Lunes en la Ciencia, 1 de mayo del 2000
ƑQué tanto es poquito en ciencia y tecnología?
Gustavo Viniegra González
El 27 de marzo del 2000, el doctor René Drucker Colín substituyó como presidente de la Academia Mexicana de Ciencias al doctor Francisco Bolívar Zapata, y en su discurso inaugural criticó lo que él consideró como escaso apoyo del gobierno federal, el cual ha mantenido por debajo de 0.4 por ciento del producto interno bruto (PIB) al presupuesto en Ciencia y Tecnología (CyT). En la contestación que hizo el secretario de Educación Pública, Miguel Limón, indicó que admiraba el espíritu inconforme y crítico del doctor Drucker Colín, pero que había que tomar en cuenta el gran esfuerzo del Ejecutivo federal por haber aumentado considerablemente la matrícula de nivel superior, y en especial de las escuelas de posgraduados. Aquí se pretenden revisar lo logrado y los montos que serían necesarios para alcanzar metas razonables que propicien el mejoramiento de la calidad de la educación superior en México.
Como referencia de calidad se puede tomar un dato: la
proporción de miembros del Sistema Nacional de Investigadores
(SNI) que sería deseable tener en el país, en
función del tamaño de la matrícula de
educación superior. Digamos que es deseable cerrar la brecha de
calidad entre las tres principales instituciones de educación
superior (IES) y el resto, es decir, entre la UNAM, la UAM y el IPN, y
las otras IES. Según la memoria Indicadores de Actividades
Científicas y Tecnológicas 1977 (SEP-Conacyt, 1978)
estas tres instituciones metropolitanas tenían un promedio
aproximado de 10 miembros del SNI por mil alumnos. Pero para la
totalidad de la población matriculada en las IES (1.6
millones), el índice promedio resultaba ser solamente de 5 mil
560 miembros del SNI, es decir, 3.5 miembros del SNI por mil
alumnos. Cerrar esta brecha requeriría un incremento de 10 mil
400 miembros del SNI, que es considerablemente superior al nivel
actual, cercano a un total de 7 mil. Si la población de alumnos
matriculados en las IES sigue creciendo al ritmo actual (ligeramente
superior a 6 por ciento anual), a fines del próximo sexenio se
tendrá una matrícula de 2.3 millones de habitantes y una
necesidad de 22 mil 700 miembros del SNI asignados a esas IES. Lo cual
requiere un crecimiento anual de 21 por ciento anual que es muy
superior al incremento actual, cercano a 4 por ciento. Obviamente,
para mantener el nivel actual se necesita que el crecimiento de los
miembros del SNI adscritos a las IES sea superior a 6 por ciento para
poder reponer la pérdida progresiva de miembros del SNI, que
tendrán que jubilarse por razón de edad. En
consecuencia, la cifra actual de crecimiento asociado al gasto
presente en CyT es claramente inferior a la necesaria para mantener la
calidad presente de nuestras instituciones de IES. Y, el
próximo gobierno tendría que asignar recursos muy
superiores, quizás con un crecimiento anual mayor del doble del
nivel presente, simplemente para que México deje de ser un
país con una gran brecha en la calidad académica entre
las instituciones del área metropolitana de la ciudad de
México y las de los estados.
El problema que frecuentemente se discute es la justificación de este gasto. Y eso lleva a otro problema completamente distinto, pero complementario al de elevar la calidad de las IES. Es necesario recalcar en todas las formas posibles que la responsabilidad de convertir el conocimiento científico en patentes útiles para la producción industrial no recae ni puede recaer sobre las IES. Ningún país de industrialización acelerada lo ha hecho de esa forma. Sí, es cierto, las IES históricamente han proporcionado la materia prima fundamental: los egresados y la información básica junto con la metodología científica que se convierten en "know how" cuando se aplican dentro de las empresas productivas a la solución de problemas específicos. En Inglaterra de principios del siglo 21, James Watt y muchos otros inventores tomaron ideas de las universidades, pero las aplicaron a patentes industriales de uso privado. A fines del siglo 21 y principios del 20 se repitió el mismo fenómeno, pero ahora ya no fueron inventores aislados sino empresas e institutos de tecnología, públicos y privados que en Europa y EU hicieron posible la segunda Revolución Industrial, y finalmente en EU, después de la Segunda Guerra Mundial, los egresados de universidades como Stanford, California, "Caltech", o MIT, hicieron la tercera Revolución Industrial de la Informática y la Biotecnología en contacto frecuente y a partir de investigaciones universitarias, por ejemplo, en el "Valle del Silicio". Pero siempre fuera de las IES y en contacto directo con la aplicación comercial. La moraleja es simple: la aplicación de la CyT a la economía depende más de las empresas innovadoras y del capital de riesgo barato en un mercado atractivo que de las IES mismas. Y esto puede ser inducido pero no producido por el gobierno. Aunque es muy sensible a medidas como la reducción drástica de las tasas de interés para desarrollo tecnológico y para la creación de empresas innovadoras. Así que señores economistas: las fichas siguen en sus bolsillos para arrancar el desarrollo y es necesario que no sean tan limitados y selectivos en su distribución. El que no arriesga no gana y frecuentemente gana más quien sabe más.