Héctor Reyes Bonilla
University of Miami, Miami, y Universidad Autónoma de Baja California Sur, La Paz.
Correo electrónico: [email protected]
En
la costa occidental de México, una de las áreas que más
llama la atención es el golfo de California, dada su belleza, su
enorme riqueza biológica y su importancia económica. Entre
las variados ecosistemas marinos que podemos hallar ahí se encuentran
los arrecifes y parches coralinos que están distribuidos especialmente
en las costas rocosas de la península de Baja California, y que
han alcanzado sus mejores niveles de desarrollo en la sección sur
del golfo.
El descubrimiento de los arrecifes del Mar de Cortés es reciente; apenas en 1941 fue descrito el primero de ellos (cabo Pulmo), aunque se tenía noticia de la existencia de corales desde el siglo xix. Hasta la década pasada, todos los estudios en la zona habían sido realizados por extranjeros, pero a partir de 1986, universidades y centros de investigación nacionales tomaron cartas en el asunto y hoy la gran mayoría de los trabajos es desarrollada en instituciones académicas con sede en La Paz, Ensenada, Puerto Ángel y Puerto Vallarta.
Los arrecifes y parches coralinos del golfo de California son pequeños en extensión ?rara vez superan las 10 hectáreas?, y están distribuidos en aguas someras de hasta 12 metros de profundidad y las estructuras arrecifales no superan los tres metros de espesor. No obstante, la presencia de corales ha permitido incrementar notablemente la diversidad biológica regional, ya que muchas especies colonizadoras del Indo-Pacífico se han establecido en el golfo.
El
conocimiento sobre los corales del golfo de California es ya muy detallado.
Se tienen datos sobre la riqueza, la abundancia y la zonación de
las especies en las comunidades más importantes, y sobre las agrupaciones
de peces e invertebrados asociados. También hay trabajos sobre los
efectos de las perturbaciones naturales sobre los arrecifes, que incluyen
la depredación, la bioerosión, los ciclones y la elevación
de la temperatura oceánica resultante del fenómeno de El
Niño. Al respecto, se sabe que en 1997-98 (cuando se presentó
uno de los eventos más fuertes del siglo), el blanqueamiento coralino
alcanzó al 30 por ciento de la población de corales del sur
del golfo, pero la mortalidad fue sólo del 18 por ciento. Estos
niveles son bajos si los comparamos con las mortalidades coralinas del
50 al 95 por ciento observadas en Centroamérica durante El Niño
de 1982-83: el daño fue tan intenso que a la fecha esos sistemas
no han logrado recuperarse.
Hasta la década de los ochenta, los arrecifes y parches coralinos del golfo de California habían sido poco afectados por las actividades humanas, pues la población residente en la península era muy baja y el turismo estaba limitado por la falta de vías de comunicación. Sin embargo, la situación cambió notablemente los últimos 15 años; ahora, los sistemas coralinos son frecuentemente visitados y se han visto afectados, dada la facilidad de acceso y la falta de control en el número de usuarios. Casi siempre, el daño consiste en golpes directos de los buceadores o las anclas de embarcaciones sobre las cabezas de coral, así como la colecta de "recuerdos". La situación ha llamado la atención de las autoridades de las áreas marinas protegidas en las islas del golfo de California, cabo Pulmo y cabo San Lucas, donde se localizan las principales formaciones coralinas. Desafortunadamente, ninguna de ellas tiene un plan de manejo establecido, lo cual dificulta o impide los esfuerzos de conservación. Esperamos que pronto se elaboren estos programas y se apliquen regulaciones para evitar daños mayores a los arrecifes de la región.