Lunes en la Ciencia, 21 de agosto del 2000
Retrato hablado para un nuevo director de Conacyt
Gustavo Viniegra González
El señor Vicente Fox, ganador de la elección presidencial, ha propuesto una nueva forma de elegir a los funcionarios federales: sugiere que el público le proponga candidatos. Y para hacer buena su palabra, ha incluido en su equipo de transición al ingeniero Carlos Rojas Mañón, conocido buscador comercial de talentos, quien ha ejercido su oficio de head hunter con mucho éxito. Por eso me atrevo a proponer al público y al nuevo equipo gobernante lo que considero debería ser el perfil para un nuevo director del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), encargado de cumplir la promesa de campaña de aumentar considerablemente el nivel científico y técnico de México.
Durante cerca de 30 años he visto pasar a seis directores generales del Conacyt y he llegado a imaginarme cómo me gustaría que fueran los futuros encargados de esa dependencia: en primer lugar, que tengan un conocimiento efectivo y real del problema y de la importancia que tiene sacar a México de su atraso en ciencia y tecnología. Y esto implica que sea una persona bien informada de la magnitud y de las causas más probables de ese retraso, con el espíritu abierto para aprender de la crítica y el debate. Esto incluye la honestidad y el compromiso moral para sacar la carreta del atolladero. Y, como indicador de esas cualidades, sería bueno que fuese alguien que hubiese demostrado la habilidad de organizar a equipos importantes de investigación y desarrollo. Y no un aficionado que toma la chamba por no habérsele encontrado otro lugar en la administración federal. En segundo término, que tuviese la capacidad de convocatoria hacia un segmento importante de la comunidad de ciencia y tecnología. Es decir, con habilidad y cualidades para organizar eventos y discusiones de grupos amplios, interesados en temas importantes de algún campo de la ciencia o de la tecnología. Finalmente, que tuviese una cualidad muy rara: capaz de elaborar una propuesta práctica y razonable de cómo superar la pobre relación entre la investigación y su aplicación industrial, pues hemos visto que la tecnología ha retrocedido en forma inversa y aparentemente paradójica, con la expanción de nuestras ventas de productos manufacturados (yo diría ensamblados) destinados al exterior.
El entendimiento del atraso tecnológico y la capacidad para hacer propuestas para superarlo, es vital para cambiar los términos de la negociación con los sectores financieros que han dirigido y parece que seguirán dirigiendo a nuestra economía. Hasta la fecha, la inversión en ciencia y tecnología ha sido vista como un gasto decorativo que no tiene la prioridad del rescate bancario o del apoyo financiero a las empresas constructoras de carreteras. Y difícil, para la mayoría de estos funcionarios, entender que sin ciencia y tecnología propias, nuestra capacidad de negociación financiera seguirá siendo muy pobre y que así será muy difícil crecer a 7 por ciento anual y tener un aumento importante del gasto social destinado a sacar de la miseria a la mayoría de la población. Por ello, me imagino al próximo director del Conacyt negociando efectivamente el aumento de la inversión en este sector con la meta cercana de llegar a 1 por ciento del producto interno bruto.
Yo le pediría a los encargados de escoger a ese nuevo funcionario que por favor no nos manden un cartucho quemado ni que nos encomienden con un amigo de campaña que no tiene experiencia ni capacidad de convocatoria. Pues necesitamos un sistema de ciencia y tecnología a la altura de nuestra competencia internacional. De lo contrario seguiremos siendo un país changarrero y maquilador, con muy bajo valor agregado neto en los resultados comerciales de nuestra economía. Y por ende, con muy pocas oportunidades de salir de la escasez económica en que vivimos.
El autor es profesor-investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana Iztapalapa