un año antes había entregado un documento al general Sandoval para manifestarle su "extrañeza" por el silencio de las fuerzas armadas ante la entrega de ayuda a banqueros corruptos mientras el alza de las tarifas de la luz, el agua y los teléfonos golpeaban a los ecuatorianos.
Cuando los generales ven a Gutiérrez y a otros capitanes uniéndose a la causa indígena, envían a Cobo, el militar con mayor número de condecoraciones en el ejército, a retomar el control. Pero éste decide plegarse al movimiento, y lo mismo haría luego Brito.
La insurrección, pacífica y sin armas, triunfa, pero "no hay un plan de la toma del palacio de invierno", señala Dieterich. "Era una acción popular indígena planeada, pero el componente militar era incierto".
Y tampoco estaba preparado el movimiento para actuar una vez llegado al poder. Aunque un sector hablaba de emitir decretos para arrestar a los banqueros corruptos, ocupar las estaciones de radio y televisión y los ministerios, finalmente deciden negociar con los generales. En cuanto a los oficiales, la posición de Cobos es ilustrativa: cuando las unidades del ejército le comunican su apoyo y piden órdenes, éste les solicita que se queden en los cuarteles, para evitar derramamientos de sangre.
Esto da a la derecha fuerzas para reorganizase. Mientras el ex presidente León Febres Cordero advierte que separará a Guayaquil del país si Ecuador cae en manos de "indios y militares", la embajada estadunidense se pone en contacto con el general Carlos Mendoza, quien negocia con el movimiento indígena para remplazar a Lucio Gutiérrez en el gobierno de salvación nacional. "Luego se hizo público el asunto de que desde Estados Unidos se llamó a decir que se daría un trato igual o más duro que a Cuba" si se instauraba este gobierno, refiere en el libro Miguel Lluco, líder de Pachacútik, brazo político de la Confederación de Nacionalidades Indígenas de Ecuador.
En tan sólo dos días, la traición y la falta de "software cultural" acaban con la insurrección, estima Dieterich. ¿Terminó el 21 de enero en un fracaso? ¿Cuál es el futuro?
Las protestas por la dolarización y las últimas medidas económicas de Mahuad se repiten día a día en Ecuador, en cuyas fuerzas armadas se anida el resentimiento por los centenares de oficiales obligados a dejar sus filas. Y la derecha, que busca neutralizar a la Conaie, se encuentra atenazada por los organismos financieros como el Banco Mundial, que no permiten una política más social.
Dieterich expone dos escenarios: por un lado, cita a Brito, para quien "esta es la última oportunidad para la oligarquía de arreglar las cosas de manera pacífica", y por otro, señala que la vía de las urnas está abierta, con una eventual victoria de la Conaie y de otros movimientos populares en las próximas elecciones.
Lo importante ahora, concluye, es analizar un levantamiento que logró el apoyo de parte de las fuerzas armadas, y que en un futuro puede constituirse en un paradigma para otros países del continente.