LUNES 15 DE MAYO DE 2000

Muchas promesas y poca agua

 

* Iván Restrepo *

En marzo pasado tuvo lugar en La Haya, Holanda, la mayor reunión sobre agua en la historia reciente. Asistieron 3 mil 500 personas entre expertos, organizaciones no gubernamentales (ONG) y de Naciones Unidas, políticos y 110 ministros del ambiente. Sin embargo, esta cumbre fue calificada como incolora, inodora e insípida.

De los documentos presentados y las conclusiones a que llegaron los delegados oficiales (y que finalmente se divulgan en su totalidad hasta ahora), resalta que mientras los ministros se comprometieron a asegurar el suministro de agua en el siglo XXI, brillaron por su ausencia las medidas concretas para hacer realidad tal cosa.

Por principio, la Declaración Ministerial reconoce el acceso de todos a suficiente agua potable a un precio razonable para mantener una vida sana y productiva, pero mil 200 millones de personas en el mundo carecen de ella y su insalubridad cuesta la vida a 3 millones de personas cada año, los más pobres pagan 12 por ciento más por litro de agua, y en el año 2025 se necesitará 20 por ciento más agua de la disponible hoy para abastecer a la población.

Todo lo anterior se agudiza porque las naciones industrializadas tienen un grave problema debido a las sustancias químicas y tóxicas vertidas en los ríos, que causan serios desajustes a la salud de la población y al medio en general.

El foro fijó como objetivo 2015 para reducir a la mitad el número de personas sin acceso al agua potable y tratar de establecer sistemas de pago que reflejen los costos reales del líquido, sin perjudicar a los más pobres, que son los más castigados por la carencia de agua, cuya disminución obedece a la contaminación y el uso indiscriminado, los cambios de clima, el suelo y las inundaciones.

Algunos ministros intentaron incluir en la declaración que el acceso al agua limpia es un derecho humano, pero este principio fue rechazado a última hora. Sólo se reconoció que el agua es una necesidad básica, lo que provocó numerosas críticas de los asistentes. Los grupos no gubernamentales y los ecologistas consideran que la declaración ministerial es pobre, pues no incluye planes específicos para enfrentar los problemas en cada región. Además, acusaron a la cumbre de promover la privatización del agua ya que se manifestó a favor de poner precio a los servicios de distribución y concede enorme importancia a la iniciativa privada en la gestión integral de los recursos hídricos.

Agregaron que si bien la gestión racional del agua es asunto público, para garantizar el abasto es urgente, antes que impulsar grandes obras hidráulicas y privatizaciones, conservar los sistemas acuáticos y detener la contaminación de los ríos y los acuíferos. En apoyo a esta idea y bajo el lema: "usar la necesaria, pero ni una gota más", algunos ministros reafirmaron que el agua es un bien de dominio público, un derecho de todos que no se debe desperdiciar.

Este enorme foro pasará a la historia no solamente por sus limitaciones, sus abundantes y, en ocasiones, repetitivos diagnósticos, y porque no tomó acuerdos radicales como exige el problema, sino también por el papel protagónico de las ONG, y muy especialmente de cientos de mujeres, principales víctimas de la escasez de agua, que contaron sus experiencias y ofrecieron soluciones, muchas de ellas mejores y más sensatas que los sesudos análisis de los ministros y las burocracias que los acompañan y asesoran.

Una novedad es que la UNESCO ofrecerá cada dos años un informe sobre el estado del agua dulce en el mundo. Se pretende con ello reducir las deficiencias de información y ayudar a las naciones a hacer un mejor uso de ese recurso. El informe estará a cargo del nuevo Instituto para la Educación del Agua, con sede en Holanda.

Mientras se prepara la próxima reunión y se informa que en 2025 el mundo tendrá 9 mil millones de habitantes --3 mil millones más que ahora--, sigue ausente la voluntad política para evitar la crisis que distinguirá el nuevo siglo: la del agua. *