Lunes en la Ciencia, 20 de marzo del 2000
Alonso Fernández Guasti
Drogas y sexualidad: una relación cotidiana
Biólogo egresado de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) en 1979, ganó un premio de la Academia Mexicana de Ciencias 18 años después, en el área de ciencias naturales. Sus primeras investigaciones, bajo la dirección del doctor Carlos Beyer Flores, ya se orientaban a establecer los procesos que subyacen a la diferenciación sexual del cerebro; su tesis de maestría en el Instituto de Investigaciones Biomédicas de la UNAM abarcó "el campo de las acciones protectoras de las progestinas en la virilización del sistema nervioso central".
La relación entre el ciclo reproductivo de las hembras, particularmente en los mamíferos, y el efecto de fármacos forma parte de las pesquisas que Fernández Guasti lleva a cabo en la actualidad, como jefe del Departamento de Farmacología y Toxicología del Centro de Investigación y Estudios Avanzados (Cinvestav) del IPN.
"Eso es importante porque todos los estudios preclínicos de los fármacos que actúan en el sistema nervioso central se realizan en individuos del sexo masculino, justamente para evitar los cambios cíclicos asociados a la reproducción que ocurren en las hembras. Hasta ahora se descartaba el estudio de la mitad de la población."
En los resultados se observa que algunos ansiolíticos tienen variaciones durante el ciclo reproductivo de la mujer; en unas fases su efecto es más grande y en otras no. Eso parece estar asociado con las hormonas. Por ello, una segunda línea de investigación en su laboratorio es el estudio de las hormonas que interaccionan con los fármacos.
"Las mujeres toman estrógenos por dos razones: como método anticonceptivo y como terapia sustitutiva después de la menopausia. La ingesta de los estrógenos se puede acompañar de un fármaco ansiolítico o antidepresivo. Y, en general, hemos visto que en esos casos las mujeres necesitan dosis más bajas de los fármacos."
Esas variaciones parecen estar también presentes en otras etapas de la vida reproductiva: la gestación y la lactancia, durante las cuales el medio hormonal que las caracteriza parece reducir el efecto de los fármacos ansiolíticos.
Fernández Guasti pasó dos años en la Universidad de Gotemburgo, Suecia, donde estudió la línea de farmacología conductual, fundamentalmente alrededor de los ansiolíticos del tipo clásico y los serotonérgicos, que parecen no tener efectos colaterales.
Las drogas y la sexualidad han tenido una relación cotidiana: desde el uso de la mariguana o la cocaína como desinhibidores de la conducta sexual, hasta "la revolución que trajo el Viagra para que la disfunción eréctil dejara de ser un problema".
Sin embargo, explica Fernández Guasti, se ha demostrado que aunque en primera instancia las drogas de abuso, al igual que el alcohol, pueden actuar como estimulantes sexuales, su ingesta frecuente provoca la impotencia en el hombre y disminuye la libido o el interés por las relaciones sexuales en las mujeres.
El alcohol es un ejemplo claro de la ambivalencia de los fármacos en la sexualidad humana: aunque es el afrodisiaco más común en nuestra sociedad, cuyas acciones estimulantes sobre la conducta sexual propician la desinhibición, en el hombre puede provocar un efecto reductor del engrosamiento del diámetro del pene, disfunción eréctil y de la libido; en las mujeres alcohólicas puede ocasionar reducción en la amplitud vaginal, anorgasmia y pérdida de la libido.
"En los procesos de la conducta sexual masculina hemos encontrado que algunos fármacos tienen efectos claros como estimulantes sexuales; en el caso de las ratas, los individuos pueden tener varias eyaculaciones sucesivas". Pero en los humanos no es posible sostener que un fármaco que acelera la eyaculación es el apropiado, pues su prescripción clínica no tendría caso: mientras en las ratas la eyaculación es el momento cúspide de la cópula, en el hombre la sexualidad viene acompañada de otros factores no necesariamente biológicos; eso hace que los parámetros entre humanos y animales no sean idénticos, concluye el investigador, que también fue presidente en 1993 de la sección mexicana de Amnistía Internacional. (José Juan de Avila) (Fotos: Cristina Rodríguez)