La Jornada lunes 1 de mayo de 2000

ASTILLERO Ť Julio Hernández

Casi nadie se dio cuenta el pasado martes de que el ganador político (se reitera: político) del encuentro televisivo de los candidatos a la Presidencia fue Francisco Labastida.

Ciertamente, fue el panista Vicente Fox quien obtuvo las mejores calificaciones en las encuestas de opinión que se realizaron después del llamado debate, pero quien fijó con precisión un nuevo posicionamiento político, y quien desplegó una nueva estrategia a partir de esa precaria polémica, fue el priísta Labastida.

Es decir, el guanajuatense ganó en el plano de la respuesta de la opinión pública, pero el sinaloense consiguió instalar a partir de ese momento el arsenal de recursos legales e ilegales con los que espera ganar la próxima elección, sean cuales sean los términos en los que se emitan los votos ciudadanos en las urnas.

Duro y directo

La interpretación a contracorriente que ofrece esta vacacionista columna necesita algunas precisiones: Labastida aprovechó el remedo de debate del pasado martes para dar el banderazo de salida a las fuerzas más conservadoras del PRI, del viejísimo PRI, para actuar en los términos extremos que les fuesen necesarios para mantener el poder. Los guiños, los lances, las actitudes labastidistas que a la opinión pública le parecieron fallidos y hasta patéticos, fueron, sin embargo, interpretados en los sótanos del partido tricolor como la demostración de que el jefe, el candidato, había asumido al fin la decisión de enfrentar al costo que fuese al panista. Ese día, el martes, el sistema tomó la decisión de hacer a un lado maquillajes atenuantes. No más simulaciones ni tolerancia: duro y directo, como en aquel programa policiaco de televisión.

Por ello, porque se han soltado todos los demonios del tricolor, se han visto en escasos días maniobras diversas que muestran la decisión tomada: la vuelta a los brazos del padrino necesarísimo, Carlos Hank; la visita al subpadrino Roberto Madrazo para atestiguar el bautizo del cachorro Manuel Andrade; el anuncio del nuevo milagro multiplicador de los votos, la doctrina Amway que según eso reproducirá votos para el PRI como las ventas en el sistema de las pirámides; la intensa campaña para posicionar a Gilberto Rincón Gallardo como el nuevo líder nacional de la izquierda madura y responsable y, por si mayor crudeza fuese necesaria, la orden a los gobernadores para que capitalicen a favor del PRI programas sociales como Progresa...

Hank, Madrazo: el retorno de los hijos pródigos

Poco tiempo le han durado a Labastida las actitudes retadoras. Uno más de los reculamientos escandalosos es el referido a Carlos Hank González, a cuyo hijo Jorge había desdeñado Labastida como eventual colaborador y aliado, entre otras cosas, según eso, porque era una persona dedicada a manejar casinos y juegos de azar. Ahora, sin embargo, el jefe familiar, el gran jefe, el profesor Carlos Hank, fue invitado a una reunión con ex gobernadores del estado de México y allí se abrazó con Labastida, y dijo que era su amigo y que no había ningún problema entre ellos. Ayer domingo, Labastida recibió otro abrazo oscuro y tragó abundantes platos de sapos, al ir a Villahermosa el día en el que tomó posesión como candidato a gobernador Manuel Andrade, a quien impuso Roberto a madrazo limpio, aplastando al presunto aspirante labastidista, Arturo Núñez. Pero, en estos momentos, la familia necesita estar unida. Todos unidos como en aquellas escenas de las fiestas de familia que narraba Mario Puzo.

Mapaches disfrazados de vendedores de Amway

Si no fuese porque es una cosa seria (en la que se invertirán muchos millones de dólares), el asunto de la estrategia electoral priísta debería tratarse en la sección cómica de los medios. Después de sesudos debates internos, los genios labastidistas acordaron instalar la doctrina Amwey como nuevo mecanismo de trabajo. Según esos finos estrategas, la victoria electoral del 2 de julio es una cosa simplísima: basta con organizar a los labastidistas y convertirlos en células reproductoras del voto, como en las pirámides. Digamos, usando nombres y apellidos falsos, sólo a manera de ejemplo, que hay un joven llamado Esteban, que convence a otro llamado Emilio de que el mejor candidato es Labastida, Emilio a su vez convence a Dulce María, ésta a don Luis, éste a La Güera, y etcétera... Cuando menos se den cuenta, esas células originales, poniéndose el objetivo de convencer a diez personas más cada cual, habrán hecho una pirámide tal que de los diez millones de votos ja-ja-ja se habrá llegado a la cuota impuesta, a la cifra mágica, al resultado que desde ahora ya se empieza a escribir con letras de oro: diecinueve millones de votos a favor de Labastida.

El PRI progresa

Pero, mientras los muchachos se entretienen jugando a que son vendedores de Amway, los hombres maduros, los expertos (uno de ellos, el gran ideólogo, el comandante en jefe de estas operaciones especiales, el afamado Manuel González, El Meme) hacen lo que tienen que hacer: vincular el aparato de reparto de recursos públicos a la clientela priísta, para tratar de obligar a esos segmentos de precarismo a votar por el tricolor o, en todo caso, suplir sus deficiencias ayudándoles a emitir esos sufragios aun cuando ellos no concurran físicamente a las urnas.

El propio Labastida, el nuevo Labastida, el que se abrió de capa en el debate, ha instado a los 21 gobernadores priístas a que le entren a promover el voto priísta aprovechando los programas de asistencia social. No se necesita ninguna agudeza especial para entender lo que sucederá ahora que se ha hecho oficial esa demanda de vincular el uso del dinero público con la promoción del voto priísta. Se trata, en esencia, de que cada gobernador emule las hazañas y grandezas de Roberto Albores, el mandatario chiapaneco al que Labastida saluda en público con tanta confianza y alegría como un padre o tutor lo haría con un muchacho pícaro y audaz.

Rincón Gallardo, Alcocer, Labastida

Lamenta mucho esta columna no ir en el mismo sentido de tantos columnistas, comentaristas y analistas que encomian las virtudes de Gilberto Rincón Gallardo y su partido, el de la Democracia Social. Sí, es cierto, don Gilberto tiene un pasado de lucha que mueve a respeto, y su discurso actual es mesurado y propositivo. Pero eso no es todo, ni lo principal: el Partido Democracia Social es un proyecto político creado por Jorge Alcocer, el asesor de Francisco Labastida que fue subsecretario de Gobernación cuando el sinaloense ocupaba esa cartera. De hecho, Alcocer se preparaba para asumir la directiva de ese partido cuando fue invitado a instalarse en Bucareli. El PDS ha sido siempre una corriente política impulsada por el labastidismo, que pretende establecer una opción de izquierda madura, responsable, manejable, para sustituir a la izquierda aglutinada en el PRD, cuyas contradicciones y excesos les llevaría tarde o temprano a estallar. Segmentos del oficialismo, desde el IFE hasta Bucareli, estuvieron siempre relacionados con el PDS. Alcocer es uno de los estrategas políticos de Labastida, junto con Adolfo Orive.

Pero pudiera ser que todos estos datos pareciesen menores y fuesen insuficientes para juzgar la candidatura de Rincón Gallardo y los propósitos de su partido. Entonces, esta columna invita a los lectores a observar el entorno en el que se ha dado el crecimiento de ese candidato y de esa agrupación. Véase si no cómo los espacios oficialistas, los que se abren y se prodigan mediante llamadas poderosas, se deshacen en elogios y brindan grandes tiempos en pantalla o al micrófono a la revelación del debate del pasado martes. Este sábado, en Televisión Azteca, don Gilberto mantuvo arrobada a Lolita de la Vega, quien con una gran sensualidad sólo atinaba a decir "claro", "por supuesto", y "desde luego" a la clase de teoría política y al recuento de luchas sociales y políticas que Rincón Gallardo ofrecía a la conductora favorita de las causas libertarias y democráticas.

Así que, Ƒquién ganó el debate, en términos estratégicos, políticos, de posicionamiento, y no sólo de encuestas de opinión? Como dicen en la televisión: šMucho ojo!

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