MARTES 1o. DE AGOSTO DE 2000

 


* Adelfo Regino Montes *

El valor de la palabra

La palabra expresa el pensamiento y el sentimiento de nosotros los seres humanos. De hecho, la palabra nos hace diferentes del resto de los seres que habitamos el planeta. Y la palabra es verdadera, según la visión india, cuando hay plena correspondencia entre lo que se dice y lo que se hace. La palabra encuentra verdadero valor cuando se ve reflejada en la realidad. Por eso quizás en muchos rincones indígenas de México, la palabra cumplida sigue siendo regla de oro.

Esta reflexión, seguramente tan elemental para muchos, es una cuestión comúnmente olvidada en nuestro país, sobre todo a nivel de los hombres y las mujeres del poder y el dinero. En muchos ámbitos y sectores de la vida nacional, la palabra ha perdido el valor y la importancia que debería merecer, en tanto base de las relaciones sociales. El costo mayor de esta circunstancia, entre muchas otras consecuencias, ha sido la desconfianza.

En este contexto, después de aquel doloroso primero de enero de 1994, el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) atendió la voz de la sociedad que exigía la solución de los problemas de los pueblos a través del diálogo, es decir, mediante la palabra. Ellos cumplieron y desde entonces su arma fundamental ha sido la palabra. Gracias a esta voluntad, el gobierno federal y el EZLN firmaron los acuerdos sobre derechos y cultura indígenas, el 16 de febrero de 1996. Después de la firma de estos primeros acuerdos, el gobierno federal ya no quiso hablar e incumplió su palabra.

La Comisión Nacional de Intermediación (Conai) así lo manifestó el 17 de marzo de 1998, diciendo: "El proceso de diálogo y negociación entró abiertamente en crisis a partir de marzo de 1996, durante el desarrollo de la Mesa II: Democracia y Justicia, cuando el gobierno federal se negó a hablar y a llevar sus asesores e invitados". Desde aquel entonces el presidente Ernesto Zedillo le dio un golpe definitivo a la palabra y en consecuencia al proceso de diálogo. Los zapatistas, con justa razón, dijeron el 29 de agosto de 1996 que ya no tenía sentido platicar con el gobierno, ya que éste no tenía palabra verdadera, sino sólo estaba utilizando el proceso referido para hacer la guerra.

En un esfuerzo por recomponer la situación, los zapatistas expusieron sus condiciones para regresar al diálogo. Aunque en aquellos días se constituyó la Comisión de Seguimiento y Verificación (Cosever) y las partes mandataron a la Cocopa para que ésta, en calidad de árbitro, elaborara una propuesta de reformas constitucionales con base en los acuerdos de San Andrés, el presidente Zedillo respondió nulificando el quehacer de la Cosever y descalificando la propuesta de la Cocopa. Desde entonces la palabra de Zedillo ya no vale, porque su palabra no es de paz.

ƑTiene sentido recordar todo lo anterior? Para los que hemos buscado la paz con justicia y dignidad tiene sentido hacer memoria. Y esto cobra mayor importancia, dado que hoy día empezamos a observar las incongruencias de Vicente Fox y el equipo de transición que ha conformado. Fox dijo en campaña que "generaría las condiciones para que el Ejército vuelva a sus posiciones originales", pero después de una plática con los mandos militares condicionó el reposicionamiento del Ejército sólo en el marco de un diálogo con el EZLN; también afirmó que convertiría "el documento de la Cocopa en una iniciativa del Ejecutivo y enviarla el primer día de su gobierno", pero los miembros de su partido han manifestado que seguirán defendiendo su iniciativa de reformas constitucionales en materia indígena, aunque ésta desconozca radicalmente los acuerdos de San Andrés.

Peor aún. Con la participación de algunos dirigentes indígenas, Fox pretende emprender un conjunto de reformas institucionales resucitando el viejo indigenismo que tanto hemos cuestionado, llegándose a hablar incluso de la creación de un consejo nacional para el desarrollo de los pueblos indígenas. Me pregunto: Ƒserá jurídicamente válido y políticamente sensato realizar una reforma institucional sin antes haber realizado una reforma constitucional y legal? Las experiencias, tanto de Luis Echeverría --con el Consejo Nacional de Pueblos Indios-- como de Carlos Salinas --con el Consejo Nacional de Desarrollo Integral y Justicia Social para los Pueblos Indígenas-- no han servido más que para alargar la cadena de corporativismo y corrupción que existe en México.

Para el gobierno mexicano --independientemente de la persona o el partido en el poder-- el problema vital sigue siendo la incongruencia entre la palabra y los hechos. Y con los argumentos anteriores, Fox no parece librarse de esta terrible epidemia que existe en las estructuras estatales. Por eso, con justa razón, para los pueblos indígenas nada ha cambiado, dado que el problema vital sigue existiendo. Porque la incongruencia, no sólo entre las palabras y los hechos, sino en el discurso mismo, está hoy a la luz del día. Y quizá cuando hablamos del enorme valor que tiene la palabra, estamos tocando un tema de trascendental importancia que nuestros hermanos zapatistas ya nos recordaron: está en manos del nuevo gobierno la paz o la guerra. ƑEstará Fox a la altura de este reto?