Lunes en la Ciencia, 21 de agosto del 2000
Luis Rafael Herrera Estrella
El inventor de las plantas transgénicas
En 1982, en plena crisis económica y a medio doctorado en ingeniería genética de plantas en la Universidad Estatal de Gante, el biólogo Luis Rafael Herrera Estrella (Distrito Federal, 1956) recibió una carta en la que el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) le comunicaba que ese sería su último mes de beca y se le preguntaba: "Ƒte regresas o te quedas en Bélgica?"
Herrera Estella decidió permanecer en ese país europeo y, para su fortuna, la Universidad de Gante no sólo se interesó en sus investigaciones sino que le pagó para que prosiguiera con el desarrollo de una tecnología -en ese entonces eran estudios pioneros- para producir plantas transgénicas. Jamás imaginó que muchos años después, en el 2000, sería reconocido por la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI), pasando a la historia como el "inventor" de las plantas transgénicas.
Desde que regresó a nuestro país en 1986, el doctor Herrera Estrella se incorporó a la Unidad Irapuato del Centro de Investigaciones y Estudios Avanzados (Cinvestav), del Instituto Politécnico Nacional, para dedicarse a entender cómo funcionan, a nivel molecular, los mecanismos que determinan las diversas reacciones de las plantas, con el propósito de hacerles modificaciones genéticas de una manera más precisa y poder, así, resolver los diversos problemas que aquejan a la agricultura en nuestro país.
En la actualidad, Herrera Estrella centra sus esfuerzos en la obtención de plantas que eliminan la toxicidad provocada por el aluminio en suelos ácidos y que cuentan con una mejor capacidad para utilizar los nutrientes. "A nivel popular se sabe que el aluminio se usa para fabricar envases de lata, partes automotrices, fabricar cohetes... es el metal más abundante en la corteza terrestre en forma de compuestos óxidos o silicatos que son insolubles, pero cuando el aluminio se disuelve, provoca un suelo ácido altamente tóxico para las plantas.
"Después de la sequía, el problema más importante es el de la toxicidad provocada por el aluminio, problema que afecta -continúa el especialista- a casi 40 por ciento de la superficie cultivable del planeta; en nuestro país tenemos cerca de 4 millones de hectáreas de suelos naturalmente ácidos. Se encuentran en Chiapas, Campeche, Veracruz y Yucatán, lugares con producción agrícola muy baja, debido a que la mayoría de las plantas son susceptibles al efecto tóxico del aluminio."
En el curso de sus investigaciones, Herrera Estrella verificó lo que habían encontrado otros colegas: que las plantas que eran naturalmente tolerantes al aluminio, exudaban por sus raíces compuestos orgánicos como el ácido cítrico que neutralizaba la toxicidad del aluminio. Fue así como decidió utilizar las técnicas de la ingeniería genética para incrementar la capacidad de las plantas para producir ácidos orgánicos y volverlas resistentes al efecto tóxico del aluminio.
Los hallazgos de Herrera Estrella han tenido repercusión en diversas partes del mundo, porque abren la posibilidad de cultivar extensiones muy grandes que tienen gran potencial agrícola, pero que no se podían utilizar, debido a la acidez del suelo. Y si se abren esos nuevos espacios de cultivo se podría evitar, por lo menos durante unas cuantas décadas, la presión que hay sobre los bosques tropicales.
"Antes -explica el investigador- se eliminaba la acidez del suelo echándole cal (porque se neutraliza el pH), pero la lluvia se llevaba la cal a los ríos, causando problemas ecológicos. En cambio, nuestra idea es ecológicamente más amigable, porque los compuestos que echa la planta son eliminados por las bacterias que hay en el mismo suelo".
Recientemente, Herrera Estrella probó que su sistema también funciona en microorganismos que viven en el agua, por lo que es posible que se aplique al rescate de algunos de algunos de los lagos que han sido dañados por la lluvia ácida.
"Es curioso que Greenpeace y toda la gente que ataca a la ingeniería genética de manera violenta, porque afirman que estamos haciendo cosas espantosas que sólo sirven para enriquecer más a las empresas multinacionales que dominan el mercado mundial agrícola, no se den cuenta del enorme potencial que la ingeniería genética tiene para favorecer a los agricultores pobres que siembran sus cultivos en suelos marginales y de resolver problemas eco- lógicos de gran im-portancia". (Patricia Vega) (Foto: Patricia Vega)